“Ay de los pueblos gobernados por un Poder que ha de pensar en la conservación propia”. J. Balmes.
No es eso, señores del PP, lo que nos prometieron para que los votáramos ni, tampoco, lo que nos han estado diciendo, hace apenas un mes, cuando nos explicaban que la época de recortes y de sacrificios estaba tocando su fin.
Es posible que los ciudadanos hayamos perdido la facultad de razonar y, acaso, los años que llevamos de crisis nos hayan convertido en ineptos totales para poder entender a quienes nos gobiernan, a quienes elegimos pensando que iban a llevar a cabo unas políticas distintas a las que nos sometió el PSOE durante los 7 años en los que estuvo “desgobernando” el país. El caso es que, por las causas que fueren, unas quizá justificables y otras desde ningún punto de vista tolerables por lo que han supuesto de engaño, de desvergüenza, de deslealtad y de tomadura de pelo para los que votaron al PP del señor Rajoy; nos encontramos en el último tercio de la legislatura sin que ni una sola de las promesas que se nos hicieron para que escogiéramos la opción de los populares se hayan cumplido; antes bien, tenemos que reconocer que, con toda seguridad, un gobierno socialista no lo hubiera hecho peor.
Han quedado en el tintero medio vacío de la nada todo lo referente a la modificación sustancial de la ley socialista del aborto cuando, incluso la versión descafeinada que había propuesto el ex ministro Gallardón, ha sido arrinconada sine die por una formación que recogía entre sus principios básicos la defensa de la vida, la protección del nasciturus y la adopción de medidas especiales de ayuda a las madres gestantes para que no pudieran alegar que carecían de medios para enfrentarse al cuidado de sus hijos. En el tema de la ley que protege a los sectores de gays y lesbianas, especialmente aquellos que les permiten contraer matrimonio equiparable al de los heterosexuales y la posibilidad de adopción de hijos, parece ser que, quizá debido al sector homosexual que parece que existe dentro del partido, no sólo no se ha tomado medida alguna, sino que hasta parece que están en la acera de enfrente en cuando a mantenerles todos los privilegios que han conseguido, tanto que, en algunos casos, parece que están mejor considerados que el resto de ciudadanos heterosexuales.
Ahora, cuando parece que se ha conseguido una leve mejora para la economía española, cuando se nos han venido anunciando que España estaba progresando y que se avecinaban mejores tiempos en los que no serían precisos tantos sacrificios para los españoles; aparte de encontrarnos con verdaderos pozos negros de desvergüenza, sinvergonzonería, abuso de poder, descaro y fraude a cargo de una serie de señores que tenían la obligación de dar ejemplo de honradez, que estaban ocupando cargos de responsabilidad, bien retribuidos, en las finanzas, en la política y en los sindicatos; presuntamente para encargarse del bienestar del pueblo y de erradicar la pobreza derivada de una crisis que, al parecer, todavía está lejos de finalizar; nuestro ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, señor Montoro, contrariamente a lo que nos habían prometido para la anunciada reforma fiscal, nos anuncia que este “sistema fiscal más equitativo” que debía hacerse (lo que suponía que los que más tuvieran pagaran más) no va a parecerse en nada a lo que todos esperábamos.
Parece que el señor Rajoy y su equipo no van a tener en cuenta lo que, una encuesta del CIS, celebrada con posterioridad a la votación europea, dejó bastante claro lo siguiente: que los más fieles votantes, los que le salvaron de que el naufragio fuera todavía mayor y los que se sentían más cercanos al PP fueron los pensionistas en un 32,5%, directivos o profesionales en un 36,8% y los agricultores en un 37%. ¿Sorprendidos? No debieran, porque los mayores de edad, la clase media y las gentes del campo, no ven en el horizonte político otro sitio dentro de los partidos de centro o derecha en el que refugiarse ante esta horda de las izquierdas extremas en las que parece que han decidido sumergirse muchos ciudadanos, inducidos por la vana esperanza de que, en ellos, van a encontrar el remedio para las desgracias que nos han traído los vientos de crisis que hoy en día están azotando a la mayor parte del mundo civilizado o por civilizar.
Así pues el señor Montoro que a veces quiere parecer “chistoso”, no ha tenido mejor ocurrencia que, todas aquellas personas que antes de 1.995 hubieran adquirido inmuebles u otros activos y quisieran venderlos, por necesitar liquidez o por mejorar su poder adquisitivo ante la práctica congelación de las pensiones, se vayan a ver castigados con la aplicación de unos impuestos mayores. Ni que decir tiene que, salvo los que vendan su vivienda habitual para adquirir otra que la sustituya ( en este caso sólo se librará de tributar más la parte del importe de la venta que se entregara para pagar la nueva, ya que si sobrase algo también sería considerado base del impuesto) o que se opte por constituir un plan de renta vitalicia ( lo que se conoce habitualmente como un hipoteca inversa) por el que se cede la vivienda o bien un importante capital, a un banco o compañía de seguros y a cambio, se le concede una pensión de tipo vitalicio. Lo malo es que, en realidad, para que la cantidad mensual que se reciba a cambio sea lo suficientemente alta para ayudar a cubrir los gastos, se precisa o una vivienda muy bien valorada o la cesión de un montante de dinero o títulos muy elevado; algo que, en el caso de los ciudadanos de la clase media o inferior, raramente suele darse.
Resulta absurdo el que el Gobierno fomente este tipo de planes de pensiones vitalicias ya que, lo mismo o más puede conseguir quien venda su vivienda a un precio razonable y después, a cargo del importe de la venta, vaya detrayendo cada mes una parte para ayudarse a completar su pensión. Incluso puede hacer lo mismo que hacen los bancos y compañías de seguros, que es intentar invertir parte del sobrante para conseguir alguna ganancia adicional sin tener que alimentar la habitual avaricia de las entidades de crédito. Un impuesto añadido, un nuevo obstáculo para aquellos ahorradores que han intentado, invirtiendo en viviendas o en valores de bolsa, asegurarse un complemento para su futura vejez, algo que todavía resulta más sangrante cuando los que van a padecer el encarecimiento de sus ventas sean personas mayores, jubilados o enfermos, que se vean precisados, como consecuencia de los efectos de esta interminable crisis, vender alguna de sus propiedades para poder llegar a final de mes y atender a todos los dispendios, cada vez más gravosos, originados por las facturas de los suministros y consumos imprescindibles para poder vivir, aunque sea modestamente.
No es eso, señores del PP, lo que nos prometieron para que los votáramos ni, tampoco, lo que nos han estado diciendo, hace apenas un mes, cuando nos explicaban que la época de recortes y de sacrificios estaba tocando su fin. Tenemos la impresión de que, si el PP no empieza por librarse de las rémoras que han impedido que se ejecutara la verdadera política de derechas que propugnaban los fundadores del partido y no se lleva a cabo una renovación inmediata del equipo gubernativo, pocas posibilidades les van a quedar para conseguir ser reelegidos en unos próximos comicios. Una lástima, una verdadera lástima, porque la alternativa todavía será mucho peor. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos como el país, entre separatistas y ladrones, va camino de acabar siendo el túmulo en el que se entierren las pocas ilusiones que les quedan a los ciudadanos de buena fe. DIARIO Bahía de Cádiz