Imagino que alguna vez te has encontrado a una persona que te ha hecho padecer los efectos del yoísmo. No, no lo diagnostica tu médico de cabecera, que ya tiene demasiado con el rebosamiento de su consulta y el tener que atender a sus pacientes como si de un simple número se tratase por culpa de quienes recortan en sanidad. Eso sí, puede que un psicólogo te hable de él.
El yoísmo es ese sentimiento tan propagado en nuestra sociedad (me temo que siempre ha existido, aunque, como suele ocurrir, uno no tiene constancia de algo hasta que lo sufre) que hace que determinadas personas, ombliguistas por definición, son capaces de minimizar el esfuerzo, el trabajo y la capacidad de cualquiera con tal de intentar recibir su dosis diaria de palmaditas en la espalda y que se les diga eso de “qué bueno eres; si no existieras, habría que inventarte, porque no sé qué haríamos sin ti”.
Esta especie (así con voz de Rodríguez De la Fuente), lejos de estar en extinción, se propaga como lo hacen las malas hierbas, con sus mismos efectos perjudiciales para tu día a día, ya sea en el instituto, la facultad, el trabajo o la fila del paro.
A buen seguro alguna vez has sufrido a alguien con un complejo de inferioridad tal que no sabe hacer otra cosa que justificar ‘todo’ lo que hace, con argumentos como “es que lo mío es muy complicado”, “yo es que para hacer esto necesito”… y da igual si tú te has rebanado los sesos para llevar a cabo tu rol en cuestión. A este tipo de personas eso le importa bien poco.
Y es que hay quien únicamente sabe contabilizar el trabajo por horas, pese a que muchas se pierdan, con tal de maquillar carencias y complejos. Por supuesto, no les hables de productividad, de eficacia y eficiencia, porque siempre dirán que lo que tú haces es coser y cantar, a pesar de que quien dice eso puede que ni siquiera sepa enhebrar la aguja.
Como digo, estos ‘ejemplares’ (vuelve a poner voz de Rodríguez De la Fuente) son habituales en entornos laborales y en centros educativos. De hecho, puedes encontrarte con personas que te venden el aprobar asignaturas de sus estudios universitarios como quien descubre el secreto de la vida eterna. Luego te pones a echar cuentas y descubres que lleva toda la vida con la carrera y que lo que hay detrás es una venta de humo que busca tapar la realidad.
En fin, que lejos de que esto pueda sonar pedante y asumiendo el riesgo de que pueda ser malinterpretado, es un alegato contra el yoísmo. Por favor, más nosotros y menos yo. Las cosas en equipo salen mejor. Comprobado. Eso sí, para ello hay que respetar al resto y valorar lo que cada uno sabe y es capaz de hacer.
Y nada de comparar, porque las comparaciones son odiosas y puede ser que al final salgas perdiendo, con lo que crecerá tu complejo de inferioridad y, por tanto, tu yoísmo, y permíteme que te diga: ya estamos un poco hartos. DIARIO Bahía de Cádiz Carlos Alberto Cabrera