Desde que me enteré de la muerte de Demis Roussos no hago más que escucharle en YouTube. Y ahora se ha sumado Charles Aznavour. Cosas de la edad. Gracias a esa herramienta estoy conociendo en estos días, en el otoño de mi vida, como dicen los cursis, muchas grabaciones de Roussos de cuya existencia no tenía ni idea. Nos presentaron a un señor gordo y con túnica cantando el triki triki mon amour y de ahí no salían muchos. Yo sí salí pero ignoraba que había hecho mucho más si bien era de suponer porque ya estábamos al tanto de su etapa en Aphrodite’s Child junto a Vangelis y al batería Loukas Sideras.
Con la música de Aphrodite’s Child nos arrimábamos bailando mozos y mozas en los guateques de principios de los setenta. Qué bien siguen sonando aquellas canciones y, si así no fuera, da igual, la nostalgia provoca que las escuchemos con un sonido especial.
A esto no hay derecho, que nuestro gordo preferido se nos haya muerto con 68 años, no hay derecho a eso. Ni hay derecho a que se muera ni a que lo tengamos que ver en YouTube –a él y a tantos otros- presa indefensa de la crueldad del tiempo. No, no se nos puede traer a esta vida para mostrarnos cómo poco a poco nos vamos acercándonos al final, deslizándonos por una pendiente cuyo suelo está sembrado de aceite.
¡68 años! Un meapilas radical peor que los asesinos de Charlie Hebbo se cargó a John Lennon cuando el fundador de The Beatles tenía 40 años, este año 2015 se cumplirán 35 años de aquella barbaridad y pido perdón a los bárbaros porque la palabra se queda corta. Ninguno de sus seguidores hemos podido celebrar que Paul y John cantaran juntos When I’m sixty four, la canción que el primero de ellos empezó a componer a los 15 años y que terminó siendo parte del álbum Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Tampoco la pudo entonar Harrison a quien antes de los 64 años se lo llevó un cáncer maldito.
Toda o casi toda la discografía de The Beatles, juntos y por separado, está en YouTube. Y es muy amplia, amplísima, ¡cuántos años de gozo nos hubieran dado aún los cuatro fabulosos de Liverpool! Pero llegó la muerte demasiado pronto y se llevó un trozo esencial de nuestras raíces. Y así seguirá el tema generación tras generación, hasta que venzamos a la muerte y aparezcan otros problemas emocionales.
Me entero de que Charles Aznavour vendrá a España dentro de poco, actuará en Madrid, a sus 91 años. Si mi padre viviera y no hubiera muerto como Harrison, con 61 años, tendría la misma edad que Aznavour y yo podría pasear con él y hablar de todas esas cosas que se quedaron por ahí, padre, “compañero del alma, compañero”. Y los dos escucharíamos en YouTube lo que quisiéramos, a Roussos, a Juanito Valderrama, a las bandas de música de su tierra valenciana, porque en esta sociedad de cacharros inteligentes ya prácticamente todo empieza a ser posible. En este caso, la tecnología nos ayuda no sólo a vivir otra vez sino a hacerlo tres veces porque nos permite descubrir lo que ignorábamos que estaba sucediendo a nuestro alrededor cuando sentíamos que la muerte estaba aún muy lejos. Lástima que de esas tres vidas, dos sean puramente metafóricas. DIARIO Bahía de Cádiz Ramón Reig