En este mundo en el que nos ha tocado vivir no todos tenemos la suerte de ser primeras figuras en las ciencias, la economía, los deportes, la literatura, los negocios o las artes en sus diversas manifestaciones; por ello, no todos sabemos apreciar los consejos, los “sabios consejos” que, aquellos que lograron alcanzar la cima en sus respectivas especialidades, los “triunfadores”, los grandes vudús que van pisando fuerte por la humanidad, sin que nadie les ponga trampas, les pare sus iniciativas, les reduzca sus honorarios o sus minutas; les contradiga o tenga el valor de decirles que se metan en sus propios asuntos, que hablen de lo que verdaderamente conocen o que, antes de emitir una opinión tengan el sentido, la paciencia, la humildad y la generosidad de informarse detenidamente del tema al que vayan a referirse, para evitar que una opinión emitida con ligereza, sin sopesar todos los aspectos del tema en cuestión o con excesiva demagogia, pueda resultar mera palabrería, parcialidad, falta de rigor o, en muchas ocasiones, un simple brindis al Sol, con el que muchos pretenden convencer a los demás de que hagan aquello que puede que, ellos mismos, sean incapaces de ponerlo en práctica cuando están en disposición de hacerlo.
Nadie duda de que usted sea un gran artista, que ha recorrido el mundo cosechando éxitos por doquier, que ha recibido todos los premios imaginables y que, junto a su esposa, han recorrido todo el mundo en loor de multitudes y que, con toda seguridad, los han agasajado, mimado, alabado y lisonjeado por donde han ido a ejercitar su arte. Sin embargo, también es posible que haya algunos que hayan pretendido que usted les apoyara en sus ambiciones políticas, que le solicitaran su colaboración para aprovecharse de su ilustre apellido para arrimar el ascua a su sardina ideológica. Es seguro que, una persona de su nivel cultural, recordará la ceremonia del “éxito romano”; cuando los generales que regresaban victoriosos de las batallas contra los “bárbaros”, hacían su entrada en la gran capital del Imperio romano, dejando atrás a sus legiones aparcadas en el campo de Marte, ante las Murallas Servianas, (que tenían prohibido traspasar), por la porta Triunphalis y hacía su recorrido hasta la entrada del templo de Júpiter Optimus Maximus, donde acababa el recorrido. Pues bien, durante todo este trayecto en cuadriga, le acompañaba un esclavo que sostenía una corona de laurel sobre su cabeza, al tiempo que iba repitiendo constantemente la siguiente frase: “Respice post te, hominem te esse memento” (Mira hacia atrás y recuerda que sólo eres un hombre). No quería el Senado romano que aquellos generales victoriosos se creyesen que con su victoria ya podían ser dueños de la política romana.
Y es que, señor Savall, ya en el 2009 firmó usted un manifiesto, juntamente con otros insignes representantes de la cultura y la ciencia, en el que, con bellas palabras, con inmejorables intenciones y con una idea muy hermosa de lo que debía ser la humanidad, quisieron llamar la atención sobre los graves defectos que se debieran erradicar, con una relación de recomendaciones que, seguramente, hubiera podido suscribir el mismo Papa de Roma pero, permítame que se lo digamos, sin tener en cuenta para nada que lo ideal, lo utópico y lo sublime suelen estar siempre en oposición con lo real, lo posible y lo asequible. Es muy fácil poner la firma en un documento en el que se pide todo lo que encontraríamos en un catecismo cristiano y también es muy satisfactorio para uno, el aparecer, ante todo el mundo, como un benefactor de la humanidad y una persona que se preocupa por los pobres, el arte, la erradicación de las enfermedades, la igualdad, la miseria etc. Lo que ocurre es que, en ocasiones, parece que estas sabias recomendaciones sólo van dirigidas a los demás, a aquellos que gobiernan los países, los que son los magnates económicos o los importantes banqueros o los grandes industriales o, incluso, a los grandes inventores, investigadores, científicos de renombre que son los que, en realidad, los que impulsan las ruedas del desarrollo.
