Hay un tema recurrente en esta ciudad que me llama muchísimo la atención por los amores y odios que despierta. No es otro que el colegio San Felipe Neri. Vaya por delante que en el mismo estudió la otra parte contratante con la que comparto lecho, casa y espacio vital (puesto en orden de importancia), y actualmente cursa allí sus estudios el fruto de esta estrecha convivencia.
El centro educativo en cuestión es uno de los más solicitados de Cádiz, tanto que parece ser que se hacen trampas de todo tipo y color para acumular puntos con los que acceder a una plaza. Se llegan a simular separaciones y se falsean domicilios con tal de que los tiernos infantes vayan al colegio soñado.
Para ser francos no es la oferta educativa ni el ideario de San Felipe lo que mueve a muchos de estos sujetos. San Felipe es considerado el cole de la gente “bien” de Cádiz. La elite, los guapos, los hijos de los padres que molan, las buenas familias una vez más.
Cierto es que cada uno puede tener las prioridades que crea convenientes a la hora de educar a sus hijos, siempre que no pise las opciones de los demás. Flaco favor y ejemplo le dan a sus hijos con esas actitudes, además del abuso y la injusticia que se crea al obtener fraudulentamente una plaza que correspondía a otro niño. Lamentable, por supuesto.
Los que no tenemos esa pulsión como primer requisito a la hora de buscar colegio, habremos decidido llevar a nuestros herederos a los marianistas por las razones que fueran. Entre otras, porque era el que nos tocaba por domicilio familiar o laboral. Personalmente tuve la inmensa suerte de tener a Javier Anso como director del colegio, lo que fue para mí una enorme garantía.
San Felipe es un buen colegio, ni mucho más ni mucho menos que otros colegios de esta capital. Tiene cosas que me gustan mucho y otras que me gustan menos, evidentemente. Mi hijo está contento allí y no ha tenido problema alguno. Sus amigos son de todo tipo y color. Igual que los nuestros.
Lo que sí puedo asegurar es que el colegio se vuelca cuando una familia tiene un problema, incluso después de haber abandonado el centro. El concepto de “comunidad” es algo más que meras palabras, es cierto.
Del lamentable comportamiento de algunos de sus integrantes a la hora de obtener plaza para sus hijos no es culpable el colegio. Son individuos particulares que obran a título particular.
¿Entonces no es desconcertante esa inquina manifiesta y extendida hacia ese centro educativo en concreto? ¿Por qué de todos los colegios de Cádiz es el único criticado y cuestionado continuamente? ¿La etiqueta constante y perenne que soporta todo aquel que haya estudiado allí no es un poquito capciosa a la par que ofensiva? ¿No resulta una catetada todo esto?
Como imagino, intuyo, sospecho cuales son las raíces del conflicto, creo llegada la hora de analizar concienzudamente esta historia de amor-odio:
-No nos gustan los pijos pero nos matamos por ser uno de ellos. Son unos “clasistas”, por tanto no queremos nada con esa “clase” de gente. No nos hemos enterado de que es un colegio concertado. Da igual porque antes no lo era y seguro que algo queda. Si mi niño va a San Felipe sale directamente Abogado del Estado.
¿Seré yo una esnob arribista y no lo sabía? ¿Por qué no llevo mechas rubias? ¿Mi pasión confesa por el jamón de pata negra será un síntoma? ¿Por qué esta manía mía, y de tantos amigos que cursaron allí sus estudios o los cursan ahora sus hijos, de levantarnos a las siete de la mañana todos los días y trabajar?
Un fastidio esto de ser una pijaflautas. DIARIO Bahía de Cádiz