Contigo aprendí… que el hombre blanco habla con lengua de serpiente, que cuando dices “de entrada no” quieres decir hasta la cocina, así, sin despeinarte; que había gatos negros y blancos que cazaban ratones, y también aprendí que apostaste sin disimulo por la enseñanza, pero no la pública de todos y para todos, debiste liarte con el color de los gatos, y apostaste no sólo por mantener la religión dentro de las aulas, si no que formalizaste el mayor negocio para una entidad privada, los conciertos educativos. Y ya ves, desde tu logro, la realidad ha sido que cada vez hay menos enseñanza pública, y cada vez más concertada, eso sí, generalmente ‘religiosa’.
Más tarde, o casi al tiempo llegaron las reconversiones salvajes, las empresas de trabajo temporal, las primeras reformas laborales, y vi, y vimos cómo se caía, junto al marxismo, la “O” de obrero de esas siglas.
Contigo aprendí… que el estado tenía cloacas, que la democracia se defendía allí; democracia entre la mierda no es democracia, es simplemente mierda, y contigo empecé, lo mismo que una buena parte de este país, a acostumbrarme al choriceo, a tus fotografías en la puerta de la cárcel despidiendo a tus amigos… a creer que no sólo en las formas, también en el fondo, erais iguales.
Curioso lo del ‘estado’, eufemismo donde los haya, saco donde cabe todo, excusa en la que parapetarse para no dejar ver las verdaderas razones cuando se habla de “razones de estado”. Pacto de estado, cuando normalmente es contra alguien, con frecuencia un enemigo imaginario más o menos cercano. Otras veces, contra una parte de los que teóricamente componen ese estado.
Cuando alguien piensa, habla, propone en nombre de intereses no legítimos y oscuros, la solución es fácil, le hacemos hombre de estado, “es que está por encima”, nos dicen. Y siempre, siempre pertenecen, forman parte del poder -de alguno de ellos, a veces de todos-.
Contigo aprendí… cómo reconocer a un “hombre de estado”, de dónde venían, dónde estaban, hacia dónde van. Se pueden ver en consejos de administración de empresas privadas a quienes venden sus agendas, sus almas no, ya las vendieron antes. Los puedes observar en cientos de negocios, ¿de estado?, quizás de estado de sus cuentas corrientes.
Y desde la proa de un barco, mientras se fuma un puro, y desde su superioridad intelectual prefabricada, aconseja o da órdenes, o puede que las dos cosas a la vez, pero siempre por el bien general, por razones de estado. DIARIO Bahía de Cádiz