“Sé hombre, sé justo, y admite que, encima de la ambición, de la intriga y del odio, está la Patria, está la eternidad del pueblo, y que ahí debemos encontrarnos siempre, aún si no estamos siempre de acuerdo”. Ion Antonescu.
Deberemos reconocer que, aunque tarde para algunos, el señor Mariano Rajoy ha sabido coger el toro por los cuernos en este desgraciado y penoso tema del separatismo catalán. Se ha desperezado, se ha puesto el uniforme de Presidente del gobierno en funciones y ha empezado a poner en marcha la maquinaria del Estado para frenar, primero, y extirpar, posteriormente, este cáncer maligno que amenaza entrar en metástasis, que es el impresentable desafío contra la unidad de la nación española, que están intentando llevar a cabo una serie de personajes que, con malas artes y peores procedimientos, ignorando las leyes españolas y despreciando al resto de la nación, buscan poner en marcha un proceso constituyente para llevar a Catalunya a una futura independencia del estado español. Vano intento, pero peligroso para la estabilidad del país.
La llamada a los líderes del PSOE, señor Sánchez y del partido de Ciudadanos, señor Ribera, ha sido un gesto acertado dentro del espíritu de la más pura democracia, para aunar posiciones, constatar diferencias y adoptar medidas acordadas, para hacer frente a esta grave amenaza para la integridad de España y de sus ciudadanos. Y todo esto teniendo en cuenta que estamos a poco más de un mes de las elecciones legislativas y que, todos los partidos están afilando sus espadas dialécticas y sus propuestas de cambio, para presentarse a las mismas en las mejores condiciones y con el apoyo de la mayor parte de ciudadanos que consigan atraer. Aquí es, precisamente, cuando la tentación de desmarcarse del actual gobierno es más fuerte, cuando todos pretenden alejarse de las teorías de sus adversarios políticos haciendo resaltar la bondad de sus ofertas; cuando más se puede constatar el grado de patriotismo de cada formación política; la fidelidad a la Constitución y la postergación de cualquier interés legítimo partidista, para formar piña cuando la nación esta en peligro, como es el momento actual en el que Catalunya amenaza la unidad del territorio español.
Es lógico que, ante una situación tan grave como la actual, el presidente del Gobierno quiera tener el mayor apoyo posible para no actuar sólo cuando, precisamente, se tienen que poner en práctica una serie de medidas legales, algunas muy excepcionales, para vencer el peligro de que los secesionistas pudieran lograr su objetivo apelando al procedimiento de los hechos consumados. El señor Rajoy hace bien en hacer que el resto de partidos del arco político se retraten, se manifiesten abiertamente y, si es posible, se comprometan a formar una muralla inexpugnable para enfrentarse a un problema que, por su dimensión, por su repercusión en la economía española y por el mal efecto que causaría, si llegara a triunfar, en las cancillerías del resto del mundo; es preciso atajar antes de que sea imprescindible arbitrar medidas de mayor enjundia, como pudiera ser la aplicación estricta del Artº 155 de nuestra Constitución o en su caso, no nos olvidemos de su existencia, el Artº 8 de la misma…
Y en esta serie de entrevistas, propiciadas por la Moncloa, deberemos resaltar la que tuvo lugar con el líder de Podemos, señor Pablo Iglesias que, previamente, se había manifestado dolido al pensar que quedaría excluido de esta ronda de consultas. Evidentemente, el ser convocado para despachar con el Presidente del gobierno le cogió con el pie cambiado y, en el poco tiempo que ha tenido para poder preparar una respuesta adecuada a la petición de una acción conjunta, es posible que no le haya quedado trecho suficiente para discurrir una postura equívoca que le permitiera salir del trance de una forma más airosa que la que ha tenido que adoptar, en su cambio de impresiones con Rajoy. Evidentemente, se ha retratado al insistir en la facilona excusa de que se le debía permitir a Catalunya el socorrido latiguillo de “el derecho a decidir” .Para este señor no parece que le haya entrado en la mollera, de la que presume tener bien amueblada, que ya se han producido unas votaciones, que los mismos partidos separatistas calificaron de “plebiscitarias”, en las que ha quedado evidenciado que el número de los que votaron a favor de los que defendían la independencia no ha pasado del 47%, cuando el de los que votaron por partidos constitucionalistas y contrarios a la independencia de Catalunya, consiguieron una holgada mayoría de un 53%. ¿Cuántas consultas más se han de producir en Catalunya, que ya llevamos 3 en poco más de un año, para que se convenzan de que la mayoría prefiere quedarse bajo la protección de España, aunque en muchos de ellos su catalanismo les impulse a pedir un trato financiero mejor para su autonomía.
