Los malos tiempos para la lírica parece que están terminando. “Todo pasa y todo queda”, se sabe de sobra que escribió Antonio Machado y cantan miles de jóvenes al unísono en los conciertos de Serrat y Sabina. Y el estribillo de la canción Malos tiempos del grupo Golpes Bajos va decayendo en actualidad. Queda desde luego el ritmo imparable de una sociedad que avanza a pasos agigantados hacia la vacuidad de pensamiento pero eso no tiene por qué ser negativo, si yo fuera un magnate, un elemento del Poder, estaría contentísimo con esta guerra que iría ganando por competencia mía e incompetencia de mis enemigos, todo ello unido a, mire usted, habrá que decirlo, la estupidez de la generalidad de la gente porque lo dejó claro Einstein que no veía a todos sus semejantes como clientes de objetos o de votos que viene a ser lo mismo.
La neurociencia ha demostrado que el cerebro tiende a no complicarse la vida, que eso se queda para las minorías de distinto signo que son las que mueven el mundo para bien y para mal. Las pruebas están a la vista: el personal, en masa, prefiere ver Tele 5 que es la televisión más insulsa pero a la vez la más animada para el cuchicheo y la placidez de la materia gris. El personal, en masa, deja que en una sala de cine, en una buena película, sean dos o tres los espectadores mientras que llena las salas con las pamplinas fantasiosas de los gringos y con la propaganda pseudofeminista.
Entre las minorías dignas de admiración –aunque sean humanos también- siempre han estado los poetas. La poesía regresa con fuerza, los recitales de poesía o de poemúsica se suceden por todas partes. La gente joven vuelve a unirse en torno a la creación, las editoriales de poesía proliferan, unido todo ello a los nuevos formatos que las tecnologías permiten para que cada cual publique su obra. Desde hace bastantes años existen movimientos de poetas en la red pero los creadores se inclinan por verse las caras, unirse y reunirse y comunicarse mediante la palabra literaria. Esto puede ser peligroso porque a ver si con tanto verso se van a despertar los pensares subversivos que en los años sesenta y setenta llenaban hasta plazas de toros como cuando en Madrid se le hizo un homenaje a Blas de Otero.
Desde luego era de esperar que ocurriera. La cabra tira al monte y por mucho smarphone que pulule el ser humano necesita la aprobación de los demás de forma más personal. Y precisa hacer partícipes a los otros de un amor, de un desamor y de la angustia de no saber de dónde viene, a dónde va y qué hace aquí.
Estas últimas premisas en nuestro tiempo son especialmente significativas. Por ahora, y por mucho tiempo, no hay auténtica recuperación económica, hay mucho brindis al sol, los puestos de trabajo que se crean son muy precarios, por regla general, pero eso pasa más que en España en Inglaterra y en Alemania que es adonde se marchan nuestros jóvenes. Menos da una piedra, desde luego pero las preguntas son, entre otras, ¿dónde van a estar los consumidores del futuro con tales condiciones de trabajo?, ¿dónde las clases medias que son el colchón del sistema sin con 30 años y bastantes más la gente no sabe qué dirección tomar para con su vida? La pregunta clave que me hago una y otra vez, acaso en mi ignorancia, es: ¿se está suicidando el sistema a base de estar enfermo de codicia y carecemos de recambio, salvo eso de implantar muchos impuestos que ni es recambio ni es nada?
La situación que he descrito se traslada a la poesía, una herramienta excelente para ahorrarse dinero en terapeutas quienes, a su vez, necesitan de terapeutas. La poesía tiene bastante de vanidad y lucimiento, de creerse lo que uno no es ni por asomo pero esta vez me quedaré con el nuevo estadio histórico que nos va diciendo que se terminaron los malos tiempos para la lírica y tal vez estén empezando los tiempos en los que comencemos tímidamente a plantarle cara a los desalmados que están destruyendo al mundo desde hace un par de siglos, al menos, aunque hayan aportado innegables aspectos positivos.
Hay revoluciones que las han hecho poetas, la de Nicaragua, con los sandinistas, por ejemplo. Claro que en la revolución, como en el éxito en general, es más difícil mantenerse que llegar. Porque al final se tropieza con dos elementos ya citados: los magnates que no son tontos –como parece que creía Marx- y el mismo “pueblo” tan fácil, por lo general, de llevar de un lado para otro aunque algunos necesiten creer otra cosa para no suicidarse.
Existe otro obstáculo en un ficticio proceso revolucionario: el político de izquierdas pardillo que cuando baja a la arena se da cuenta de que el toro no es tonto –como parece que creía Marx- y se raja y engaña a la gente a la que prometió ponerse los pantalones frente al Poder pero lo hizo desde su ignorancia de pardillo y acaba infringiendo más daño del que ya existía puesto que en lugar de avivar las ilusiones las mata. Porque hay otra pregunta: si usted quiere mejorar lo que le parece mejorable, ¿hasta dónde está dispuesto a llegar?
Los poetas han pensado sobre estos temas y otros muchos pero parece que algunos ni se han enterado porque estaban ejercitando su “pico de oro” en lugar de leer y estudiar de qué va este mundo y cómo ganar una guerra que sin duda alguna están perdiendo por más que logren algunos “avances” coyunturales. “La poesía es un arma cargada de futuro” (Celaya); “Anunciamos algo nuevo” (Celaya); “a galopar hasta enterrarlos en el mar” (Alberti); “si los que viven abajo no piensan en la vida de los de abajo jamás subirán” (Brecht). Y tantos otros versos que llevamos grabados en la mente los viejos roqueros revolucionarios que nunca moriremos aunque ya no sirvamos para nada. DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig