Ruego, por favor, que me digan de una vez los neopuritanos cómo tengo que hablar y escribir, solicito un nuevo catecismo estilo padre Ripalda donde se me deje claro mi proceder en materia de escritura y parlamento porque es que ya no sé ni cómo hablar ni cómo escribir sin correr el riesgo de que los nuevos micro-inquisidores me condenen al infierno. Ah, comprendo, para empezar, nada de llamar neopuritanos a los neopuritanos ni micro-inquisidores a los micro-inquisidores, se trata de los nuevos talentos que marcan las directrices de una sociedad moderna, moderada y civilizada. Perdón, perdón, ahí queda escrito: son ustedes los ilustrados e ilustradas que velan por las buenas costumbres.
Antes teníamos a los que nos decían que no nos tocáramos la pilila salvo para miccionar y que las mujeres no estuvieran demasiado tiempo debajo del agua tibia de la ducha no fuera que sintieran gustito. Ahora han irrumpido con fuerza los neomoralistas que nos están reeducando a los “carrozas” malhablados de lengua viperina, sean mujeres u hombres.
Al catecismo del buen hablar y escribir debe añadírsele otro del buen comportamiento que en realidad puede ser el mismo: cómo hablar, cómo escribir, cómo actuar. Estoy interesadísimo en vivir tranquilo y dentro de lo que cabe y quiero actuar en el interior de lo que quepa para no señalarme.
Como me eduqué en el odioso franquismo y mi madre me decía que tuviera cuidado con los gitanos (racista y xenófoba que era, ahora ya no puedo decírselo, se la está comiendo el Alzheimer), como mis educadores en los colegios religiosos cargaban contra los judíos y contra los moros, como luego me hice marxista y leninista y todo eso, ahora veo que estoy más perdido y desconcertado que un piojo en un paquete de Don Limpio y deseo fervorosamente tomar el buen camino que me lleve a los cielos y me libre de mis pecados mortales.
Por tanto, ya no digo que una señora tiene un buen culo, ¿verdad?. Vale, fuera. Ni lo pienso siquiera. Ya no cuestiono al gay que va por ahí perdonando vidas, ¿verdad? Anotado. Tengo que hacer hincapié en que la niña más lista del mundo es gitana pero al gitano que amenaza de muerte a una psicóloga o a un médico le hago la vista gorda como a veces hace la misma policía contra su voluntad, ¿verdad? Hecho. Al negro y al moro no les llamo así, ¿verdad? Mejor, subsahariano, hombre de color, islámico, migrante, ¿no es así? Tomo nota. A los judíos les puedo llamar judíos pero no con ese tono que nos han enseñado, ¿cierto? Ya se lo decía Woody Allen a un amigo en una de sus películas al narrarle la actitud de un tercero: “¿Te has fijado? Ha dicho judío, judío, con ese tono despectivo: judío”. Anoto pues: judío o, mejor, israelita y en tono suave, piano, piano.
A los comunistas no les llamo comunistas con ese acento de rechazo y de asco, ¿verdad? ¿Cómo? ¿Que a esos puedo seguir tratándolos como desee? Vaya, pues ser comunista es una condición también, ¿no importa que estimule el odio contra ellos? No, no importa, no pregunto, obedezco pero, de todas formas, por favor, ruego se elabore por quienes corresponda ese nuevo catecismo que nos diga quiénes somos, de dónde venimos, qué hacemos y adónde vamos. DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig