Me temo que esa amenaza invisible de la que una sólo es consciente cuando ya casi todo el mundo sabía, se ha hecho realidad. Me la pega con otra. No sólo con una, con varias.
Seguramente yo miré para otro lado, escondí la cabeza debajo del ala. No quise saber y ahora la realidad se me impone con total crudeza. Me dirán que es hasta cierto punto normal, los hombres no son como nosotras, tienen sus edades, sus necesidades. Lo sé, pero no lo entiendo.
Una en su candidez pensaba que era para siempre y ¡zas! llega otra más joven y con las carnes prietas y todo lo que construiste y edificaste a freír pugnetas. ¿Qué es una impudicia confesar esto aquí, en público? Posiblemente, pero es tal mi desasosiego que no puedo por menos que permitirme un desahogo en toda regla. Da igual lo que yo diga o crea, pero lo que es seguro es que como yo le he querido, no lo va a querer nadie. Si se cree que alguien lo va a cuidar como yo, le va a esperar como yo y se va a preocupar por él como lo hago yo, lo tiene claro.
Encima me hace esto cuando me hallo en esta edad tan difícil, tan llena de quebrantos e inseguridades. La edad donde empiezas a darte cuenta de que la vejez está por ahí rondando en cada dolor articular, en cada cana, en cada esquina, amor, en cada esquina.
Tendría que haberlo adivinado, ya no escuchábamos la misma música ni se dormía cogido a mi mano. Sus silencios eran cada vez mayores, su interés por mi ha ido decreciendo. Debería haberlo visto aunque sé que una vez iniciado este camino ya no hay retorno. Me tocó. Ya no hay remedio. Debo de aprender a vivir con ello.
Soy una mujer fuerte y es el momento de demostrarlo. Sólo os pido paciencia y respeto a mi dolor. Mi propósito es salir airosa de esta nueva situación y aceptar lo que la vida me pone por delante. Va a ser duro pero aquí está la tía. Lo conseguiré.
Lo que no hacía falta es que además de haberlo yo constatado me lo tenga que confirmar el muy ingrato:
“Mami creo que ahora ya puedo vivir sin ti, no como cuando era chico.”
Si me pinchan, no sangro.
¡Ay! DIARIO Bahía de Cádiz