Si sales temprano los días festivos, siempre te puedes encontrar con una reata de jóvenes, apeados de sus motos o coches esquivando los controles de alcoholemia y documentación de los polis locales. No son pocos, pero sí descerebrados. Discúlpenme la sensatez pero no puedo con los que derivan las normas a su conveniencia para jorobarnos a los demás con su estupidez al volante.
Odio por igual a los que van puestos, a los que zigzaguean, a los beodos y a los que enchufan el móvil a la oreja -o a la retina- sin poner cuidado por dónde se ubican.
Me gustaría llevar una cámara como tienen los locales y zumbarles una foto en toda la jeta, por el mucho peligro que nos hacen correr a todos los demás, importándoles un pito.
Ya les conté de las hazañas mañaneras de una residente en la base que se calzaba un mastodóntico vehículo para enfilarlo a donde le daba el fresco, sin mirar pasos de peatones, ni peatonables.
La criatura iba la mar de tranquila, ya me entienden, no de velocidad sino de ánimo, enjaretada al volante, saltándose lo que le viniera al paso.
Cuando la increpabas, que si está en juego la salud de los míos yo increpo a voz en grito y me acuerdo de los árboles familiares por muchas ramas que tengan, pues entonces sacaba sus manitas -las dos- por la ventanilla en un acto simbólico de pedir perdón.
Lo de los perdones cuando la has jorobado lo llevo aun peor, sobre todo cuando alguien se pone pedo y se calza un coche y luego va por ahí tan tranquilo haciendo la puñeta a todo con el que se cruce.
En estos últimos días los controles han cazado a dos niñatos, uno de catorce y otro de por ahí, los dos infractores sin permiso de conducir, con la moto robada y con cositas que no eran de su pertenencia en las alforjas. Si te los encuentras frente a tu parabrisas y les da por convidarse con tu vida, la espichaste. Como la espichó cada uno de los muertos en carretera que saldaron con su sangre las estadísticas de gente que le importa la vida de los demás lo que cuesta un paquete de pipas.
A mis hijos mayores les recalco -cuando salen- que tengan cuidado con quién van, recordando en el acto la resistencia de mi suegro en comprarle una moto al que entonces era mi novio, porque se había matado en una, el hijo de un primo suyo.
Mis hijos que ya tienen edad, no tienen carnet todavía y me hago la loca con el invento, sobre todo porque sopeso las consecuencias y me da miedo que la perra de la vida le haya gustado la carne de nuestra familia y quiera cebarse con ella.
Cuando salen estás preocupada, pero no quieres que te lo noten, disimulas para que encima no se burlen de ti, pero solo respiras tranquila cuando escuchas correr el pestillo de la puerta a su llegada.
Hay muchos descerebrados, quién quita que se encuentren con uno, que vayan en el coche de uno, o de paquete en una moto desvencijada.
Quién quita que tú no bebas, que tú no corras, pero un asesino en potencia vaya peregrinando de bar en bar, libando el licor amargo de las muertes ajenas, buscándote las cosquillas.
Si sales temprano los días festivos, es porque te acostaste pronto o porque velas con ojeras el sueño de los tuyos. Ojeras nobles sin mácula, no como las de los que hacen cola jugando al escondite porque han bebido, van dos en un ciclomotor, no llevan papeles, o han masticados pilules de colores. Lo ves en sus ojos y rezas a la diosa de la paciencia para que te dé un buen trago, mientras escuchas canturrear en el asiento de atrás a los niños pequeños, contentos por la excursión a la sierra.
No volveré a salir temprano en festivo -anotas en la agenda invisible de tu mente-. No sea que uno de estos mamones que ni ven lo que tienen delante, el próximo fin de semana me encuentre. DIARIO Bahía de Cádiz