Cada vez que este periódico celebra un aniversario yo celebro uno mío particular: el de mi primer y por ahora único encuentro con Manuel Rubio, Don Manuel Rubio, que apareció en el verano de 2014 por el centro cultural Reina Sofía, en Cádiz, donde pronuncié unas palabras de felicidad que el director de DBC, Dany Rodway, tuvo la deferencia de encargarme, dedicadas a un medio de comunicación verdaderamente independiente. Estábamos nada menos que en el décimo aniversario del nacimiento de DBC y llegar a esas alturas con escasos apoyos es una heroicidad. ¡Qué paradojas! En la democracia –o lo que sea esto- la prensa alejada de los grandes grupos mercantiles y de los sectores políticos se las ve y se las desea para subsistir.
Detrás o junto a Don Manuel venía una mujer de edad mediana con melena abundante, casi rubia, rizada e imposible de ignorar, que cuando la tuve más cerca me obsequió con una mirada de sus ojos claros, vigorosos como la cal de la catedral de Cádiz y en esos momentos misteriosos para mí. Una especie de Janis Joplin pero de talante pausado o de Vanessa Redgrave en su esplendor que dejaba el protagonismo en manos de Don Manuel, se apreciaba con claridad que ella deseaba que ese día el protagonista fuera nuestro columnista, el hombre que, como afirmó Rodway en este mismo diario, desde que se le encomendó una cita semanal con los lectores nunca faltó al encuentro durante los años que estuvo al frente de su sección.
Aquella mujer era su hija María Dolores. Nada más entablar mi primera y por ahora única charla con Don Manuel comprendí que estaba ante un hombre sensible a los que hay que aplicar aquello –tan ignorado en la actualidad- de callarse cuando habla el que más sabe porque me hallaba frente a un testigo de la historia de España más reciente que me hizo saber que él vivió en aquel lugar cuando era sede del Gobierno Militar de Cádiz. Me indicaba desde dónde vio sus actividades y comprobó el paso de los años, se lamentaba de nuestra guerra civil y me narraba lo que su familia hizo para aminorar ese clima de tremenda revancha contra el bando vencido.
Don Manuel, cuando se ha sentido con pocas fuerzas, ha decidido retirarse a su trinchera como hombre sabio que es (“uno se vuelve sabio irremediablemente”, escribió Mario Benedetti y canta Serrat). Desde su retiro, como Antonio Machado, espera otro milagro de la primavera y medita, ligero de equipaje, al tiempo que se aplica aquella máxima de la familia del conde italiano Vicenzo Torlato-Favrini, uno de los personajes de la película “La condesa descalza”, de Ava Gardner: “Lo que ha de ser, será”. He conocido una carta en la que nuestro protagonista –granadino de nacimiento, gaditano de adopción- confiesa: «Toda actividad en la tierra tiene un principio y un fin, que hay que saber asimilarlos».
No sé si a Don Manuel le gusta la fiesta de los toros, a mí no me entusiasma pero la he estudiado en un máster que cursé en antropología. Al margen de ceremonias, lo más auténtico que veo en ese ritual y que sí me emociona es la postura del animal más digno que conozco: el toro bravo, que lucha hasta el final y, cuando comprueba que sus fuerzas van abandonándolo, él solo se va hacia las tablas y se echa sobre el albero. Las personas como Don Manuel me recuerdan esta escena.
Los ciudadanos como Manuel Rubio que en lugar de acomodarse en un sillón prolongan la juventud hasta que el cuerpo aguante y se colocan ante un papel o ante la pantalla del ordenador a redactar versos, obras de teatro, artículos periodísticos, memorias…, en un momento en el que los jóvenes con frecuencia envejecen antes de tiempo y se niegan a transgredir, es decir, a contribuir al avance de la Historia, esos seres humanos como Manuel Rubio me resultan envidiables y yo deseo adquirir el valor que ellos atesoran.
Tengo algo en común con Manuel Rubio. Comencé en esto del periodismo escribiendo cartas al director y luego pasé a la sección de opinión y desde entonces (primeros años setenta del siglo pasado) hasta ahora, unos quince años en la profesión y este año de 2016 cumplo mis bodas de plata como profesor de periodismo en la Universidad de Sevilla. Cómo ha pasado el tiempo, sin darme cuenta, y eso que es bastante menos que el que ha transcurrido por las retinas de Don Manuel pero ojalá tuviera yo su filosofía a la vez epicúrea y estoica.
Ya sabemos de sobra la frase de Bertolt Brecht: los hombres que luchan toda la vida son los imprescindibles. Me parece que Manuel Rubio es uno de estos hombres que lucha incluso desde su trinchera socavada por los años, que piensa y siente desde ella y eso y querer superarse día a día y saber retirarse a tiempo también es una batalla y una victoria, en un entorno en el que se encuentra su compañera Lola que lleva a su lado la friolera de cincuenta y cinco años o más, con la que ha tenido ocho hijos.
Con uno de ellos, con su hija María Dolores, mantengo una amistad especial. Quién puede esquivar unos ojos y unos cabellos como los de María Dolores que, a poco que te descuides, te atrapan como a una mosca, víctima de una telaraña de seda. He paseado por Cádiz con María Dolores, qué gran ciudad universitaria sería Cádiz, cómo puede estar tan ignorada una ciudad con unas raíces tan hondas, con unas calles tan seductoras y con un mar tan amante del sitio que lo acoge. Manuel Rubio y María Dolores –en la que se capta algo o mucho de la filosofía de vida de Don Manuel- han refrescado el deambular de este plumilla que ahora termina su texto. Tal vez sea porque tanto el uno como la otra conservarán siempre ese manantial de energía que les llega desde el saco de la bahía de Cádiz cuya luz ilumina la trinchera desde la que Manuel Rubio espera que sea lo que tenga que ser. DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig
Gracias! por las palabras que le ha dedicado a mi padre…es y será todo un personaje.
Ramon Reig, tu articulo sobre Manuel YRubio Cervilla es magistral, como describes tan minuciosamente bien el saber de un hombre sorprendente, al que yo he tenido el placer y el honor de conocer personalmente, y de leer sus dos libros, uno de cuentos que , si la portada es colorida y llamativa, el contenido es magnifico, cuentos de verdad, de los de siempre, aventuras y emociones muy bien contadas.
Y el otro dia me regalo su otro libro, ¡¡¡¡vaya tesoro de novela !!!, una autentica joya, que me deja boquiabierta, el estilo de narracion que tiene, el vocabulario tan escogido , tan selecto y unico, y todos los matices historicos que te situan en esa epoca de la novela tan bien llevada.
Yo, como Reig, me callo para dejar hablar a Manuel, que es un señor culto donde los haya, guapo el que mas,alto y erguido, de andar elegante, y amable y cercano, como solo las personas muy inteligentes lo son.
Mi agradecimiento hacia su literatura, y hacia su gran legado familiar, ocho hijos maravillosos , creativos,artistas, extraordinarios —solo MDolores ,¡¡¡¡¡ ya vale millones !!!! —, y que junto a su exquisita y elegante mujer, Lola, alegran la vida y la hacen mas original y unica.
Te quiero Manuel, a ti y a tu prole magnifica.
Gracias por ese« culto existir». MLUISA
Que maravilla, que palabras más cálidas hacia mi padre y mi persona, me llenan de felicidad.
En estos instantes, esta en una cama del hospital, consumiendo la poca vida que le queda, con el calor de la llama de nuestro amor,aun así es muy triste esta despedida.
Ha decidido estar consciente en todo momento,para tener estos últimos instantes en sus manos
UN ABRAZO FUERTE.Yorocobu
Tu hija Maria Dolores.
Para el alma de un niño que nunca llego a envejecer. ¡Papi te quiero!