Lo que sucede, señor Savall es que, un español de a pie, no deja de asombrarse de que, un catalán como usted, cuando estamos ante una situación verdaderamente crítica, en la que Catalunya, dirigida por un grupo declarado de secesionistas, está desafiando al Estado, al Gobierno y al propio TC; pretendiendo llevar a cabo una consulta ilegal, con el propósito de poner a prueba la autoridad de España, de su Gobierno y del resto de españoles; amenazando con actuar unilateralmente, desafiando la legalidad y auto constituirse en una nación independiente; se haya decidido a aprovechar la oportunidad que se le ha presentado para, cuando ha conocido que, el ministerio de Cultura le había concedido el honor de otorgarle el Premio Nacional de Música, en lugar de aceptarlo con agradecimiento; en vez de apreciar que, incluso en una situación como la actual, se ha actuado con objetividad, yo diría que incluso con demasiada “objetividad”; ya que es muy posible que, en el resto de España, haya muchos otros músicos que también tuvieran méritos suficientes para recibirlo; haya decidido rechazarlo dándole, con ello, una bofetada a toda España y a los españoles.
Hace apenas unos días, el 17 de octubre de este año 2014, se le entregó la Medalla de Oro de la Generalitat de Catalunya, que usted aceptó de mil amores; no obstante, no ha querido aceptar una distinción que le ofrecía España, no el señor Wert y el jurado que decidió premiarle, argumentando que lo hacía con “suma tristeza” para “no traicionar sus principios y convicciones más íntimas” Y ¿cuáles eran estos principios y convicciones?, pues parece que usted se ampara para “este sacrificio”, pretendiendo que sea un “acto revulsivo en defensa de la dignidad de los artistas y puede, quizás, servir de reflexión para imaginar y construir un futuro más esperanzador para nuestros jóvenes”. Y nos preguntamos ¿quiénes son estos músicos cuya dignidad ha sido atacada?, ¿Quién ha sido que ha cometido tal desafuero? Usted, señor Savall, debiera haber concretado más antes de lanzar semejante acusación, porque, veamos, si nos aclaramos ¿sería usted capaz de encontrar un medio de dar trabajo a todos los jóvenes en desempleo? Si lo tiene y es factible, dígalo usted, para que se pueda utilizar.
En primer lugar, España todavía está pasando una grave crisis que ha seguido a un recesión de varios meses; la deuda pública del país está alcanzando el 100% del PIB; tenemos a cinco millones y medio de personas que no trabajan no cotizan, no pagan impuestos y, por si fuera poco están cobrando a cargo de las arcas públicas, lo que viene a representar el 35% de los Presupuestos Generales de la nación.
Ha sido preciso aumentar el IVA de los locales de espectáculos, conciertos, actuaciones de músicos etc. (que era inferior al que pagamos el resto de ciudadanos) porque el Estado no podía hacer frente a nuestros compromisos internacionales y ello nos conducía, directamente, a una situación de default a las puertas del tan temido “rescate” un escenario que todavía hubiera empeorado las cosas en manos de los famosos hombres de negro. Por lo visto esta “dignidad” a la que, con tanta ligereza, se refiere tenía que ver con la reducción de las subvenciones al cine y a los músicos, artistas y actores. O es que ¿esperaba que por pertenecer a la farándula se les tenía que conceder un trato especial, superior al que reciben el resto de parados? Está usted, con todos los respetos, fuera de los problemas que agobian al país. Sin embargo, puede que lo que suceda es que, con su rechazo, pretenda otro fin que pudiera ser el apoyar, eso sí de una manera muy sutil (agradeciendo la distinción), al separatismo catalán; en cuyo caso hubiera resultado menos desagradable si no hubiera querido disimularlo de una manera tan hipócrita. O así es como, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos con indignación como se desprecia de una manera tan burda a nuestra patria. DIARIO Bahía de Cádiz