Juguemos: Ponte por un momento en el lugar de un joven que, hace 12 años, viendo el panorama general y el particular de la profesión que ha elegido, y el que estaba por venir, decide adelantarse a los tiempos y meterse en el mundo de la empresa periodística. Pasan los años y, pese a que hay malos momentos que invitan a arrojar la toalla, él sigue ahí. También su proyecto, una realidad desde hace tiempo, pese a remar prácticamente en solitario.
Sigamos con el juego: Disfrázate ahora de desempleado, de los que no tienen prestación contributiva, de los que a lo sumo cobran el subsidio. Añade años de dedicación al estudio, la formación permanente y a su profesión. Aporta también una familia, con un par de niños.
Tercer capítulo: Cámbiate rápido el disfraz y ponte ahora un traje de chaqueta, de Emidio Tucci o Pedro del Hierro, por ejemplo. Que no te falte detalle, por nimio que parezca y por caro que sea. Y vete a trabajar a cualquier departamento de dirección de una multinacional. Imagínate, sin pareja, dedicado en cuerpo y alma a tu profesión.
Siguiente escena: Mujer, con una trayectoria profesional impecable. Capacitada. Mucho. Tanto como uno de sus compañeros, con quien comparte cargo y objetivos. Pero no salario. Tampoco las mismas opciones en el proceso de selección que está en juego. Ella quiere tener descendencia. Quiere ser madre. Él quiere tener hijos, pero el ser padre no conlleva vivir en primera persona nueve meses de embarazo. Tampoco los permisos laborales son iguales.
Episodio quinto: Una persona dedicada a la política. No sabe cuánto cuesta un café más allá del que le pagan otros o del que se le subvenciona con los impuestos de a quienes en teoría representa. No tiene que pagar alquiler, porque se les abona, pese a que tengan vivienda en propiedad. Incluso varias. Tampoco asume el coste de internet. Hasta tiene gratis un teléfono móvil de última generación. Y otros dispositivos. Paga menos que tú y que yo por viajar en avión y tren. También recibe dietas.
Estos cinco casos están basados en historias extraídas de informaciones publicadas. Cada uno con sus circunstancias. Cada cual con sus condicionantes. Cada protagonista con sus problemas, con sus debates internos. Con sus éxitos y sus fracasos, sus miedos y fortalezas. Sólo cabe esperar que en todos los casos la capacidad para empatizar con el de enfrente contribuya a que todos consigan hacer realidad sus aspiraciones, sin pisar a los demás, sin faltar el respeto a nadie. ¡Empatízate! DIARIO Bahía de Cádiz Carlos Alberto Cabrera