Es muy probable que, el señor Iglesias, con su postura (por otra parte poco común en el comunismo internacional, que nunca ha sido partidario del separatismo) haya conseguido congraciarse con algún sector de la ciudadanía catalana pero, evidentemente, serán más los que, en el resto de España, van a reprocharle su antipatriotismo y su entreguismo interesado por conseguir algunos votos dentro del territorio catalán. Todavía quedan algunos partidos de menor entidad en cuanto a su representatividad entre los que, con toda seguridad, habrá bastantes ( los de las izquierdas más extremistas y los que conviven con el soberanismo vasco y catalán) que van a rechazar la propuesta de Rajoy pero, algunos, como UPyD de Rosa Diez, aunque en una situación de suma precariedad en cuanto a sus expectativas en la legislativas de Diciembre; van a dar su respaldo a la actitud firme propuesta por el Ejecutivo para frenar la posible extralimitación de funciones y traición a la patria de los separatistas del señor Mas, Junqueras, Romera de la CUP o la flamante presidenta del Parlamento catalán, señora Forcadell; todas ellas condenadas al fracaso y, si la ley todavía existe en España, sus promotores van a tener que rendir cuentas ante la Justicia por haberse atrevido a desobedecer la legislación española, con su ataque directo a la democracia.
No queremos mirar atrás ni creemos que sean tiempos de pedir explicaciones ni sacar a relucir los trapos sucios de nuestros políticos; pero es obvio que, si lo que se está haciendo para conseguir un frente unitario en contra de todo intento de dividir nuestra nación, se hubiera decidido hace uno o dos años, es muy posible que la nación se hubiera ahorrado mucho dinero, los ciudadanos se hubieran evitado muchos sobresaltos y la incertidumbre, que la actitud de los catalanes, pueda haber provocado en las naciones de la UE o en los países con los que mantenemos relaciones comerciales del otro lado del Atlántico, no se hubiera producido y, una cierta retracción en las inversiones que nos venían llegando desde el extranjero, ante el temor de que la cuestión independentista pudiera provocar un parón, como de hecho se ha producido, en pequeña medida, en la economía española; no les hubiera hecho mantener una postura de stand by a la espera de ver como se resolvía esta situación.
Lo cierto es que urge resolver todas las cuestiones internas que, en estos momentos, amenazan con dar al traste con nuestra incipiente recuperación económica; que puedan significar que la demanda interna vuelva a contraerse y que nuestras empresas, ante la amenaza de gobiernos poco seguros, de experimentos comunistoides o de aventuras de tipo intervencionista, que representen el consabido aumento de los impuestos y obstaculización de las iniciativas privadas. España tenía ante sí una clara perspectiva de progreso que ya se iba notando, cada vez con más fuerza, en los pedidos de nuestras empresas, en las inversiones extranjeras, tanto en bolsa como en proyectos industriales, y, lo que resultaba más alentador, en la creciente demanda de trabajo que venía produciéndose desde hace ya unos cuantos meses. Todo ello se puede ir a pique si nos empeñamos en tirarnos piedras a nuestro propio terrado, si seguimos mintiendo interesadamente, afirmando que estamos peor que nunca, como lo hacen algunos insensatos de la izquierda y si nos emperramos en solventar nuestras diferencias mediante los métodos que, desgraciadamente, se han usado en este país para resolver las cuestiones: a trompazos.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, estamos temblando ante la posibilidad de que, todo lo conseguido con el sacrificio de los españoles, se tire por la borda por contentar la inquina de algunos que maquinan contra el orden, el respeto a las leyes o la unidad de nuestra nación. DIARIO Bahía de Cádiz