Decía Pascual Serrano[1] que a veces, para ser verdaderamente demócrata (deporte de riesgo en esta nación), a veces hay que reconocer que la gente con la que convivimos día a día puede estar equivocada. Y no de manera individual, sino a nivel colectivo. ¿Qué si estamos defendiendo a gran escala la cobardía, el desecho de opiniones televisivas? ¿Y si repetir elecciones no es sólo una posibilidad, sino una obligación moral?
Una vez depositado nuestro voto delegamos nuestra actividad política en personas extrañas a nosotros, en partidos políticos que tienen su propio programa, sus propias condiciones. En eso consiste el parlamentarismo representativo: en que nos representan. Votar es como firmar un contrato, sólo que ese contrato implica la vida de nuestros semejantes. Como tal, lo que ocurra tras las bambalinas, si bien es nuestra responsabilidad, no depende de nosotros.
Y pactar no viene implícito en ese contrato. No podemos culpar a nadie, no podemos tachar de irresponsables a políticos que tienen ideología propia y que, muy evidentemente, no están obligados a pactar con personas de ideología contraria. No hay bien común entre partidos que entienden el bienestar de maneras distintas. Se sobreentiende que cuando la ciudadanía vota a determinado partido está de acuerdo en que no es necesario co-gobernar ni apoyar a partidos que, de facto, no han votado.
Es una cuestión de coherencia, por tanto, que se repitan elecciones a cualquier coste. No es de recibo, no es correcto, anteponer el argumento de que estamos en crisis, hay que ahorrar. Si quisiesen ahorrar dinero de verdad no deberían votar a organizaciones corruptas como el Partido Popular. Decían los antiguos atenienses que la Democracia, la libertad de palabra y la igualdad de derecho, son la máxima de la sociedad. Sólo eso hará feliz al demós, al pueblo reunido. Es necesario garantizar que la política se ejerce libremente y con gran sentido de la responsabilidad, y eso no atañe sólo a los políticos.
Por tanto, no deberíamos lamentarnos del coste de nuevas elecciones y del increíble y tormentoso sufrimiento de meter un papel en una urna cada cuatro años. Antes bien, deberíamos celebrar que este tipo de fenómenos históricos nos fortalecen democráticamente, que es exactamente el mensaje contrario al que los medios de comunicación nos abogan. Porque ellos no quieren que celebremos que nos mantenemos distantes pero de acuerdo. Quieren que les exijamos que pacten, porque eso refuerza su postura… años y años. Repetir las elecciones no es sólo votar de nuevo: es replantearse la política, cuestionar la opinión, revelar intenciones.
La política es un arte, una obra por esculpir. Y esculpir es quitar lo que sobra a base de golpes. DIARIO Bahía de Cádiz Pablo Alías
[1] http://pascualserrano.net/es/noticias/y-si-la-gente-no-tiene-razon/