Después de un mes repleto de actividades y cultos diversos. Hoy día 22 comenzará el presente curso 2014/15. Y con él, también comienza el estreno de un nuevo plantel en la composición de los dirigentes del Consejo, que abarca desde la renovación de su Presidente y la de algunos de sus miembros anteriores. Así como el estreno de las nuevas y jóvenes incorporaciones, deseosas supongo, de acometer sus funciones.
Y a todos en general desde estas páginas cofrades, públicamente no sólo los animo y les deseo una buena y eficaz apertura de curso, sino también que sean portadores del mejor programa posible, que permita abordar las demandas, que los tiempos necesitan en este complejísimo e interesante mundo cofrade que en él se debate.
No conozco el programa, ni siquiera sé que exista en la medida y en la forma deseada, aunque lo suponga. Pero lo que sí sé, es que quedaron algunas cosas pendientes en la anterior legislatura que, por razones obvias y de obligado cumplimiento, ahora conviene abordarlas consecuentemente, para satisfacer las necesidades más acuciantes que se espera de su gestión.
Y en mi opinión, el primer asunto a tratar porque fue un tema que surgió como posible, prácticamente al final del curso pasado sobre -la creación de un Museo cofrade- que quedó aparcado para el presente. Con lo cual y dada su importancia, he de suponer también, que le ha llegado ya la hora formalmente de tomar decisiones concluyentes y acertadas si las hubieras, para resolver esta propuesta ofrecida por nuestro Ayuntamiento.
Otra tarea, que me atrevo a insinuar con todo mi respeto y cariño, dada también su importancia y que debería ser motivo de prioridad absoluta desde este principio de curso. Sería la firme insistencia de dedicarle la máxima atención -a la formación cristiana y cofrade- de todos los integrantes de las hermandades y cofradías, especialmente dirigida, por una parte, a los hermanos procedentes de las nuevas incorporaciones, incentivándolas en el sentido de afluencias, cada vez más escasa en número y en conocimientos. Y por otra, prestar la máxima atención a la asistencia de los cultos, a las juntas y a todos los actos convocados por el Consejo y/o por las Hermandades.
Y creo sinceramente, que en este apartado tan vital como especialmente importante, la colaboración de las propias corporaciones, deberían constituirse en auténticas plataformas de apoyos extremadamente participativas en su consecución, porque como dice el Papa Francisco, va en ello igual que ocurre en tantas otras actividades -la sal de la vida-. Y en este caso, la sal y la vida del mundo cofrade y del devenir futuro de nuestras queridas hermandades y cofradías penitenciales, nazarenas y letíficas.
No obstante la atención primaria a la formación en la que se insiste, va unida y acompañada sin que por ello, se descuide el orden del día, a las colaboraciones reciprocas, inteligentes, necesarias y fluidas, que deben manar entre Consejo y Hermandades; porque son condiciones imprescindibles para su buen y reciproco entendimiento y en consecuencia, de su superación, de su éxito y de su mejor y más próspero funcionamiento.
Y para ello, hay un largo curso cofrade de varios meses por delante. Hay ilusiones de hacer bien las cosas. Pero no deben quedarse en declaraciones de buenas intenciones, porque corremos el riesgo de la credibilidad en unos tiempos difíciles ante una sociedad en general confundida o vacía de valores y desconectada de virtudes. Y somos los cofrades los que con nuestros ejemplos, los que debemos contestar; revalorizando nuestro espíritu, el amor y la devoción a la figura de Cristo y a la de su Madre a través de nuestro apostolado y de nuestra cultura cofrade; mostrando públicamente la más emotiva y amorosa escena penitencial y participativa de nuestra religiosidad popular. Y esto, solamente se consigue con el ejemplo y el testimonio de nuestras propias y convencidas actuaciones.
Pero también hay que salir al paso en defensa de estas últimas conclusiones, ante los discursos que en ocasiones venimos escuchando, no solamente de los laicos, de los más alejados de la Iglesia, de la sociedad en general, incluso de los más cercano al estamento eclesial, que hacen un flaco favor, cuando sus mensajes son inconclusos, ocasionales, y desprovistos de objetivos concretos o desinformados.
Las hermandades y cofradías son instituciones de la Iglesia Católica desde hace -más de cuatro siglos- no son Caritas parroquiales, aunque ayudan y practican la caridad, pero su fin principal no es otro que adorar y dar culto divino a Dios, a su Hijo Jesucristo, salvador del mundo, a su Santa Madre y a los Santos. DIARIO Bahía de Cádiz