El Museo Naval que durante tantos años ha estado ubicado en el interior de la Escuela de Suboficiales y otros tantos, aunque menos, pendiente de ser trasladado a la Capitanía General, recientemente ha visto cumplido este deseado objetivo.
La noticia no puede pasar desapercibida por cuanto significa la cercanía de dicho Museo a los ciudadanos además de contribuir a la divulgación, al conocimiento y a la información cultural y recreativa que supone visitarlo, si bien todavía dicho traslado está en vía de una primera fase del proceso de su asentamiento definitivo en dicha Capitanía, augurándole cuando finalice en su totalidad, un éxito rotundo que desde ya lo tiene por el valor histórico, sentimental, recreativo y patrio de sus objetos y documentos.
No obstante visitarlo desde ya constituye otro aliciente más, tanto para los visitantes como para los autóctonos que ven con agrado como se van incorporando a la zona otros ‘atractivos’ muy a la mano y en tan corto espacio. Si nos fijamos el poco que existe realmente entre la Iglesia Mayor y el Castillo de San Romualdo, que representa otro monumento cuyo uso también recientemente ha permitido remozar y potenciar dicha zona.
Y si profundizamos más en éste significativo aspecto. También hemos de fijarnos y pensar ¿Qué sería de este trozo de nuestra Calle Real y de su repercusión a todos los niveles? Una vez finalizado los pretendidos proyectos y tantos otros, que seguramente están por llegar, aunque queden pendientes los que faltan y los faltos de ideas no solamente de dinero, que también, sino de las posibles realizaciones, todas ellas, benefactoras para el mayor aprovechamiento de los espacios y de la zona.
Fíjense ustedes y observen solamente desde la Iglesia Mayor, todo lo que tenemos por ofrecer y por enseñar, pero desde luego dentro y bajo la perspectiva de un plan bien trazado, perfectamente pensado, estudiado, ordenado y rigurosamente organizado. Porque si no, siempre estaremos abocados al fracaso. Y de esto tenemos claros y varios ejemplos.
Si tenemos como se suele decir los mimbres: la propia Iglesia, la oficina municipal de Información y Turismo que no podía estar mejor situada en dicho entorno para cumplir con las divulgaciones propias. Justo a su lado la Casa que sirvió de alojamiento al Estado Mayor de los Ingleses durante la Guerra de la Independencia, tan poco publicitada por cierto. Enfrente, el Museo Histórico Municipal y a su lado también lo que fue La Primera de la Isla, que aunque alquilada, podría tener otro uso distinto que el de archivo de documentos y guarda de enseres. La Casa del Turco, que fue asentamiento de la administración municipal, el Callejón de Croquer, Capitanía General, ahora con la inclusión del Museo Naval visitable. Y por callejón, citar también el de Nicola que conduce a la vetusta y primitiva Plaza de Toros, objeto de bastante interés de los que nos visitan, el Castillo de San Romualdo convertido recientemente también en lugar de encuentro de actos, sociales, culturales y recreativos. Y en su entorno, el monumento a Camarón, la Venta de Vargas y La antigua Casa de la Cruz Roja, pendiente de su rehabilitación y de su uso definitivo, que hubiera tenido muchos, desde la Biblioteca Lobo a La Casa de la Juventud por ejemplo por citar algunos entre tantos otros.
Y al citar la Casa de la Cruz Roja, no puedo eludir de citar la opinión de muchos ciudadanos, que hubieran deseado esta Casa como sitio clave e ideal del Museo de Camarón, convirtiendo así la zona a la vista de las instalaciones ya existentes ‘en la ruta de los Museos’ o incluso próximo a la Venta de Vargas sin olvidar que el Camarón comenzó a desarrollar fundamentalmente su arte en estos lugares como fue especialmente en dicha Venta. Sin descuidar como colofón, el cercano e histórico sitio del Puente Zuazo, una vez rehabilitado por cuánto significó para nuestra Isla, para la Nación y para la Historia.
Pero lo cierto y en cualquier caso todo lo reseñado aquí, debería ser objeto no sólo de satisfacción para nuestra Ciudad y nuestro ciudadanos, sino también de colaboración y promoción de esta tierra nuestra. Y sobre todo de sentirnos orgullosos de disponer de tantas cosas dignas, buenas y juntas. Además de otras muchas distribuidas por toda la Ciudad para ofrecérsela hospitalaria y generosamente a todos los visitantes.
¡Sí. Vengan, vengan y disfruten de la Isla de San Fernando y de su historia, de sus monumentos y de su rica y excelente gastronomía! DIARIO Bahía de Cádiz