“Ningún profeta es aceptado en su propia tierra”. Lucas, 4:24
El arte como subterfugio, el arte como arma contra los poderosos o como vómito de nuestras pasiones. Sea como sea, el arte nunca ha gozado del apoyo histórico de las autoridades, y no tiene ésta por qué ser una época especial, ésta que denominamos más democrática, más libre que nunca. Se puede hacer arte porque ya no hay impedimentos, lo cual no quiere decir que haya facilidades. Eso no lo convierte, claro, en más democrática.
Nosotros construimos la democracia con pequeños actos que se repiten una y otra vez, especialmente cuando hablamos del arte y de contextos pequeños, como es la Isla. El otro día discutía con un militante del PSOE —extranjero, es decir, de más allá del Logar de la Puente—, sobre el despropósito que supone que las instituciones políticas dejen de lado en sus programas el sostenimiento de la Cultura. Claro, aquí hay mucha hipocresía incrustada, porque tendemos a hablar en términos de partidos. Pero he visto Aytos. del PP con programas culturales ciertamente activos —cosa que no pueden decir a menudo, en absoluto—, y programas de partidos tradicionalmente unidos a organizaciones culturales y con personajes en sus filas ser… sistemáticamente ignorados. ¿Cuál es la clave?
La clave es que los partidos, los políticos, están compuestos por gente del común. Y si el común no se compromete con esos actos minoritarios de mentes que al menos intentan ser librepensantes, ancha es Castilla para correr despavoridos de lo que huela a literatura, en nuestro caso.
La Isla es un caso perfecto para mostrar esta contradicción: en los últimos dos años hemos asistido a un crecimiento desorbitado de producción literaria, y no sólo en Carnaval. Son muchas y muchos quienes se han decidido a escribir, presentándolos en locales, no en grandes centros comerciales. Gente de a pie con proyectos, que han atraído a un público nada desdeñable. Locales —principalmente La Buhardilla, para no faltar a la verdad—, que han conseguido desplegar eventos culturales como nada y nada menos que una Feria del Libro, en la que escritoras/es han conseguido desarrollarse. Tenemos revistas literarias con un calado adecuado a sus capacidades, como El Ático de los Gatos y la reciente La Isla Oculta. Pero no sólo eso: Relatos Sin Contrato, revista gratuita centrada en temas de alta literatura, va camino de los dos años con más de 21.000 ejemplares impresos, sólo en la Isla.
El Ayuntamiento, de la legislatura pasada y presente, sólo ha pretendido, y no sin cierto desprecio, poner su sello.
Cero implicación.
Esto no es una acusación, es una constatación. El problema no es sólo partidista, de tal o cual político es perverso. Es un problema estructural, dentro del cual pensamos que Cultura es mantener con presupuestos mínimos una agenda en los lugares oficiales de la ciudad, ignorando abiertamente que la Cultura verdadera es la surge ex nihilo, de la nada. La que brota de entre la masa, que se alimenta de la lectura y la financiación de gente trabajadora, locales que ponen su dinero y su nombre a disposición de algo de lo que deberían ocuparse los que se denominan representantes.
Pero, ¿con qué cara iba yo a pedir esto yo, que participo públicamente de esos movimientos? ¿No es un poco egoísta? Lo es. He ahí la cuestión: considerar el egoísmo como un problema, cuando de lo que hablamos es de una puesta en valor del trabajo de lo que llaman “la generación más preparada de la Historia”, de una puesta en valor sobre el trabajo que realizamos hablando de las pasiones y los miedos, de las personas. ¿Hasta dónde está la gente dispuesta a dejar la Cultura en manos de quienes la ignoran por nuestra ignorancia, o, por el contrario, hasta dónde estamos dispuestos a llegar para decirles “no, perdonen, esto es de todos y queremos que esté protegido”? Queda en sus manos. DIARIO Bahía de Cádiz