Cada vez estoy más convencido que soy empático, bueno, que utilizo la empatía a la hora de intentar entender a la gente, que no es otra cosa que ponerse en su lugar para comprender sus motivaciones, sus razones a la hora de decir, de hacer, de posicionarse.
Un poner, entiendo perfectamente a aquel que al recibir un empleo, un sueldo de un grupo municipal ponga todo su saber y hacer en este trabajo, incluso que desde esa “posición” confunda informar con opinar, o quizás no confunda, simplemente lo haga. No pasa nada, entiendo, empatizo con él, y aunque lance continuamente bulos, falsedades sobre Cádiz, rozando el esperpento, de pronto pienso, pobre se está ganando el sueldo… cosas de la empatía.
Con los opinadores, columnistas, aunque algunas veces tengamos cierta inercia a confundir opinar, sin comillas, con informar, propagar, influir, también los entiendo. Normalmente no es el sueldo el que nos ata, es simplemente la vanidad. Y es que algunos vamos de “enfants terribles”, aunque esto nos haga ser simples correas de transmisión en campañas de gabinetes de propaganda, ni que decir tengo que también en estos casos la empatía funciona, a pesar de que se nos ven las vísceras y obsesiones personales, pero para eso escribimos, ¿o no?
Los medios de comunicación no se miden tanto por su calidad, fiabilidad, y/o profesionalidad. En ese contexto realizan su trabajo los periodistas, entendiendo como tales a quien trabaja en los mismos, sujetos como todos los trabajadores a contratos, sueldos, EREs, y demás. Es por lo que hacia ellos también tengo empatía, vamos, que intento entenderles, el sueldo es el sueldo. Lo mismo que a un trabajador de una línea de montaje, no le consultan, si el camión que está construyendo al final se convertirá en un camión militar para el ejército X, al periodista tampoco le consultan la línea editorial, ni ná, solamente escribe lo que le mandan. Ya sé, ya sé si que esto jode el lirismo de una profesión, pero es lo que hay, y en esto me pongo en su lugar, cabe hacer algo diferente que obedecer a quien te ¿paga? -aunque esto signifique inventarse historias o historietas-. A los lectores -consumidores de información-, siempre nos quedará… simplemente no consumir estos productos.
Así, también entiendo a los verdugos, no deja de ser una profesión, una manera de llevar el pan a casa. Otra cosas son los verdugos que no sólo cumplen con su encargo, sino que disfrutan con él, les gusta ver el sufrimiento de un moribundo, porque acaban con la vida, con estos de empatía nada, simplemente son unos maniáticos descerebraos, cuando no cosas peores.
Quizás será por la misma razón que mi comprensión, mi “ponerme en su lugar” se quiebra cuando veo liberados, contratados, opinadores, incluso periodistas que lo que les pasa es que disfrutan difamando, actuando de infantería de campañas de desprestigio, o dan como si fuera información, simples opiniones; en estos casos me pasa lo mismo que con los verdugos de vocación. DIARIO Bahía de Cádiz Fermín Aparicio