“Disfruté comiéndolo pero, aún más, untando la pringá con un buen pan. Y con el sobrante de carne… hice croquetas con cebolla y ajos muy picados”.
En la mañana del jueves pasado, a pesar de la oscuridad climática y de que llovía en toda la comarca, como si nos encontráramos en pleno invierno. Le di la bienvenida a los aguaceros que golpeaban las persianas de mi domicilio. Porque “no hay mal que por bien no venga” al haber aminorado muchísimo, el huracanado temporal que ha arreciado durante los tres últimos días. Imposibilitando el tráfico marítimo por El Estrecho de Gibraltar.
¡Madre mía!, cómo arreció el fuerte viento de Levante y de Poniente o de la madre naturaleza que los parió a los dos. Porque la situación era tan complicada, hasta el punto de que, era muy peligroso salir de casa. Sufriendo, servidor, dichas adversas circunstancias climáticas, en la mañana del martes en Tarifa. Hasta el punto de que, en un momento dado, que no podía ni mantenerme de pie, salió volando mi sombrero. Teniendo que esprintar durante unos cien metros, para poderle echar la pata encima.
Por ello, si durante la Semana Santa, disfrutamos de una veraniega climatología. Del lunes 6 al jueves 9 de abril siguiente. Hemos tenido que sacar de los armarios las prendas de abrigo. Teniendo que invernar cada cual en sus cavernas, chozas, barracas etc. Haciéndolo, servidor, como buenamente pude, porque las chapas del tejado de una casa cercana, hacían más ruido que un somier viejo, en la noche de boda de unos fogosos recién casados.
La cuestión es que, en estos días, he hecho zapping mientras hacía ‘tumbonig’. Por ello, el lunes, gocé contemplando el programa de selección, de los participantes de esta temporada de MasterChef de la 1 de TVE. Pero, sin embargo, me indignó mucho el Viernes Santo anterior, cuando volví a ver en LaSexta, el programa de Chicote, Pesadilla en la cocina. Siendo un flipe en colores para mí, contemplar lo bastante malo que hay en numerosas cocinas de bares y restaurantes… Donde la limpieza, profesionalidad y calidad de los cocinado y servido a los clientes, dejan mucho que desear.
Por ello, soy de piñón fijo, acudiendo a los sitios, en horas no punta y sin bullicios, donde me ofrezcan máximas garantías, de no sufrir pesadillas culinarias e higiénicas. Consecuentemente, si llego a un sitio y el local me repele nada más traspasar el umbral de su fachada y puerta. Me doy media vuelta, prefiriendo pasar hambre o hacerme un bocadillo antes de que “me den gato por liebre”. Teniendo muy claro que, en el comercio falto de limpieza o que me engañen o timen…, no vuelvo jamás.
Siempre me ha gustado hacer mis pinitos en la cocina. Por ello, en la infernal noche del pasado martes, me puse a cocinar un puchero andaluz. Poniendo primero a hervir en una olla express una pechuga de pavo, jarete de ternera, costilla salada, tocino fresco y añejo, zanahoria, garbanzos remojados, patatas, hierbabuena, apio, puerros… Saliéndome un caldo riquísimo, el que mientras hervía, le quitaba la espuma que soltaba la grasa. Para posteriormente tapar la olla, teniéndola hirviendo sobre unos tres cuarto de hora.
Al ser el puchero andaluz un alimento muy socorrido. Disfruté comiéndolo pero, aún más, untando la pringá con un buen pan. Y con el sobrante de carne… hice croquetas con cebolla y ajos muy picados. Después rehogué la carne y le eché leche y harina para hacer la masa. Y, al día siguiente, enrollé las croquetas y las rebocé en huevo y en pan rallado antes de freírlas. También con tomate frito se puede hacer Ropa vieja con la carne… sobrante, etc. DIARIO Bahía de Cádiz