Si nos fijamos en el calendario observaremos que los meses de abril y de mayo -son con diferencias- de los meses del año más proclives en fiestas, efemérides y celebraciones.
Y no se trata de referir todas las fiestas una a una; porque en la conciencia de cada uno de nosotros estarán almacenadas, aquellas celebraciones qué, más nos emocionen o con las que nos encontremos más identificados, así sean estas de carácter, lúdicos, festeros, patrios, religiosos o reivindicativos; tales como santorales, onomásticas, ferias, romerías y conmemoraciones de hechos importantes y trascendentales.
Pero todo este preámbulo, me lleva a situarme y al mismo tiempo a situarles a ustedes también en el día internacional de una de las celebraciones, que considero más importantes, dentro de todas las que se pudieran reseñar de las citadas anteriormente. Y como no, me estoy refiriendo al pasado día 23 de Abril -Día internacional del libro- así decretado por la Unesco.
Día que a la vez que se conmemora los 400 años del fallecimiento de uno de nuestros más ilustres escritores, D. Miguel de Cervantes Saavedra, universalmente conocido por su obra cumbre, el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Libro que juntamente con la Biblia sea probablemente uno de los más conocidos y más leídos.
Libro que en cierto modo nos recuerda el pasado, la manera de hablar el castellano añejo y el que seguramente mejor describe tal vez, el carácter, el espíritu y la hospitalidad del caballero andante español, que generosamente entrega todo espiritualmente, sin pensar realmente si dispone físicamente de lo que promete.
Pero no es mi propósito hablar del Quijote o de Sancho Panza ni de Dulcinea del Toboso, de los Molinos de Vientos o de la Ínsula Barataria, sino del ‘libro en general’ y del libro en sí mismo.
Y no cabe la menor duda que la aparición de la imprenta -fue un gran invento- que permitió trasladar la palabra escrita y todo el pensamiento del saber humano recogido desde el pergamino -a los libros- incluso hoy hemos pasado de aquel pergamino al libro electrónico. En resumen a ese maravilloso medio de comunicación, de información, de enseñanzas y de consultas tan cómodo además, que se puede llevar en el bolsillo.
Por tanto en los libros (en los buenos libros) encontraremos siempre la mejor respuesta y la mejor manera de instruirnos y de adquirir conocimiento, información y cultura. Y así considerado el libro es el mejor viajero que nos puede acompañar o encontrarnos en el camino y en el transcurso de nuestra efímera vida.
En los libros encontraremos no solamente todo el compendio de la historia de nuestra existencia, sino también todo lo que necesitamos saber a todos los niveles para desenvolvernos en la vida como buenos profesionales y como personas de bien.
Hay quien dice que el que posee buenos libros tiene el mejor de los tesoros. Y otros avalan que un buen libro equivale incluso a ser considerado también como el mejor de los amigos.
Y creo que no solamente constituye el mejor amigo, sino la mayor y más silenciosa compañía. Su lectura nos puede proporcionar los momentos más deliciosos, felices y apasionantes de una jornada dedicada a leer un libro en la que quizás -mientras tanto lo leemos- no echemos de menos a nuestro lado, al menos en ese momento, la presencia física de una persona aunque ésta sea la más íntima o la más familiar y querida.
No obstante, no podemos perder de vista qué, estas circunstancias sólo la encontraremos en tanto en cuanto, hayamos seleccionado el libro más adecuado a nuestros gustos y necesidades; porque tampoco podemos olvidar que existen libros contrarios y mal intencionados.
Y para ello el gran teólogo universal, Tomás de Aquino, y nada sospechoso en cuanto a su identidad religiosa, tenía su respuesta y decía: que había que leer todos los libros -los prohibidos y los no prohibidos- y luego sacar sus propias conclusiones. Sabia fórmula o quizás la mejor recomendación para saber discernir la conveniencia o no de seguir por el camino recto y mejor considerado, que por otros menos inciertos y desorientados.
No es fácil escribir un libro en general y mucho se ha dicho de sus bondades y de sus grandezas. Un libro puede ser aburrido para unos y apasiónate para otros. Pero para los amantes de la letra impresa, todos tienen su valor, todos tienen un algo que inspira respeto y merecen sobre todo: el cariño hacía él y hacia su autor.
Por eso existe la costumbre de organizar las ‘Ferias del Libro’ para poder comprar y/o regalar un libro. Regalar un libro puede que sea algo pequeño en continente pero grande en contenido, que desde nuestro lugar preferido de estar, nos haga vivir aventuras fascinantes, disfrutar de sensaciones inimaginables o revivir tiempos pasados.
En definitiva regalar un libro -sea o no el día del libro- constituye un gran tesoro y si usted, querido lector, ha tenido la paciencia de llegar hasta aquí, habrá podido observar, que me apasionan los libros. Sí, así es y le diré más: disfruto comprando libros, pero especialmente más me llena de gozo y satisfacción ‘regalarlos’. Y a propósito de regalar un libro, propongo: ¿no será mejor regalar un libro a un isleño, cuyo autor sea otro isleño, que además hable y bien de La Isla? DIARIO Bahía de Cádiz