Si nos fijamos ya desde el Paraíso parece ser que el hombre y la mujer convertidos en los representantes más exclusivos y genuinos de la especie humana creados por Dios, han reaccionado contrariamente a las normas o a las imposiciones que generalmente se les han ordenado o simplemente se les han recomendado. En definitiva han desobedecido.
Desde entonces repasando sus comportamientos ante tales antecedentes de supuestas privaciones y de lo prohibido. Así viene sucediendo. Su conducta de aceptación a las reglas y a los preceptos establecidos, que regula la convivencia pacífica y armoniosa del conjunto de la sociedad, no siempre han sido aceptados con agrado. Parece que cuando se trata de cumplir algo determinado, cuesta habituarse y seguir sus indicaciones, que por otra parte sólo constituye una base cierta de la ley, que no es más que una suma de equilibrios, de derechos, de deberes y de obligaciones. Y para demostrarlo, basta observar que aquello que se veta, más pronto se vulnera o cuanto menos se intenta ignorar. Todo menos no aplicarse la norma a sí mismo o mirar para otro lado.
Resulta inverosímil pero la historia de la humanidad nos muestra estas actitudes y aptitudes, que están llenas de grandes y buenos ejemplos tan válidos, que nos demuestran lo que se trata de exponer en este artículo respecto a la desobediencia, que desde el origen de la humanidad hizo su aparición y puso en evidencia al hombre y a la mujer recién creados.
Y a partir de ahí se ha transmitido a través de todos sus herederos y/o descendientes, ocasionando grandes e irreversibles consecuencias acaecidas a través de los siglos y consecuentemente de la historia. Los hermanos Caín y Abel. Los habitantes de Sodoma y Gomorra. La salida de los Israelitas de Egipto. La Tierra Prometida. Moisés. El becerro de oro. Noé y el diluvio universal, La torre de Babel. Los Apósteles: Pedro, Tomás o Judas. Y por otro lado, las guerras, las conquistas, los conflictos, los intereses y las anexiones. Y así sucesivamente hasta llegar a nuestros días.
El hombre y la mujer son los reyes de la creación y poseen el único privilegio de estar dotados de inteligencia como seres racionales y superiores que son con respecto y a diferencia de los irracionales. Sin embargo éstos -los animales- a veces nos dan muestras de comportamientos que en las mismas circunstancias, nosotros no somos capaces de igualar y que hace bueno aquello que dice: cada vez que conozco más a los hombres, más quiero a mi perro.
Y es que todo lo creado está a la libre disposición y al disfrute de su uso y consumo con la salvedad de la moderación y de la obediencia a las leyes naturales. Una o dos copas de vino son buenas incluso aconsejables por sus efectos vitamínicos y antioxidantes. Pero muchas producen el efecto contrario o de la embriaguez. Por eso los seres irracionales siguen la ley natural que la propia madre naturaleza se encarga de proporcionársela. Y para su supervivencia se alimentan de los productos que nacen de la tierra, de los ríos, de los mares y de otros animales por los efectos de la depredación y el equilibrio. Tan es así que la fiera más salvaje de la selva si está saciada y pasa una presa su instinto no la mueve a atacarla. Sin embargo y hablando en términos generales, tal vez no pueda decirse lo mismo de la conducta del hombre ante una situación similar o parecida, de la cual obtendría sus propias ventajas que, de ejecutarlas resultaría una situación bastante dura aceptarla. Y lo peor es que lamentablemente suele ocurrir más de lo que se quisiera.
Vivimos días en los que todavía seguimos encontrándonos después de más de dos milenio y caminando ya por el tercero, inmersos, enredados y perdidos en banalidades, sin reparos ni soluciones aparentes, porque la ceguera de las ambiciones, los egoísmos y las envidias, no nos dejan razonar ni ver con auténtica claridad el fin, el bien común, la solidaridad y el respeto por las cosas como fuente digna de poner la atención en aquello que nos beneficia tanto y nos hacen mejores.
Para finalizar dos ejemplos: dos hombres encerrados y muy hambrientos en una habitación sin poder salir de ella. Y por una ventana les suministran dos pollos asados ¿Realmente se come uno cada uno o, el más fuerte se come los dos? Otro: el león rey de la selva reposa saciado de haber comido y si pasa una presa la mira y la deja seguir. Es decir no mata por el sólo hecho de matar sino que lo hace exclusivamente para alimentarse y sobrevivir. Y pregunto: ¿Se podría decir lo mismo de aquellos hombre considerados como seres o animales superiores y racionales, que evidentemente son además de estar dotados de conciencias y de inteligencias? Pues salvo honrosas excepciones y salvando la distancia y la aplicación del término muerte según el concepto, tenemos muchos ejemplos que demostrarían lo contario. ¡Por favor reflexionemos y fijémonos! Porque también hay hombres y mujeres excepcionales que se les aplauden por sus valores y sus virtudes. Y de ellos el mundo está ciertamente muy necesitado. DIARIO Bahía de Cádiz