Hay por ahí mucho animal suelto que se cree inmortal caminando sobre las aguas. Hay mucho descerebrado que nada más que piensa en cómo hacer daño, sin importarle las consecuencias.
El presunto que ha intentado matar a su ex mujer en Sevilla lo prueba. No porque digan los forenses que es egocéntrico y explosivo, sino porque se fue desde Córdoba -donde reside- hasta Sevilla solo con la idea de clavetearla con el cuchillo -que llevaba encima-de 19 centímetros.
No lo consiguió porque la gente ayuda cuando -desgraciadamente- estamos en peligro y porque la victima ya sobrevivió a un ataque anterior de la misma caladura. Le habían quedado cicatrices tan brutales que le han servido de coraza, haciendo que la hoja del cuchillo no taladrase la yugular, matándola en el acto.
No me extraño -ya no- porque hay gente que se cree que todo lo puede y todo le está permitido solo por sostenerse a dos patas.
Ya -fíjense- hilo en este tema tan fino que me molesta la foto de una jefa de prensa de la policía nacional, en la portada de un rotativo, pareciendo azafata al indicar a los gobernantes por dónde tienen que ir.
Será una chuscada, pero me molesta, porque las mujeres tenemos que demostrar a cada paso que estamos ahí por méritos propios, por entrega y por valía, para luego en un instante nos releguen -como las azafatas rusas- a vasijas contenedoras de algo básico con que agradar a los hombres.
Si me dicen que poco tiene que ver esta mentalidad con las agresiones o los asesinatos de mujeres, les diré que están equivocados porque desde la educación más básica, hasta los gestos más sencillos todo está relacionado con cómo nos trata la sociedad a las mujeres. Nos cuesta llegar, se lo aseguro. Oposiciones y estudios. Jornadas de largas horas. La maternidad como tributo. Los mismos retos, pero luego vemos una mujer que ha pasado todas las pruebas , con la mano tendida indicando una ruta a seguir como si fuera una azafata con un bonito uniforme.
Las mujeres nos valemos como jabatas, peleamos como leonas, pero aun así algunas veces tenemos que escuchar un lenguaje sexista, tan rancio, que apesta la boca de quien lo expele y atufa la de quien lo recibe.
Este tipo de comportamientos, de mentalidades, hacen nacer los acosos porque nos cosifica, intentando que al ser meros objetos para el placer sexual, para agradar, no haya culpa ni remordimiento, pero tampoco condena ni penas legales. El acoso es primario, como el desprecio, incluso a muy cortas edades. Luego viene la agresión y por último el asesinato.
Pero comienza con machaques, con escapadas furtivas que son perseguidas porque el agresor necesita el dolor y el miedo de la víctima, como caldo alimenticio para perpetuar su ira y su ego. Dicen los forenses que el de Córdoba -que se lió a puñaladas traperas con su ex mujer- es un ser violento e impulsivo, pero en realidad es un malnacido que aseguró ante el Juez -que le tomó declaración- que intentó cortarle el cuello hasta en tres veces, pero que no lo consiguió porque el cuchillo no cortaba.
Esperó que tirara la basura, que entrara en su portal, e incluso lo cerró tras entrar él, para rematarla a gusto. No creo que sea impulsivo. Después de tirarla al suelo, de espaldas, le echó la cabeza hacia atrás para poderle rebanar bien el cuello al estilo yihadista. Pero dice su abogado que si hubiera querido darle el cuchillazo de gracia lo habría hecho, solo insistiendo hasta conseguirlo.
Y es que las corazas dan igual a los machistas, como los estudios que hagas o las oposiciones. Ellos solo te ven como jarrón con flores que adornar la vista donde ellos la posen. Luego te babean un poco o te secan, qué más da para estos machitos de tres a al cuarto, con cuchillos bien afilados a la espera. DIARIO Bahía de Cádiz