Desde mucho antes de que empiece la dilatación, en el proceso del parto, ya está diseñado uno de los objetivos que nos imponen, pasar lo más desapercibido posible en la vida, que no se note, o que se note lo menos posible que estamos, que somos. Más tarde, la escuela será la encargada de afianzar y fijar este vivir dejando la mínima huella. Como si de una tragedia grieta se tratara, el futuro será lo que debe ser, y no podemos intervenir en el mismo, sólo somos sujetos pasivos a los que la historia llevará de aquí para allá, sin rumbo, al menos sin rumbo manifiesto.
Este podría ser el esquema del relato, y para este relato, nada mejor que lo que se puede denominar actitud light, descafeinada ante lo que nos rodea, ya sea lo más inmediato como lo más lejano. Se plantea cualquier situación con un mensaje: “la virtud está en la equidistancia”.
Ayer fue el aniversario de la muerte del dictador golpista, de Franco, misas, brazos en alto… y una perversión, “superamos una división entre los españoles, y se apostó por ni vencedores ni vencidos”, de un plumazo se escribe esta versión de nuestra historia, y equipara en esa equidistancia a torturados y torturadores, a asesinos y asesinados; ante nuestra historia guardamos un perfil de “baja intensidad”, pueden incluso convencernos de que es lo mejor, olvidar, enterrar en lo más profundo esta historia, nuestra historia, nuestra vida y nuestras muertes. Es en ese momento cuando, lejos de cerrar, las heridas supuran putrefacción, no importa, somos equidistantes. Todavía en estas fechas me acuerdo de la fachada del Casino Gaditano, el yugo y las flechas fachas en su fachada; ayer una esquela en el Diario nos recordaba que era veinte de noviembre, a un tal Franco y a un tal Rivera.
Cada poco tiempo una mujer se incorpora a la lista de asesinadas. Un minuto de silencio en las puertas de su ayuntamiento, todos juntos unidos por una cara de tristeza y aparente indignación, mientras más de uno mira de reojo el minutero del reloj que marcará el final del acto. Alguno siente que ha superado su machismo porque “ayuda”, cuando tiene tiempo, a su mujer en casa, todos saben que desde el mismo momento en el que acabe este minuto de silencio, comienza a contar el tiempo, poco, que nos llevará hasta el próximo minuto de silencio de nuevo. Algunos equidistantes no hablan de violencia machista, otros sin hablar, incluso “entienden” a estos asesinos, para la mayoría simplemente son anécdotas y miran a otra parte.
Como decía al principio, para esto nacemos, para esto nos educan, seamos grises, pensemos en gris, es aburrido, pero pasamos desapercibidos, casi no existimos, es lo que quieren, no les demos motivos. DIARIO Bahía de Cádiz