En medio de la circulación rodada, el peatón sin duda encarna la figura más débil y vulnerable si la comparamos a la del conductor, lo cual, no significa que sean antagónicos, sino todo lo contrario.
Unos y otros, tienen normas que cumplir y de su aplicación simultánea, solidaria y colaboradora entre ambos, emergen -cuando se dan estas circunstancias- la armonía necesaria para que el desarrollo de la circulación sea más favorable, razonable y convenientemente.
Tanto el peatón como el conductor, tiene perfectamente definido su espacio, su lugar apropiado para andar o circular sin interferirse en este proceso.
No es lógico que el peatón ande por la calle en el lugar destinado al vehículo, ni que éste circule por la acera o aparque en ella. Episodios que ocurren lamentable con los correspondientes perjuicios para ambos y para el resto de los ciudadanos. Y apartándonos un poco del eje principal del artículo. Pero relacionado con el mismo ¿qué decir de los ciclistas que invaden las calles peatonales céntricas y comerciales sorteando olímpicamente a los peatones y cuidado no le diga usted nada, porque entonces…?
Se trata de una simple cuestión de educación y respeto como de responsabilidad y de contribuir al bien común por el solo hecho de aplicar la norma.
El peatón por su propia seguridad no debe de andar por en medio de la calle donde exista circulación rodada y si se trata de cruzar, hacerlo siempre por el paso de peatones más próximo.
En los pasos de cebra, donde el peatón se siente dueño de él creyendo poseer la prioridad, que la tiene, pero no la prioridad absoluta. ¡Cuidado! que no es totalmente así. Ni que éste hecho le autoriza a lanzarse sin mirar o, a cruzarlo recreativamente como si de un paseo se tratase. Es cuestión de reciprocidad en cuanto a la colaboración, a la conducta y al entendimiento entre uno y otro. Esta situación ha llegado a tal punto que hay quien incrustado mirando a su móvil se inhiben lanzándose a cruzarlo sin mirar siquiera ¡Qué peligro!
Tampoco el vehículo debe pasar muy rápido pretendiendo anticiparse a la acción del peatón cuando éste ya está dentro del paso o iniciando su cruce; calculando la distancia que teóricamente él supone alcanzar para pasar antes que el mismo peatón. Y en este caso que se considera -muy grave-, siempre me pregunto: ¿Y si falla esa previsión o los frenos, qué puede suceder? Por otra parte, el peatón no debería pasar de repente, de improviso o lanzándose (como suele ocurrir según se ha comentado más arriba), creyendo que solamente es el vehículo, el que tiene la precaución y la responsabilidad en esta situación en la que a veces, no se puede hacer milagros.
Es por eso, que las buenas disposiciones de los peatones y también de los conductores, una regulación más dinámica y fluida del tráfico, la atención de las normas, el respeto a las mismas y la vigilancia para que se cumplan; son una de las consecuencias que garantizan a una ciudad, que su aspecto sea acogedor y más apetecible para visitarla. ¿Qué tal si nos lo proponemos? DIARIO Bahía de Cádiz