Suele decirse que la confianza está en la base de todo. Es fundamental para que una relación entre personas sea duradera y para que un negocio entre personas jurídicas no acabe en los tribunales. La confianza también es esencial a nivel personal. Seguro que en momentos de bajón, esos que todos tenemos y donde dan ganas de tirar la toalla, la falta de confianza ha hecho estragos en tus días siguientes.
Dicen quienes saben del pensamiento positivo que confiar en uno mismo es la clave del éxito. Aunque aquí habría que debatir mucho, pues, a veces, para que una idea llegue a buen puerto influyen muchos otros aspectos, como la capacidad económica, por ejemplo, no es menos cierto que creer en algo hace más factible el alcanzar la meta.
Si lo llevamos al terreno deportivo, aquellos equipos que van a por el partido en campo ajeno, a por la victoria aún sabiendo que puede ser un campo maldito en el que les toca competir, es de equipo grande. Eso es estar lleno de confianza, sinónimo de mandar lejos las dudas, las supersticiones y las estadísticas que puedan existir.
Quienes saben de fútbol, a quienes les gusta el fútbol o cualquier otro deporte, más allá de los colores, la confianza que demuestran ciertos equipos sea cual sea el escenario donde les toque actuar, siempre es recompensada. La valentía acaba generando adeptos a la causa o al menos provoca que personas desconocidas se entreguen y te den un voto de confianza, porque acaban agradeciendo esa filosofía. La empatía funciona en el deporte como en ningún otro campo. Y si no lo crees, intenta hacer memoria y rememora gestas de equipos pequeños con propuestas grandes. Muchos de ellos quizás no salieron campeones en sus competiciones, pero tras los años es a ellos a quienes se recuerda.
Esta propuesta, esta filosofía, puede ser llevada a cualquier terreno: al político, al educativo, al laboral y, por ser el hilo conductor de todo, al personal, es decir, a la vida misma. Por eso se pierden votos cuando hay casos de corrupción en formaciones políticas; por eso baja el rendimiento de los estudiantes cuando no se sabe encontrar la motivación adecuada; por eso se reduce la productividad cuando se ‘premia’ a los trabajadores con salarios que no están acorde a sus conocimientos y capacidades.
Confianza, confianza y confianza, máxima que podría ser paralela a aquel “Ganar, ganar, ganar y volver a ganar” de Luis Aragonés. Por algo lo llamaban El Sabio de Hortaleza. DIARIO Bahía de Cádiz