… Picha es una seña de identidad popular de los gaditanos como lo es en Sevilla -mi alma- que por cierto dicha en Cádiz diría ‘miarma’ pero con el consiguiente gracejo gaditano. Según la opinión de otro sevillano ilustre, nada menos que la del consumado y elocuente escritor Antonio Burgos gran admirador de Cádiz y de sus gentes, de la que gusta decirse su segunda casa. El citado término estuvo a punto de provocar un lamentable incidente de dicción lingüístico en esta querida Andalucía nuestra, que al final sirvió para acreditar y consolidar el “pesado término”. Y aclararle también al visitante que decir picha en Cádiz puede que suene mal si no se está acostumbrado a oírlo, pero sólo se emplea como una muletilla o expresión que con su tono no debe confundirse más allá del otro sentido más íntimo que tiene “tan significativo miembro” como seguramente creo que algún lector lo estará pensando ahora mismo.
Pues por todo eso y lo que sigue, Cádiz está clasificada como la tercera ciudad más alegre después de Madrid y Barcelona según la encuesta reciente realizada por la empresa –Niumba– encargada de realizarla. Calificación que se debe considerar no obstante y en mi modesta opinión como -primera- sobre las otras dos dado que en ellas han primado otros factores anexos, tales como los monumentos, los museos, los edificios urbanos, públicos, privados y otras circunstancias qué, nada tienen que ver con la mezcla de la heterogénea ciudadanía que poseen inevitablemente esas dos grandes capitales debido al asentamiento de ciudadanos llegados de otros lugares del país. Y por tanto muy alejadas de la espontaneidad, el arraigo, la actitud y el sello de identidad que sí tiene y distingue al ciudadano de Cádiz o de Cái, que dirían en este caso -los jartibles- citados anteriormente. Cádiz desde hace bastante tiempo, está definida y conocida en el mundo entero por su alegría como Las alegrías de Cádiz, palo flamenco más que conocido, que unido a sus tanguillos así define su simpatía. Y También como -la tacita de plata-. Título, actitud y clasificación sobradamente demostrada y muy de acuerdo con el contenido del espíritu de este largo (con perdón) artículo, que tal vez debido a mi vehemencia pasional ya no sé si se trata de un artículo o de un canto a Cádiz.
Porque solamente recorrer Cádiz resulta una auténtica, cultural y enriquecedora gozada, sobre todo si se hace desde la Punta de San Felipe, ese estrecho, extenso y peculiar espigón que penetra en el mar como avanzadilla de su Puerto desde el cual permite contabilizar los buques y las naves que entran en él. O seguir con la vista a los que salen desde esta posición privilegiada hasta perderse en el infinito del océano. Y que en la Gran Regata de los Grandes Veleros del 92 de felicísimo recuerdo tuvo su mayor éxito y no menos protagonismo de personas que se agolparon en él para contemplar su salida del modo más cercano posible desde tierra.
