Cayetana de Alba ha sido un personaje pintoresco para una ciudad pintoresca y muy especial como es Sevilla donde, mientras enterraban a una duquesa dicharachera y bailarina, una tonadillera llamada Isabel Pantoja ingresaba en la cárcel y un exteniente de alcalde, Antonio Rodrigo Torrijos, dejaba su partido político –Izquierda Unida- porque lo acusan de malversación de caudales públicos, prevaricación y no sé cuántas cosas más y así no se puede ser de ninguna institución sin mancharle la imagen.
Me gusta esta Sevilla de la que lo mismo brota “la duquesa de España” que “la viuda de España” (si Paquirri levantara la cabeza) al tiempo que jóvenes con talento desarrollan un buen cine y la gente en general agarra cada vez más la bicicleta para trasladarse de un lado a otro por los doscientos kilómetros de carril bici que hay en la ciudad –los impulsó el que ahora se ha ido de IU- y que paulatinamente aumentan en su área metropolitana para unir otra ciudad de 300.000 habitantes que ha ido naciendo al lado del núcleo urbano de siempre. La gran Sevilla exige una extensa red de transportes públicos, estoy seguro de que la gente la recibiría con los brazos abiertos pero hay quien ni come ni deja comer en nombre del progresismo, confundiendo progresismo con pensamientos débiles y postmodernos. Conmigo que no cuenten estos progres de ahora porque es que yo soy de izquierdas, un reaccionario pero de la izquierda, como dice Woody Allen, pero no soy el perro del hortelano.
Me gusta el proyecto de profundizar el río Guadalquivir y el de impulsar la industria de la guerra, crear una zona franca, seguir adelante con la promoción de la ciudad para que se asiente en lo turístico y en la celebración de grandes eventos, me gusta que se siga desarrollando el ocio en las orillas del Guadalquivir… Me parece que todo eso no es incompatible con que Sevilla sea una potencia en la producción de arroz.
Soy muy consciente de que casi he perdido la guerra y de que es el mercado quien la está ganando por mucho Podemos que esté ahí viviendo de las encuestas, de la palabra y de los ataques furibundos de los quintacolumnistas del sistema a quienes interesa que el niño no siga creciendo. De manera que me limito a ser lo más realista posible para sobrevivir no con humo sino con perspectivas factibles.
Desde este punto de vista, el fenómeno Cayetana de Alba lo veo ya de otra manera. No estoy de acuerdo con el SAT y su Sánchez Gordillo y su Cañamero, asaltantes de supermercados y de tierras. Así no se defiende a la gente sino que se ofrecen armas al contrario para que las use contra ti. Además, a estas alturas de mi vida ya no me fío ni de los parias ni de los desheredados y el desarrollo de las fuerzas productivas ha superado a eso de repartir la tierra en cartuchos. Por tanto, los bienes de la Casa de Alba que permanezcan en manos de quienes están ahora, que sus dueños se tomen en serio sus responsabilidades sociales, que los políticos ataquen esa PAC de la Unión Europea que lo único que hace es repartir dinero en vez de estimular el progreso en el campo andaluz o bien que llegue Podemos y nacionalice todo lo que tienen los nobles y los no nobles, una nacionalización no para repartir sino para convertirse en gran empresario y luego atenerse a las consecuencias. A ver si ahora es capaz la gente –el Estado- de gestionarse a sí mismo. Desde luego no somos capaces de hacerlo ni en una comunidad de vecinos y en la universidad pública lo hacemos a base de broncas, de filias y de fobias. Pero habrá que volver a intentarlo.
Mientras tanto, veo al fenómeno Cayetana con ojos mercantiles que es como hay que verlo ahora. Si en Lepe se han aprovechado de los chistes sobre sus habitantes para sacarles rendimiento económico con festivales de humor, el potencial que tiene Sevilla es inmenso con duquesa y sin duquesa. Que venga la gente de todos los rincones del mundo a vivir, trabajar o ver la ciudad de los nobles, de los santos, de las hermandades, de los miles de estudiantes de diversos lugares del mundo, de la industria, del progrerío y de la tradición.
Sólo falta una buena cohorte de grandes empresarios –católicos agringados, luteranos, judíos, coreanos, chinos, gringos- que vayan muchísimo más allá de la necesaria tienda con las fotos de la Macarena y el Gran Poder en el escaparate. Así es esto de duro y de real, señores, no se me ofendan. Necesitamos muchas Abengoas, muchas Heineken, Ikeas, Decathlon, Airbus Military, Torres Pelli…, que ellos nos lleven a la gloria o a la muerte. Lo demás son buenos deseos, sueños, y los sueños, sueños son. Tal vez sea necesario intentar materializarlos, el derecho a acertar o a equivocarse siempre estará ahí porque nunca hemos de olvidar que somos hijos de don Alonso Quijano y de Sancho Panza. Y ya puestos, también de Cayetana de Alba y todo el significado que encierra esta señora que por muy difunta que sea y por mucho que sus cenizas estén en un nicho, no ha muerto.
Hace siglos, los mercaderes y la nobleza se unieron en sabia síntesis de poder y ahí van a seguir mientras puedan y los dejen. Por lo pronto, Cayetana está junto a un Cristo, el hijo de Dios, ¿qué mejor protección puede existir que ésa? Claro que ella está muerta y el Cristo también, crucificado, el Cristo de los Gitanos, “siempre con sangre en las manos, siempre por desenclavar”, escribió Antonio Machado. Pero sabemos que todo eso fue y es coyuntural, desde luego no será la Casa de Alba la que desenclave al Cristo. La muerte pasa, el poder queda. Hasta que nos mate a todos, él incluido. ¡Dios no lo quiera!, aunque de sobra sabemos que Dios ha muerto pero no ha muerto, siguen matando en su nombre, no sé si por eso Cayetana –para olvidar- se marcaba unas sevillanas cuando podía y, como dicen, se aplicó aquello de ande yo caliente y ríase la gente.
Claro que tampoco es tan difícil hacerlo con casi tres mil millones de euros de fortuna. Que la disfruten sus herederos con salud y con una mente sensible. Siempre que existe una situación semejante es porque algo o alguien la tolera, así que a pasarlo bien y a esperar acontecimientos. Por lo pronto, intentemos sacarle provecho a nuestra Cayetana Salerosa, tengamos mente práctica, no matemos a don Alonso Quijano o a Chanquete, eso no es rentable, pongámonos las pilas y miremos al gran modelo yanqui: se cargaron al tiburón de Spielberg y a la gente aquello la volvió loca, pues nada: Tiburón 2 y 3 y 4, El tiburón ataca de nuevo o La casa de Alba contra el tiburón loco. DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig