Es difícil, al menos para mí, pontificar en ciertos temas y el aborto es uno de ellos. Todas las historias que conozco son sumamente dolorosas y no me gusta hablar de ello a la ligera. Voy a contarles lo que yo sé simplemente, sin intentar hacer juicios morales que no me corresponden ni a mí ni a nadie.
No me gustan las activistas de FEMEN cuando gritan que el aborto es sagrado, pero me gustan tan poco como las pancartas y las fotos de fetos ensangrentados que portan en las manifestaciones PRO VIDA. Recuerdo una foto de hace años, en que se veía la manita gordezuela de un bebe dirigiéndose a alguien, bajo la frase: “Mamá no me mates”. Tela marinera…
Tampoco voy a entrar a debatir cuándo se crea la vida y cuándo hablamos de células. Creo firmemente que ese no es el problema, como también creo que la solución pasa por una adecuada educación sexual. (En realidad todo pasa por una adecuada educación y porque alguna vez los gobernantes de este país se lo tomaran en serio y dejaran de hacer leyes educativas cada vez que cambia el gobierno. Las inversiones a largo plazo no son las más necesarias cuando quieres resultados electorales rápidos, lo sé).
Por último, trataré de dejar a un lado la doble moral, con su bonito doble rasero que impera en todo esto, porque me río yo de la que se iba a liar aquí si las clínicas londinenses empezaran a largar nombres, cual banco andorrano.
Los hechos ciertos son:
-No se aborta más en los países donde el aborto es legal. Se aborta con mejores garantías sanitarias, es decir, mueren menos mujeres por esta causa.
-Los países donde el aborto es legal son, como ustedes saben países subdesarrollados, con un nivel educativo bajísimo y sin democracia: Reino Unido, Francia, Alemania…
-España es un país LAICO según recoge nuestra Constitución, por tanto, en lo que atañe a las creencias religiosas de los ministros de turno, deben quedar en un respetable, pero estricto ámbito privado. Legislar es algo mucho más serio y que se sepa, se legisla para absolutamente todos los españoles, sin distinción de credo.
En cuanto a lo que conozco de primera mano, puedo asegurarles que se trata de experiencias sumamente traumáticas. En un caso, ella aún cree firmemente que la enfermedad grave y crónica que le vino después, es un castigo divino por haber tenido que tomar la decisión de no seguir adelante con su embarazo. Estaba parada y la otra parte contratante puso pies en polvorosa. Un descuido, mala suerte. Un dolor sordo en el alma de por vida. Una educación religiosa que por mucho que los demás intentemos paliar, no da respiro. Una de las mejores personas que conozco. Después, no ha podido tener hijos.
En otro caso, tras diez años en tratamiento, con sus consecuencias físicas y psíquicas, consigue llevar adelante, ayudada por los médicos, un embarazo en el que al tercer mes descubren graves anomalías. No eran incompatibles con la vida, pero si con una vida digna. Creo que sobran las palabras sobre lo que ella y su pareja tuvieron que pasar.
Físicamente se recuperaron. Fueron bien atendidas, con todas las garantías sanitarias. Al menos, eso. Las otras heridas son mucho más difíciles de cicatrizar.
Ahora demos una vuelta por la memoria y si somos demasiado jóvenes preguntemos a nuestros mayores. En cada barrio de cada ciudad de este país, antes de que se legalizara el aborto, había mujeres sin ninguna preparación que los realizaban. Agujas de hacer punto, de hacer ganchillo, instrumentos que servían para realizar labores del hogar, eran utilizados para deshacer “errores” en una pesadilla, que no pocas veces, acababa con la vida de la protagonista o le provocaba graves secuelas.
¿Recuerdan ‘Tiempo de silencio’? El tiempo que creíamos acabado vuelve ahora a mi cabeza en una de las más desgarradoras escenas, que leí primero y no pude soportar ver en el cine después. Esa es la realidad y no otra cuando no se tiene acceso a una legislación como la que tienen países vecinos. Una ley de plazos que garantice un mínimo de dignidad y decencia. Sí, lo digo alto y claro, decencia.
Habrá, como en todo, mujeres que tomen esto a la ligera, pero cuando una mujer decide pasar por una experiencia tan traumática existen razones y desesperación detrás, Yo no soy quién para juzgarlas. Ni yo ni el ministro de turno. Ni tú ni tus creencias del tipo que sean. Trabajemos para que estas situaciones no lleguen a darse, mientras tanto habrá que intentar minimizar los daños.
Por favor, que los vuelos a Londres sigan siendo para aprender inglés. DIARIO Bahía de Cádiz