O qué decir de la contemplación maravillosa que supone ver salir cada año al más famoso de los veleros, a nuestro embajador en el mundo: ¡El Buque Escuela de la Armada Española Juan Sebastián de Elcano! Un bergantín goleta que ha dado varias veces la vuelta al mundo y este año por cierto ya ha salido rumbo a cumplir nada más y nada menos, que su LXXXVI singladuras después de despedirse en el Convento de Santo Domingo como lo hace tradicionalmente toda la tripulación del buque de la -La Galeona- La Virgen del Rosario, Patrona de Cádiz. Pero la Punta de San Felipe también es un sitio de esparcimiento, de ocio y de recreo y como no, de pescadores de caña cuya figura resulta tradicional verla por las calles de Cádiz. Luego, saliendo de éste castizo sitio gaditano, continuar por el paseo de las célebres e históricas murallas de San Carlos ya rehabilitadas de luz y pavimento. Y seguir paseando por ese bello rincón de la Alameda de la Apodaca. Aquí la mirada se detiene inevitablemente para seguir recreándose desde sus balcones singulares cara al mar a modo de murallas de intenso y extenso recorrido rematadas de unas espectaculares y exclusivas Farolas de artísticos hierros retorcidos, que llegan hasta el Parque Genovés y junto a ellas o bajo la presencia de las mismas iluminan de noche al Baluarte de la Candelaria y siguiendo la balaustrada sin apartar la vista del mar llegar hasta el Campo de Las Balas, convertido hoy en un aparcamiento pegado al propio Parque Genovés y frente a las dependencias de la UCA, seguido del Hotel Atlántico convertido en Parador y a su lado otro aparcamiento por urbanizar tal vez también. Después le sigue la Caleta, la más genuina de las playas de Cádiz considerada como la del pueblo y al fondo el Castillo de Santa Catalina donde se contemplan las más hermosas y espectaculares Puestas de Sol con mayúscula desde el punto más meridional e incomparable del Continente europeo.
Y junto al de Santa Catalina -otro castillo- el de San Sebastián que tras la Caleta se accede a él a través de una estrecha carretera. Y siguiendo hacia el Campo del Sur no sin antes detenernos en la famosa y típica citada playa de la Caleta. Playa que se abre con el alba de la mañana y se cierra con el sereno de la noche. Allí las gentes, se bañan, se divierten, comen, charlan, cantan, discuten, duermen la siesta, disfrutan, juegan a las cartas, al parchís o a la lotería. Y pegado a ellas o más bien encima de ellas, el desaparecido Balneario de la Palma, testigo mudo hoy de tantos eventos lúdicos, hermosos y divertidos. Y más adelante ya en el propio Campo del Sur el Baluarte de los Mártires y la distinguida e inacabada Catedral de estilo barroco-neoclásico con su Torre de Poniente como bandera, que para apreciarla, no importa que pese a los años todavía no esté acabada.
Y tras una pausa relajante de descanso en ella como si fuese una estación de penitencia le sigue los restos del Teatro romano y La Antigua Cárcel Real convertida hoy en un reflexible múltiple centro de museo, de eventos, de exposiciones y fundamentalmente en la Casa de Iberoamérica para seguir enlazando con el Paseo marítimo pasando por la playa de Santa María del Mar hasta la playa balneario de la Victoria (en esta playa dicen los gaditanos/que estaba llena de duros antiguos y más de medio Cái con espiochas vino a escarbar/algunos encontraron más de cuarenta duros/ y en cambio otros/no vieron ninguno…). Y la playa de Cortadura que toma su nombre de otro complejo militar amurallado, actualmente convertido en Residencia del Ejército de Tierra con sus dos fosos laterales; el de la derecha a ras de playa y el de la izquierda más bajo de nivel, donde en la actualidad existe próximo a él un Colegio, lugar que en épocas pasadas era el espacio ideal para el montaje y el asentamientos de los campistas que la visitaban. Hoy les pasa por encima un puente de dos brazos; uno de salida de Cádiz desde la zona de Puntales que se incorpora a la carretera dirección San Fernando que viene por la Avenida. Y otro que se toma viniendo de San Fernando evitando pasar por la citada Avenida para entrar en Cádiz, pero pasando por el entronque del puente de Carranza a Puerto Real y por la zona Franca para incorporarse a Puntales y a la Avenida de La Paz o bien tomando la Avenida de Juan Carlos I, que gracias al soterramiento del Tren después del apeadero de la Aguada, permitió abrir, establecer y circular por esta espléndida Avenida, que es motivo recuperador de un nuevo espacio de creación contemporánea para los gaditanos. Ambas direcciones confluyen en la carretera de Los Astilleros para llegar a La Plaza de Sevilla a lado de la Estación férrea y de autobuses. Y volviendo a la Playa de Cortadura… DIARIO Bahía de Cádiz