Hace unos días llevé a mi familia al Bahía Sur, para poder contemplar el trabajo realizado con el esqueleto de la ballena Bahía; fue impresionante contemplar ese prodigio de la naturaleza, que por desgracia pronto se exhibirán con los dinosaurios como animal extinto. Tras explicarles a los pequeños algunos datos sobre las ballenas, decidimos salir afuera al parque natural a ver las bocas de la isla, siempre les hace reír ver como salen de sus refugios, y para sorpresa de los peques afuera había una especie de parque medioambiental: paseos en bici, una exposición de crustáceos y bivalvos de la zona y lo más deplorable: burros atados y aves rapaces.
En un tenderete, se exhibían unas pocas rapaces, muy hermosas es verdad, que permanecían cautivas en ese expositor con adornos supuestamente medievales, época de la que a menudo pienso que no hemos salido, mis conocimientos ornitológicos son casi nulos, así que no podría decir cuáles eran exactamente, pero hubo dos que nos llegaron al alma.
No soy naturalista radical, como carne, sé que los criaderos son unas auténticas putadas, pero no entiendo la esclavitud circense: para divertir al populacho, los zoológicos son cárceles con inocentes encerrados. Mi mujer, es de las que no le gustan los animales, más bien les tiene miedo, pero no soporta el daño injustificado. Y fue su reacción la que convenció para escribir este artículo.
Entre los prisioneros, esa es justamente la palabra, había tres que le llegaron al alma: unos mochuelos con muy poco tiempo de vida, que se encontraban en el suelo, supongo que eran muy pequeños para estar en el palo de exhibición. ¡Habían nacido en cautiverio y así morirían! ¡No sabrán lo que es el frío de la noche en sus alas! No conocerán el silencio del campo, no serán los señores de la oscuridad. Y si, estos al menos tenían la “felicidad” de la ignorancia, más triste fue ver lo siguiente: un maravilloso ejemplar de Lechuza Blanca, mordiendo desesperadamente la cadena que tenia atada a la pata, esa soga humana que la retenía para siempre, que la asfixiaba, fueron unos segundos, pero quedaron muy patentes, ya no a mí, sino a mi compañera, la que acto seguido con voz y mirada triste me dijo: “¡Vámonos! ¿Manolo has visto? Creo que le dolía. Las personas somos lo peor”.
Y sí que le dolía, no creo que físicamente ya que las autoridades no lo permitirían, la tortura era a un nivel mucho más profundo, le dañaba la certeza de ser un condenado. DIARIO Bahía de Cádiz
Muy acertado, Manuel.
Ya es hora de acabar con el espectáculo protagonizado con animales. Son seres con sensibilidad y, ante determinadas situaciones, sufren como los humanos. El problema es que, el debate de los cuatro candidatos, no hubo ni una sola palabra sobre la tortura hacia los animales. Que asco me dan!!! Tengo muy claro a quien no voy a votar
Son tantas las crueldades de las que somos capaces lo humanos, cuando nos demos cuenta ya sera tarde.