12 de Octubre, día de… algo. No se sabe exactamente de qué, pero yo no voy a hablaros de esto. Me resultaría aburrido y arrogante pretender sentar cátedra sobre el sentido de la Hispanidad, asunto del que ni siquiera la RAE saca conclusiones, ni voy a enarbolar la bandera de la resistencia indígena: primero, porque los latinoamericanos lo hacen muy bien ellos solos; segundo, porque me gusta mirar las cosas en conjunto, y ello incluiría el tráfico de esclavos negros africanos o condenar, igualmente, a las élites indígenas colaboracionistas con Castilla. Muy complejo, en fin. Lo que me gustaría poner sobre la mesa es el sentido de celebrar que nosotros somos nosotros. De alguna manera el 12 de Octubre podría ser interpretado como una reivindicación identitaria, pero me siento tentado a pensar que quienes lo celebran adolecen de una gran falta de autoestima y una muy alta ignorancia.
Decía el Ministerio de Defensa que es día de “sacar la bandera que nos representa”. Muy bien, entonces yo sacaré la bandera republicana, que es española. Y mi amigo vasco sacará la independentista que, según el griterío de los constitucionalistas, también lo es. No, no, ellos se refieren específicamente a la bandera constitucional, a la del escudo de la Casa de Borbón. Esa es la que, al margen de que lo aceptes o no, te representa democráticamente como español, la que monopoliza todo el significado. Ni siquiera los sistemas liberales monárquicos europeos hacen eso.
Pero no se queda ahí: la demostración de esa vaga realidad que es lo hispano, ¿desde dónde se enfoca? Porque podríamos noblemente representarla a través de las artes y las letras, inaugurando monumentos a nuestras más señeras autorías internacionales; podríamos inaugurar pabellones con obras de arte para llamar al turismo europeo a nuestra capital; podríamos, en fin, dedicar jornadas en las universidades a repasar nuestros logros científico-tecnológicos de mayor alcance. Pero nada de eso se hace, sencillamente porque para ellos eso no es hispano.
El hispano no piensa. Cree. Tiene Fe, tiene confianza en sus gobernadores y ahora pretende despertar la confianza en los Mercados. Para nosotros, celebrar que somos españoles es llenar el parque de tanques, en vez de columpios, adonde llevar a nuestros hijos. Lo es pasear por la calle Real, por delante de la Iglesia Mayor y llegar hasta la Plaza de España, acompañado de tropas de infantería. Eso, queridos compatriotas, son armas, con las que se extrae el último aliento a las personas. Están diseñadas para borrar otras patrias del mapa, ¿y pretendemos que eso sea la seña de identidad de la nuestra?
Además de todo ello el buen español debe estar orgulloso de serlo. De la misma manera que una planta se enorgullece de su maceta sólo porque ha ido a parar a esa y no la de enfrente, ¿no es así? Sin pretender hacer nada más, únicamente pasearse todo engalanado simulando que no está en paro para que sus familiares y otros desconocidos hablen bien de ellos. El buen español se vanagloria de estar en la misma foto con algún maniquí eclesiástico, por nuestras innegables reminiscencias feudales: la política aristocrática, el ejército protector y la Iglesia vigilante.
El 12 de Octubre podría ser un gran día, pero es el día de la vergüenza. El día en que nos recordamos hasta dónde podríamos haber llegado, y dónde estamos. DIARIO Bahía de Cádiz Pablo Alías