De hace unas semanas hacia acá hemos podido ver que vuelven a repetirse los mismos clichés de etapas pre-electorales. La situación política en estado crítico parece, no obstante, que no logra avivar el ingenio, el buen análisis y la sinceridad de los partidos mayoritarios, ahora puestos en tela de juicio. Con respecto al Partido Popular llama la atención la sobriedad, la cabezonería —casi diría el descaro—, con el que se predisponen a presentar un programa electoral prácticamente idéntico al anterior. Un partido sin solvencia práctica, de apaños menores. No han sabido afrontar ni siquiera las bases para los problemas estructurales, tienen una actitud yihadista.
Sin embargo, el Partido Andalucista y el PSOE sí que han decidido dar un viraje para los nuevos tiempos. Han adoptado una serie de encuentros abiertos para la elaboración programática, donde ellos/as se sientan frente al público y, por sesiones temáticas, configuran un programa. En suma, es un formato amable, con pretensiones dinámicas y democráticas. Pero sólo son pretensiones. A pesar de la estética moderna, el uso de las redes sociales —que nadie olvide el hashtag de proporciones épicas #Fran2015—, las convocatorias temáticas o el alquiler de locales en centros comerciales —personalmente, un fallo político en épocas de austeridad pretendida—, lo cierto es que PA y PSOE son dos partidos tradicionales en lo que a participación política se refiere. La puesta en práctica les ha dado múltiples ocasiones, pero no son, sencillamente, un método en el que crean.
Llegados a este punto, sería bastante recomendable preguntarse si los/as mismos/as participantes de esos encuentros no han sido gratuitamente utilizados para la elaboración de una campaña pre-electoral efectista que, como hemos podido comprobar, no tiene un seguimiento en su realización una vez llegados a las instituciones. Y que no nos vengan con el viejo cuento de no es posible, vuelva usted mañana. Si no es posible no pregunten, o de lo contrario tendré que empezar a pensar que cuando ustedes dicen la suya me parece una buena idea, lo que están haciendo es ser paternalistas con la ciudadanía. Ser mentirosos/as. Y esa ciudadanía, organizada en plataformas y trabajando en proyectos concretos, estará poniendo su trabajo a disposición de gente que promete. No vengan ustedes a la calle a preguntar qué queremos: vengan ustedes a la calle a aprender el arte de la política, lidiando con contradicciones y dolores de cabeza. La política necesita más dolores de cabeza, y el dueto demócrata PSOE-PA no lo ha aprendido.
La política es violencia, especialmente la Democracia. De hecho, todo contacto entre personas genera una cierta forma de violencia, y el sistema de participación ciudadana, que enfrenta nuestra actitud cotidiana con el marco de responsabilidades que la sociedad nos otorga, es la más alta forma de violencia simbólica política. Incluso salvando las distancias con el placer narcisista del reconocimiento público, la Democracia se caracteriza por poder ponerse en cuestión incluso a sí misma, desvelando esas contradicciones de las que hablábamos antes. La Democracia es, fundamental y finalmente, diálogo.
Y ese diálogo es de manera general lo que escasea en esas campañas programáticas. No podemos presumir —frecuentemente con arrogancia— de nuestra actitud de demócratas de toda la vida cuando no nos atrevemos a dar varios pasos más, cuando pedimos consejo al pueblo desde un estrado —o desde una silla de plástico en una plataforma, no se engañen— cuando, dicho rápido y mal, no creemos que la gente vaya a solucionar nada. La imposición de un paternalismo democrático como manera ingenua de negar la violencia que supone la verdadera política es, justamente, negar la posibilidad de la Democracia. Ahí tenemos los distintos Consejos, Mesas y Plataformas promocionadas por el Ayuntamiento y el principal partido de la oposición: en la cuneta de la agenda política. DIARIO Bahía de Cádiz Pablo Alías