Estas una noche de febrero con tu cartel, preparado en una callecita para cantar a un grupo de buena gente, las cervezas rulan, das un par de golpes y empiezas el repertorio, la cosa va bien, el público coge los chistes, pero en un giro de cabeza fijas tu vista en uno de los presentes, impasible, con expresión de funeral, ¡la has cagado chaval!, has caído en las garras de un ser al que cualquier carnavalero teme, un ente del que solo se habla entre susurros, el Caraca Rajo: un humanoide que se alimenta de la frustración del callejero, una especie de chupacabras que solo aparece por febrero y se camufla entre los aficionados.
Un ser terrible, muchos son los carnavaleros que han experimentado el terror ante su turbadora presencia, los mejores expertos de la criptozoología lo catalogan a la altura del Yeti, Nessie o el Lobisome, pero parece que por sus hábitos está más cercano a los Vampiros Psíquicos.
No se sabe a ciencia cierta dónde habita, lo que sí es seguro es que odia la fiesta, en algunos locales de ensayo han aparecido ruinosos documentos donde se especula con que su creación es debida a un trauma ante la fiesta grande de mi ciudad, pero no aclaran si era un gaditano que acabó hasta los mismísimos de soportar a una agrupación que ensayaba al lado de su casa o bien un guachisnay que se vio obligado a acompañar al amor de su vida un sábado de carnaval para ver cómo esta se enrollaba con un comparsista en la carpa. Ante tal herida y como venganza, en la semana de carnaval se mezcla entre el público y pone su cara inalterable, ya puede estar cantando el Yuyu en primicia un cuplé que después pasará a la historia, que él no soltará un esbozo de sonrisa, pero sus ojos, sus temibles orbes te miran fijo, no pierden un detalle de la actuación y calándote el alma.
Una vez que caes presa de él, no hay escapatoria, ya no darás una a derechas, solo tendrás ojos para él, su impasividad te abruma, los compases se equivocan y las letras aprendidas al dedillo tras meses de ensayo saldrán equivocadas de tu boca. Él se alimenta de las risas que no brotaron, de la desesperación de una letra, de la actuación perdida. Desesperado intentas acelerar la actuación para terminar cuanto antes, la gente se irá, alguno te dirá “has mascado mucha letra está poco ensayado”, no venderás ni un libreto y contemplaras su giro despacio, casi ceremonial, buscando a otra víctima.
Pronto se acercará febrero, guardaos bien del Caraca Rajo, ya que nunca se sabrá por qué mierda no se queda en su casa, pero él si conoce sus motivos. DIARIO Bahía de Cádiz