“Todas nuestras facultades mentales son fenómenos biológicos perfeccionados por la selección natural”.
Diría que si creemos que exista en el ser humano, un sexto sentido o sentido extrasensorial, al haber percibido en algún momento de nuestra existencia, un presentimiento que te advirtió de un hecho, que a continuación, se hizo efectivo. Y aunque sea una sensación difícil de explicar, hay quienes lo definen como una intuición, o premonición. Es simplemente, la supuesta capacidad de conocer un hecho, con anterioridad a su acontecimiento y en el que los cinco sentidos principales, no han tomado parte, de forma, sensible.
Perceptible este sexto sentido, no solo en los seres humanos, sino también en animales. ¿Habéis observado en alguna ocasión como el perro o el caballo, por poner un ejemplo, se ponen intranquilos, soliviantados, momentos antes de producirse un seísmo u otra fenómeno de la naturaleza, o en el caso de los animales de la selva, cuando perciben que otros huyen, porque un peligro les acecha, ellos, hacen lo mismo, sin haberlo detectado? En casos de fuego, riadas, u otro peligro que les acecha, ponen pies en polvorosa, desesperadamente, antes de que algún fenómeno de estos se produzca.
¿Has oído contar historias de personas, que de pronto cambian de parecer, sin una causa justificada patente y gracias a ello, se libran de sufrir un percance, debido a ese cambio inexplicable de parecer, salvaron la vida?
Y como a menudo solemos decir al explicar un hecho imprevisible, cuando nos acontece, decimos que es debido al azar o la casualidad, cuando, en realidad ha sido nuestro cerebro, el que hizo posible que tal cosa la descubrieras, con antelación y se obrara, sin que hayamos sido conscientes de emplear los cinco sentidos.
Y llegado a este punto, nos deberíamos interesar en esa rama de la filosofía llamada metafísica, en la cual, cualquier juicio sintético, escapa de ser experimentado por el ser humano. De lo cual no voy hablar de ello, por no conocer esta materia en profundidad.
Por ello no es la suerte, el azar, la casualidad o el destino, los que hacen cambiar la vida de una persona, porque, solo estas se dan en cierta clase de juegos, como las cartas, dados o ruletas. Y si, por el contrario, cuando empleamos la palabra éxito, porque ha tenido un resultado feliz o buena acogida, por algo que se haya realizado, intuitivamente por haber obrado con acierto y no por otra causa.
“Son los pasos” que la persona da, guiados, por este otro sexto sentido, en el que inconscientemente el cerebro ha empleado el máximo potencial y desarrollo de una parte de él y puesto en funcionamiento otros sectores del mismo, que se hallaban adormecidos y comenzado a sentirse útiles, para junto a los otros cinco sentidos, obrar conjuntamente.
La supervivencia, o saber protegerse de situaciones harto difíciles de superar, o traspasar barreras infranqueables, en el que “tu yo”, sin el conocimiento de que existe, este sexto sentido, te hace tomar una decisión, en la que tus otros sentidos, en primera instancia, no toman parte.
Recuerdo cuando joven, bajar con otros amigos unas amplias escalera, a gran velocidad, y mientras bajábamos hacía nos sintiéramos como si estuviésemos volando. Una proeza, que me maravillaba, porque nuestros pies nunca fallaban, siempre se apoyaban sobre algún peldaño, sin haber hecho cuentas, en cuál de ellos, los posábamos.
Práctica, juventud, arrojo, buen estado físico. ¿Pero esa sensación de seguridad con la que te movías? Yo diría, que nos servíamos, del sexto sentido, al confiarnos con firmeza, en que nuestros movimientos eran seguros. Sin necesidad, de hacer uso de los otros cinco sentidos.
Ahora, ya, “a estas bajuras”, aclarar debo las precauciones que toma cuando bajo cualquier clase de escaleras. Primero, ante el temor a tropezar, me sujeto con fuerza al pasa manos; segundo: miro con la máxima precisión el escalón que a continuación voy a pisar; y tercero, me cercioro de que el pie no vaya a pasar de peldaño. Para ello me valgo de los tendones del pie, que ajusto, al filo del escalón, que estoy pisando, y es entonces, cuando doy el siguiente paso. Y todo para evitar no caer y se me rompa la crisma o algún hueso.
Y esto ocurre cuando, el astro rey, entra en su ocaso, su luz comienza a extinguirse y el ruido de su entorno a desaparecer, para después, cubierto con el manto oscuro de la noche, desaparecer entre las tinieblas. DIARIO Bahía de Cádiz