El presente artículo pretende poner el acento como homenaje sobre el valor y la efectividad que tuvieron en su día, las cartas como medio de comunicación epistolar e intimista antes de la aparición de las nuevas tecnologías. Y presenta como ejemplo la interrelación, que tuvieron a través de este medio de comunicación dos buenos amigos, que reflejan el sentir de otros muchos entre los que me encuentro; salvando la distancia que los separaban entre dos continentes de por medio.
San Fernando, 25 de octubre de 1982
Hola Nubia:
Hoy desde la lejana ciudad de Acapulco en México he recibido tu generosa carta que como todas las tuyas, llegan con amor, ternura y bellos contenidos. Realmente cartas de esas dimensiones son las que ennoblecen el alma, elevan el espíritu y ayudan a incentivarnos.
En este mismo mes y significativamente el día 12, se han cumplido dos años de nuestro encuentro epistolar y casi 500 años del descubrimiento, que ha permitido relacionarnos amistosamente y supongo que estarás de acuerdo conmigo, en lo que ocurre cuando dos almas se encuentran y coinciden, entonces no hay tiempo ni distancias, sólo hay ilusiones, ganas y deseos de compartir sentimientos comunes, aunque estos, sean los peores de nuestras limitadas existencias.
Y es, mi querida amiga, que disponemos de este maravilloso medio de comunicación que nos proporcionan ‘las cartas’ tan al alcance de nuestras manos con sólo la voluntad y el ridículo gasto de un sello, que no hacerlo, constituiría un grave error y nos mereceríamos el calificativo de necios ¿no crees?
Ya son 142 amigos con los que mantengo correspondencia fluida y aún siguen llegando. Parece una tremenda exageración y ciertamente lo es, pero te aseguro que mayor es la felicidad que proporciona una comunicación a tiempo, una llamada de aliento, un mensaje atinado, o, simplemente un consejo acertado.
No distingo de edad, sexo, raza, credo, ideas, posesiones, posiciones o país. Todos sin excepción alguna merecen mi consideración dentro del respeto y la educación. Y sus residencias se distribuyen a lo largo y a lo ancho de nuestro gran planeta azul, que no es otra cosa que la ‘Casa de Todos’.
Creo que los párrafos anteriores, responden de modo general a la pregunta que me haces referente a cuántos, cómo y cuales, son mis amigos y te animo a que sigas practicando la amistad epistolar, porque en ella, además de enriquecerte espiritual y culturalmente, encontrarás el bálsamo como mejor remedio de vencer tu soledad, tu estado de ánimo y tus crisis depresivas.
Nubia, déjame decirte que cada carta que recibas, será para ti como lo es para mí, un rayo de luz y también de esperanza. Como sabes, eso lo descubrí hace tiempo desde mi silla de ruedas a la que me destinó un trágico accidente de tráfico, que paralizó mi cuerpo de cintura para abajo, pero no mi mente, ni mis brazos, que si bien limitó mi vida, impidiéndome ser un hombre normal, lo que quedó de mí, encontró un nuevo horizonte, un nuevo sentido con la sencilla práctica de la amistad epistolar o por correspondencia, cuya plataforma inequívoca son ´las cartas’, las que me reconfortan, me mantienen alegre y optimista, disponiendo que mi espíritu se abra y participe; aumentando no sólo el impulso de seguir viviendo, sino fomentando el deseo de ayudar y colaborar por el bien común de mis semejantes.
En esta ocasión, te escribo desde un bello lugar de la costa gaditana -la llamada costa de La Luz-. Se trata de Zahara de los Atunes, un simpático pueblecito del sur de España, cuyos habitantes son muy alegres y hospitalarios. La casa donde paso unos días de descanso, está situada a escasos 200 metros de las limpias, transparentes y azules aguas del océano Atlántico; esa misma masa de agua que nos une y nos separa.
Contemplo desde el atalaya que supone la terraza donde permanezco sentado y quieto en mi inseparable silla, el fantástico espectáculo que ofrece la puesta del sol en la atardecida serena y apacible. Y me doy cuenta de la grandeza de la Creación. Veo en el lejano horizonte, la mezcla de variopintos colores que el mar calmado y convertido en un inmenso espejo, ‘refleja’, proyectándolos hacía el cielo. Imagino como sus rayos desaparecen de nuestras costas para calentar las tuya, es decir, la de vuestro continente.
Pienso que las aguas que tocan mi tierra, han regresado después de hacerlo con las tuyas y que esos escasos metros que me separa del agua, es justa la distancia que nos separa y no más, porque en realidad no hay más distancia que la que deseemos ver en nuestras mentes y en nuestros corazones.
En fin Nubia intento que estas humildes líneas, te estimulen y te sirvan de consuelo, reflexión y esperanza, pues, pese a tus bellas frases y no menos exquisita redacción de tu última carta, adivino en ella, cierto tono de amargura y soledad. Las cosas, amiga mía, son iguales en todas las partes del mundo y no las podemos variar. Sólo verás la vida de la manera que te propongas encararla y vivirla. Y si vives sumida en tus pensamientos, piensa como vive otros semejantes tuyos o yo mismo. Esta máxima te hará reflexionar.
Así qué, sé tú misma y actúa de acuerdo con tu conciencia. No pienses demasiado en tu físico, ni en tu edad. La belleza de los seres no está en lo externo que con el paso del tiempo, envejecen y se deterioran, sino en el interior, en el espíritu y en los sentimientos, que lejos de deteriorarse, con el tiempo, se perfeccionan y enriquecen, y es ahí precisamente donde reside la auténtica belleza de las personas.
Amiga mía, quédate con estos mensajes y junto a los mismo, recibe mis saludos cariñosos y un apretado abrazo de fraternal y sincera amistad. Cuídate y sé feliz y que esa felicidad te llegue siempre con el amanecer de cada día.
Hasta pronto desde España, tu amigo por siempre, Ricardo. DIARIO Bahía de Cádiz