Se han producido demasiadas disfunciones en los últimos tiempos, señal de que la sociedad aún no está totalmente adocenada. El poder y sus medios de comunicación han visto cómo no les ha funcionado el mensaje que pretendían convertir en realidad a pesar de la unanimidad con que la orquesta mediática ha actuado. La opinión pública, en estos casos, no ha sido la opinión publicada, en contra de lo que suelen estar acostumbrados en las articuladas altas esferas.
Qué bien engrasada estaba la maquinaria del poder cuando en 2005 nos hicieron votar la llamada constitución europea. Sin embargo, Francia y Holanda dijeron no. Leí aquel texto y básicamente era un salvoconducto para la libre circulación de capitales y una postración ante la maquinaria militar de Estados Unidos. Los franceses dijeron no, entre otros motivos, hartos, ya por entonces, de la deslocalización de las grandes empresas, uno de los motivos que ha encaminado el voto hacia Le Pen o que ha llevado a Trump a la Casa Blanca. De todas formas, luego, ya sin referéndums, ese poder real firmó el Pacto de Lisboa que era casi como colar aquella “constitución” por la puerta de atrás.
En 2016 los colombianos tumbaron el Acuerdo de Paz con las FARC, impulsado por su presidente, Juan Manuel Santos, aunque con el 62,5 por ciento de abstención, mientras que Inglaterra le decía adiós a la Unión Europea con su brexit y en los EEUU Trump nos daba la sorpresa. La maquinaria mediática –obedeciendo órdenes de sus dueños- había apostado por el acuerdo de paz, contra el brexit y a favor de Clinton. La Mesa Redonda Europea de Empresarios Industriales (ERT, por sus siglas en inglés), que aglutina a 51 de las multinacionales industriales y tecnológicas más importantes del continente, se pronunció en contra del brexit. A Clinton la apoyaron multinacionales mediáticas y magnates conectados a ellas como Carlos Slim (accionista de The New York Times), James Murdoch (Fox), Thompson Reuters, Google, Time Warner, Comcast, NBC Universal, The Hufftington Post Media Group o Steven Spielberg.
Pero los ciudadanos dijeron “no, vamos a protagonizar una disfuncionalidad”. Y ahora, a pequeña escala, Sánchez manda a San Telmo a Susana contra pronóstico y hasta un portugués llamado Salvador Sobral aparece con su piano y le demuestra a la TV que la gente no sólo quiere humo, cohetes, luces y coreografía barata sino música, sólo música.
Está pasando algo muy serio pero los medios de comunicación no quieren enterarse. Hace tiempo que van detrás de la Historia. DIARIO Bahía de Cádiz