Fue un hombre inigualable. En la lucha por la vida diaria, su rostro se mostraba como cielo sin nubes: ¡Brillante! Su corazón aparecía como el mar, que se ondula en calma. Era un hombre que buscó silencio en su soledad. Nada más y nada menos… Siempre fue un hombre, al parecer, tranquilo. Y digo que, al parecer, se asemejaba a todos aquellos que… la procesión les anda por dentro.
Tanta soledad me inclina a abandonarme al viento, pétalos de de rosas muertas he arrojado a cientos, al mar. Muchas veces el exceso de soledad me lleva a suplicar al viento, que me envíe pétalos de pensamientos que arrojaron al mar…muchos cientos.
Y muchas veces recapacito: Tengo soledad, tengo viento, tengo pétalos de pensamientos y suprema libertad para arrojarlos al viento, miles de esos pétalos de pensamientos. Y, después, de esta pequeña composición poética… cenó con poco apetito y llorando me acuerdo de Rosa María. Ella, la última mujer sobre la tierra
¡Ya… me encuentro solo! De regreso, y cuando me hallo en mi casa, sobre la una de la madrugada, solamente escucho el ruido al paso de los últimos coches -sus ruedas-. Doy dos vueltas al cerrojo de la puerta –¡hay tantos ladrones hoy en día!–, y busco silencio –mi silencio– en mi soledad. El día ha sido francamente penoso: hablar con amigos que no lo son, saludar a personas que casi no conozco, recomendar a ciertos jóvenes–tunantes por naturaleza–que se presentan a oposiciones del Estado (lo cual hice por mero compromiso, aunque no puse mucho interés en tales recomendaciones, y entiendo que resultarán ineficaces), escuchar mentiras que luego se convertirán en verdades, quizá en medias verdades…
Siento, a veces las pisadas de alguien que camina cerca de mí, y creo –ilusión pérdida–, que me están espiando, que saben –algo o todo-, de mi cita que tuve ayer con la señorita… (por así llamarla), dado que está casada, con marido y escopeta, con escopeta y marido. No tropecé con almas que amé– hombres y mujeres, compañeros míos–, porque habían fallecido. Y pensar que pude haber sido el último hombre/mujer sobre la tierra, si al salir por la mañana temprano la ciudad estuviera ya muerta…Y pensar que pude haber sido el último hombre/ mujer sobre la tierra…, sin llegar a tener el tiempo necesario para escribir mi último poema. ¡Día infeliz el por mí pasado!
Porque cuando apago la luz de la mesita de noche, al objeto de dormir unas pocas horas (con mi edad son pocas las horas de sueño, que se aprovechan), mi cerebro que no duerme –y saliendo de la noche oscura de mis pensamientos- entre sueños y ensueños, me habló: De los peces mil colores; de la mujer asesinada por su pareja sentimental sin que nadie ponga solución efectiva a estas muertes violentas; de la discusiones encontradas en relación con las corridas de toros (para mi ‘los toros’ son una fiesta, y una muerte claro está, respetando las ideas discrepantes al respecto); de la mezcla de sangres distintas entre los contrayentes de la futuras monarquías (genes que suman y genes que restan) y de los falsos profetas.
Sí puedo afirmar, y puedo equivocarme, que si los partidos políticos tuvieran que autofinanciarse, sin duda, tendríamos menos hombres/ mujeres dedicadas al “arte de la política” y, por tanto, menos gastos y más ingresos: es una idea… Estamos faltos de políticos inteligentes y hábiles, que no saben o no quieren negociar por el bien de España, que sus cabezas no permanecen frías, que sus corazones no están templados, que emplean la política como un arte de engaño…, cuando todas sabemos que ésta es un arte que sólo la ejercen los verdaderos hombres de Estado.
Al final, y esto lo pude comprobar, nuestra actual vida es y está triste. La violencia entre los humanos ha llegado a alcanzar límites insospechados. Y es que es necesario que establezcan medidas: contra la pobreza, el desempleo, las desigualdades sociales existentes: clase baja, clase media y clase alta, económicamente hablando (que el endiosamiento de la última no entorpezca la relación con la dignidad de la primera, sirviendo la ‘clase media’ de balanza de control entre ambas), el consumismo desmesurado en el que hemos incurrido todos nosotros, contra la fabricación de armas que sólo sirven para matar. Y es que mi cerebro que no duerme así me lo ha manifestado, y tengo miedo, mucho miedo, porque puedo llegar a desarrollar ansiedad y depresión. Porque tengo miedo de convertirme en un ser irritable, que, perdiendo mi memoria, pueda perder también mi capacidad de concentración… Todo esto y mucho más, me ha revelado mi cerebro. DIARIO Bahía de Cádiz