El pasado día 25 de marzo leía y veía un fotograma en la página 7 de diario de Cádiz (edición de papel) en cuyo pie de foto decía: Los perros campan a sus anchas por los jardines de Varela. Y comenzaré diciendo para evitar cualquier tipo de duda, que me considero por naturaleza amante y defensor de los animales en general y de los perros en especial.
He tenido hasta ocho ejemplares; unos de raza y otros no. Y creo que a todos los he criado con cariño; educándolos responsablemente y por igual, aunque han transcurridos la mayor parte de sus cortas vidas en el campo y a veces aunque -pocas- en la ciudad.
Dicho esto, mi objetivo no es otro que manifestarme a favor de la especie en desacuerdo con -algunos de sus propietarios- matizando no obstante sus actuaciones. Así cómo respetando tanto a todos los que aman a estos apreciados animalitos, como a los que no. Y también a los que les resultan molestos, incómodos o indiferentes, incluidos a los que les tienen miedo y no pueden evitarlo.
Pero salvando estas circunstancias, no cabe la menor duda que el perro -basta observar la calle sobre todo en verano- para suponer que el perro está de moda y sobre todo como mascota. Y ya nadie cuestiona que éste no sea -el más fiel y mejor amigo del hombre- al que por sus cualidades e inteligencia, solamente le falte hablar.
Sin embargo, no podemos descuidar ni perder de vista que se trata de un animal, que aunque doméstico, es irracional y por tanto hemos de tener cuidado, porque en ocasiones puede reaccionar por imperativo de su propio instinto, de lo cual, nos llegan a veces algunas noticias ciertamente algo desagradables.
No obstante y en general el perro es siempre fiel a su amo cómo quizás éste no lo sea recíprocamente a él. Y su comportamiento: bueno o malo dependerá del carácter y del estado de ánimo de su dueño; en función de las relaciones de complicidad que exista entre sí. Por eso su educación y adiestramiento, resultará tan vital como importante para la convivencia cívica y pacífica que se genere entre ellos y por ende hacia los demás.
En este estado de cosas y por razones obvias, el factor dominante de esta relación, debe corresponderle siempre por su propia naturaleza y racionalidad al dueño (el hombre o la mujer) y nunca al perro (el animal), En cambio, tenemos claros y abundantes ejemplos que suceden a diario en la calle, o sea en la vía pública -que es la casa de todos- donde salvo escasas y honrosas excepciones, ocurre justamente lo contrario y el factor dominante, lo ejerce el perro; llevando éste a su amo y no el amo a aquel.
O lo que es lo mismo y salvando la distancia, el perro conduce al hombre y no al contrario. Escenas que se repiten tristemente ante la pasividad y la ausencia de la autoridad del amo que debería ejercer sobre su perro, que por otra parte evidencia la falta de adiestramiento, disciplina y educación del animalito, que en muchos casos pone a prueba también la de su dueño.
Y como consecuencia de esta inhibición; los orines, los excrementos y otros episodios lamentables que se producen en cualquier lugar de la vía pública, se realizan sin reparos y con el consentimiento, la tolerancia o la benevolencia de una mayoría más de la deseada de sus dueños que permanecen impunes y a la vista de todos. O cuando los sueltan a pesar del bando municipal expreso sobre la prohibición expresa existente.
Qué hacer o qué decir ante esta situación si no hay voluntad para corregirla. Hacer, supongo que poco. Y decir, menos todavía, porque lamentablemente nadie acepta ni admite, una palabra, un gesto, una frase aunque ésta sea amablemente correctora en pos del bien común.
Por otra parte, creo que hemos cambiado los roles y como consecuencia la figura del perro, ha alcanzado cotas insospechadas acercándolas más a la dimensión de persona y no a la de un animal doméstico con todas sus prerrogativas incluidas sus consecuencias. Es decir sin olvidar que todos los seres creados, ocupan un espacio en el mundo y un lugar concreto y determinado en la sociedad con las mejores condiciones de vida y convivencia ajustadas a cada especie.
