Hay una pequeña cuestión que parece que se nos está olvidando entre tanto ruido. Es una cuestión baladí, sin la más mínima importancia, parece ser, ya que no se menciona nunca ni preside o tan siquiera forma parte de debate alguno. Resulta que tenía yo entendido -corríjanme si me equivoco- que los derechos conllevaban deberes. Es así, como se lo cuento, y créanme que lamento darles este disgusto, pero es lo que hay.
También creía yo que cuando uno tomaba una decisión debía acarrear con las consecuencias y no hacer responsables a los demás de sus errores. Además en mi ignorancia supina, imaginaba que mi libertad acababa donde empezaba la de los demás.
Es más me había creído que nuestra transición de la dictadura a la democracia había sido ejemplar, y que la sociedad española de entonces, junto a sus políticos, había dado muestras de una gran madurez y de un alto sentido de Estado.
Igualmente pensaba y fui testigo, de que se votó una Constitución en 1978, en que una mayoría aplastante de mis conciudadanos eligió cómo querían que se articulara nuestro espacio común compartido.
De igual forma entendía que si no querías estar dentro de este sistema podías no estar, al ser España un país con todas las garantías de libertad y donde cabíamos todos. Lo que ya no me queda tan claro es cómo se puede estar fuera del sistema para las obligaciones y dentro para los derechos.
Lo que ya me cuesta más trabajo comprender es que toda la clase política sea corrupta, entera, sin excepción. Debe ser que yo no vivo en el mismo país que los demás. Debe ser que estoy equivocada cuando compruebo, por ejemplo, que los miles de millones que han robado de los fondos para la formación no los han robado los políticos. Han sido ciudadanos como usted y como yo.
Llámame rara si me extraño de que desalojados vecinos en lamentables situaciones, tengan una pensión de miseria porque han cotizado en toda su vida apenas tres años a la Seguridad Social. Debe ser que soy mala persona porque me da un poco de rabia pensar que mi padre cotizó más de cuarenta y se murió un año antes de llegar a la edad de jubilación.
A lo mejor soy insolidaria porque me parece indignante que mi amiga Isa haya renunciado a tener hijos, porque no puede mantenerlos, y se levante a las seis de la mañana para no dejar de estudiar la oposición, en este par de meses en que le ha salido un trabajito de cocinera. Ella no tiene ayuda ninguna porque no tiene un montón de hijos que alimentar. Hay que ver qué suerte tiene.
Debe ser que estoy mayor porque no jaleo a los míos cuando hacen estupideces y porque ya no sé quiénes son los míos. Creía que todos, pero cada vez creo menos. Me parece deleznable entrar a protestar en una iglesia quitándose la ropa en el altar, ofendiendo así gratuitamente a tanta gente y soy completamente atea. Me sorprende que una responsable de comunicación diga que lo de “Barcelona en Común es lo más bestia que he vivido” porque yo creía que hablar correctamente era imprescindible para ostentar cualquier puesto de relevancia.
Lamentablemente no vamos a aprender de la historia. Nunca lo hacemos. Sólo quería yo que gestionaran lo público y hasta me ilusioné románticamente con la idea de un modo mejor de hacer las cosas. Ahora ya casi pido tan sólo un poco de respeto, una mínima gestión razonable y un poco de profesionalidad a la hora de distribuir la miseria, porque para distribuir la riqueza habrá que tenerla primero. DIARIO Bahía de Cádiz