“Por bien que uno hable, cuando habla demasiado, acaba siempre por decir una necedad” A. Dumas.
Dicen que “una imagen vale más que mil palabras”, un proverbio chino que para los entendidos debería tener la siguiente traducción “el significado de una imagen puede expresar diez mil palabras”, sin duda más ajustada a lo correcto. Pero, si nos atenemos a la traducción vulgar que habitualmente se le da, deberíamos decir que: si sólo se contempla una imagen determinada sin más explicaciones ni aditamentos, sin duda se podría sacar una idea equivocada de aquello que contemplamos. Supongamos la imagen de un caballo, es cierto que veremos que se trata de un equino; comprobaremos sus colores, veremos la raza a la que pertenece, (eso ya sí si somos entendidos en el tema), su altura y su prestancia; pero nos faltaría situarlo en una época, ubicarlo en un lugar, conocer su edad, el uso que se le dio y si fue salvaje o perteneció a una persona determinada; es decir, podremos ver la imagen pero las circunstancias que situaron al caballo dentro de un contexto, una situación o unas circunstancias específicas, sólo las podríamos conocer si hubiera una explicación adicional, ya fuera oral o escrita, que nos informase del resto de datos que nos interesara conocer referentes a aquella imagen.
En estos días, en los que España está pasando por uno de sus momentos más inciertos y, en cierto sentido, dramáticos de su más reciente Historia; no faltan quienes quieren sacar provecho de su delicada situación, los que intentan destruir el sistema, menospreciar la democracia y pretender erigirse en falsos líderes de masas, simplemente valiéndose de sus dotes para explotar los problemas del pueblo en beneficio de sus propios intereses. Puede que, como ha sucedido en el caso de Pablo Iglesias, sus artes oratorias o sus conocimientos de la naturaleza humana le hayan proporcionado éxitos iniciales pero, a estos embaucadores de voluntades, como en épocas pasadas les ocurrió a otros revolucionarios y agitadores, sólo hace falta dejar que sus debilidades aparezcan y que se conozcan aquellos antecedentes o errores que permitan desenmascararlos antes de que puedan causar males irreparables al pueblo.
Ya, don Francisco de Quevedo y Villegas, allá por el siglo XVII, supo, en su obra “Vida del buscón llamado don Pablos”, denunciar a este tipo de enredadores, en el episodio en el que don Pablos, que se ha separado de su amigo Diego para dirigirse a Segovia, se encuentra en el camino a una serie de tipos singulares uno de los cuales, un arribista (un loco repúblico y de gobierno) está convencido de conocer los medios para enderezar el país y pretende aconsejar al Rey para que conquiste Amberes y luego ”secar el mar utilizando esponjas”. Algo parecido parece pretender este vidente sociólogo, Pablo Iglesias, cuando, prescindiendo del más mínimo sentido práctico de la realidad de España y del resto de países que pretenden salir de la crisis que hemos estado soportando; pretende resucitar doctrinas filocomunistas ofreciendo, a quienes tienen la paciencia de escucharlo, toda una serie de utopías y cuentos de la lechera, capaces de encalabrinar a aquellos ciudadanos que son incapaces de separar el grano de la paja, fáciles de dejarse engañar por estos charlatanes de feria.
Chocan sus declaraciones pretenciosas y ególatras, cuando quiere juzgar, peyoritariamente, el discurso de Jean Claude Junker en el Parlamento Europeo, en los siguientes términos: “me dieron ganas de decirle que nos fuéramos al cine porque ahí nos hubiéramos entendido mejor que hablando de política”, suponemos que la película que hubiera querido ver sería “El acorazado Potenmkin” (1.925). Una película de propaganda soviética en la que se ensalza el motín de los marineros contra los oficiales del Potemkin; unos hechos que fueron el principio de la serie de sucesivos actos revolucionarios por Odesa y el resto de Rusia.
Incurre en inexactitudes como la copa de un pino; como cuando sostiene que: “en España existe una deuda pendiente a la hora de reflejar acontecimientos de su historia más reciente”. No se referirá este señor a la filmografía de los últimos años, porque si es así demuestra que no sabe nada de cine o que miente a sabiendas. Veamos si citamos algunos títulos de los innumerables que podríamos mencionar: “Pregúntale al viento”, “Silencio Roto”, “El espinazo del Diablo”, “Maquis, la guerra silenciada”, “1939”, “Días rojos”, “Las trece rosas”, “ La mujer del anarquista” , “La buena nueva”, “Los caminos de la memoria”, “Pa negre”, “La voz dormida”, “Las maestras de la República» o, para finalizar “Balada Triste de Trompeta” citada por el mismo Iglesias. ¿Son suficientes o necesitamos añadir más? Hay que decir que, muchas de ellas, contaron con el apoyo del gobierno socialista del señor Zapatero. No creemos que los “acontecimientos de la Historia más reciente”, eso sí, convenientemente cargados de demagogia, hayan carecido de la divulgación de la que parece quejarse el señor Iglesias.
Es evidente que la auto estima del señor Iglesias ha llegado a límites en los que no le permite juzgarse, adecuadamente, a sí mismo y el empacho de “gloria” que viene padeciendo, le impide conocer los topes de su inteligencia; lo que le faculta para decir boutades del siguiente calibre: “Cuando veo a muchos de los diputados por los pasillos (del Parlamento de Bruselas) me dan ganas de mostrarles películas para explicarles las consecuencias de su política”. Vean, señores, lo que a mí me preocupa es que: un don nadie como él se pasee, representando a España, por el Parlamento Europeo y deje a nuestro país, con su verbo incontinente y mala educación, a la altura de cualquier república bananera; pongamos por ejemplo a Venezuela, a cuyo gobierno, este “ilustre” don Pablo, ha venido asesorando para ayudar a Maduro a poner mordaza a la prensa de la oposición, como, por cierto, está empezando a hacer el señor Correa en el Ecuador, cuando permitió que el presupuesto para propaganda del régimen aumentara en un 1.300% y lleva practicadas 800 agresiones contra la libertad de expresión en su país.
Claro que esto de los “asesoramientos” parece que le va muy bien al señor Iglesias porque, según dicen que presumió el año pasado, en una charla ante las Juventudes Comunistas de Aragón, de haberle montado “pollos” en su universidad (posteriormente negó haber participado en el escrache de la Complutentese contra Rosa Díez). Lo importante es que vayamos conociendo al sujeto y estar al corriente de lo que se esconde en lo que ha sido, hasta ahora, su etapa de comunista desconocido, al menos para una gran parte de la ciudadanía española. Es oportuno que conozcamos algunos puntos de esta ley “mordaza” que ha impuesto el señor Maduro, por ejemplo: 1) La comunicación pasa de ser “un servicio al público” a “un servicio público”;2) Nacen nuevos organismos de control; 3) se arrancan al sector privado mas de 800 frecuencias de radio y TV; 4) prohíbe la importación de piezas publicitarias extranjeras; 5) El 60% del contenido audiovisual emitido de 6 A.M a 6 P.M deberá ser producción nacional; 6) una de cada dos canciones emitidas sea producida, compuesta o ejecutada en el Ecuador y, entre otras obligaciones, las emisoras privadas que no emiten anuncios quedarán obligadas a interrumpir programas para incluir mensajes gubernamentales.
Ya es hora de que caiga la venda que cubre los ojos de los votantes del señor Pablo Iglesias y se den cuenta de que, detrás de tanto pavoneo, no hay más que otro de los comunistas estalinianos, que pretende hacerse con el poder en España. O así es como, desde la óptica de un ciudadano de a pie, le vemos la oreja al lobo comunista.