Y naturalmente al perro, como no, también le corresponde la suya propia. Por tanto es evidente de que se le debe mostrar buen trato, amor y cariño, pero al mismo tiempo prepararlo para que sea obediente y disciplinado, diferenciándolo del rol de las personas.
Por eso es muy importante saber elegir el ejemplar más adecuado a nuestras necesidades o apetencias. Poseer un perro no se trata de un capricho, de un juguete o simplemente de un antojo que luego se abandona -como de hecho tristemente y no pocas veces ocurre- . Tenerlos y tenerlos bien, implica una responsabilidad y exige una dedicación y sacrificio para la que hay que estar bien dotado o simplemente preparado.
Y no pretendo establecer pautas de comportamientos, ni señalar normas reguladoras ni menos aún sancionadoras qué, aunque existen no se aplican ni se respetan. Tampoco tengo el deseo ni la intención de educar a nadie. Pero si he de decir que en otros lugares estos sucesos son impensables, aunque también hay que decirlo, disponen de lugares apropiados, bien acondicionados y reservados para estos preciados animales.
No obstante cada cual es libre de actuar bajo su propia conciencia. Sólo salgo al paso de los episodios que día a día se ven en la calle: ¿Cuántas de nuestras fachadas y de nuestras propias casas están negras marcadas por los orines de los perros? ¿Cuántas esquinas? ¿Cuántas aceras reciben las heces de estos animalitos ante la indiferencia de algunos de sus dueños; aunque también es justo decir que hay cívicas excepciones que evitan o recogen tales excrementos (los menos).
¿O qué decir de los que acuden a las terrazas públicas de los bares y mientras permanecen tranquilamente sentados, el perro está constantemente ladrando o incordiando a su alrededor y por tanto molestando al resto de los asistentes? Y simplemente preguntaría ¿Hay derecho a qué ocurran éstas cosas que tanto deteriora el entorno y la convivencia?
Y si describo esto, sepan que no lo hago como una exigencia personal, sino pensando exclusivamente en los demás como una realidad tangible y objetiva que se observa a diario y de la que nadie se debería molestar, especialmente los dueños de estos animalitos, que salvo que les dirijan unos ‘piropos’ a sus respectivas mascotas, de lo demás se inhiben, se muestran escéptico y no suelen admitir razones; incluso en determinados casos arremeten con las personas, que les hacen indicar, aunque sea educada y educadamente, estas lamentables situaciones.
Sin embargo por otra parte y contrarrestando lo anterior, los perros cumplen una misión eficaz, doméstica y social, que son dignas de elogiar, tales como cuando ejercen: de guía de ciegos y acompañamiento de personas solitarias. O cuando actúan de guarda y defensa de un territorio, de compañía en general; así como de aviso, vigilancia, defensa, transporte; ayudando al pastor, a los cazadores y cazando ellos mismos, limpiando su entorno de pequeños y desagradables animalitos.
Y cuando son convenientemente bien adiestrados. O elogiarlos también por los múltiples servicios que prestan a la sociedad y a la humanidad; auxiliando y socorriendo a las personas en los accidentes y ante los fenómenos de la naturaleza. Así como actuando en el servicio policial sobre la erradicación de la droga, de los explosivos y otros tráficos y pesquisas. Circunstancias éstas suficientemente probadas, reconocidas y premiadas, gracias a la labor y a la inteligencia de estos preciados y necesarios animalitos.
Pues por todo lo aquí descrito, solamente apuesto por despertar conciencias que establezcan una buena relación, armónica, reciproca, lógica y razonable entre -amo-perro-ciudadano- que permitiera desde cada una de las partes, una convivencia más fluida, respetuosa y satisfactoriamente posible.
Y así, seguramente la sociedad en su conjunto lo agradecería y mucho. En cuyo caso, sería más prudente no culpabilizar las actuaciones de los perros, sin contemplar antes las de sus dueños. Porque cada perro será lo que quiera que su amo sea: ‘el más fiel y mejor amigo del hombre’. DIARIO Bahía de Cádiz