A veces lo observo y noto en su cara que quiere seguir siendo el niño bonito. Sí, el mismo al que hace un tiempo reían las gracias, aplaudían las metas alcanzadas y socorrían cada vez que tropezaba.
En ocasiones, quizás más de las deseadas, sus ojos hablan más que las palabras. Por ejemplo, cuando a quien llegó después le sueltan piropos y le ríen las gracias, mientras a él lo dejan de lado, prácticamente como si estuviese en cuerpo, pero no en alma.
Hay momentos en los que se enfada, se esconde y se marcha, buscando su propia compaña. Pero igual hay quien ni se percata de que él también recibe gustoso los besos y abrazos, los juegos de niños, los libros de cuentos y las historias inventadas.
Te agradece que lo escuches y atiendas, que le digas que puede, que le premies sus logros, que le cuentes anécdotas, que le expliques qué pasa, que lo lleves por sorpresa a un parque, que veas cómo ya sabe escribir y leer, y cómo nada.
Es tan solo un niño, con su carácter y sueños, con sus necesidades y anhelos. Él quiere seguir siendo tu niño bonito, pero no es cuestión de golosinas, regalos o dinero. Es tan sencillo como que lo beses y abraces cuando te vea, le hables y atiendas, le narres historias, y le cuentes que tú también un día fuiste un niño, con miedos y sueños, y que a buen seguro, como él, nunca quisiste dejar de ser el niño bonito. DIARIO Bahía de Cádiz Carlos Alberto Cabrera