Ring… ring… Oiga, es la compañía Telefónica, por favor, póngame con averías…
Justo, esta es, la sección. En que le podemos servir….
Mi teléfono, se ha quedado sin línea, pueden ustedes decirme a que ha sido debido, pues tengo pagados todas mis facturas, a través del banco.
Por favor, déme usted su número de teléfono y domicilio, que le mandaremos un técnico, para que revise su instalación.
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En nuestras relaciones personales, también sufrimos averías, como la mencionada arriba, solo que en este caso, la comunicación puede interrumpirse por vida. En cualquier momento, sin saber el porqué, perdemos la comunicación con alguien que nos ha unido gran afecto mutuo, personas, que se querían, pero, debido un funesto contratiempo (basado en nuestras imperfecciones), o falta de atención, hace, se desgarre un amor, cariño, cordialidad, admiración u otra cualquiera forma de entendimiento cordial entre personas.
Y todo, posiblemente, a un inoportuno cambio de parecer, infortunado comentario, interpretación errónea u opiniones mal logradas. Por ello, antes de romper una relación, reflexione, mírele a los ojos y trate de conocer a fondo los motivos que le llevan a tomar tal decisión, y así poder analizar cuanto de positivo y negativo pueda generarnos, y entonces, tras esta reflexión, continuar o interrumpir las relaciones, que mantengamos, por si, se trata de un malentendido o idea errónea, se pueda reparar à tiempo.
El continuo trato desinteresado, y una absoluta confianza depositada en la persona a la cual, se está vinculada, harán fortalecer ese vínculo, con el paso del tiempo, y le imprimirá carácter de continuidad.
Por ejemplo, la de ese niño, que desde su más tierna edad, sus padres le instruye y le muestran con su propio ejemplo, el valor que tiene, obedecer a sus mayores y llevarse cordialmente con todos los miembros de la familia, donde el cabeza de familia, ocupa una posición respetuosa y de liderazgo, con el resto de su clan, en el hogar. A la vez que crea con ello, un clima de paz y confianza, que le hace sentirse segura la familia.
Necesario para ello, buena voluntad y juicio, que guíe los actos y comportamiento, de todos los miembros de la familia. Ingrediente (repito), que fortalecerán los vínculos que les une.
Y como en esta vida, nada hay estable y que funcione correctamente, no será raro, surja, un “garbanzo negro” dentro de este célula, que haga obscurecer el buen nombre y virtudes de la familia, personas, por regla general, poco sanas de mente inestables, o débiles de espíritu, cuyos intereses o puntos de vista, se basan en actos banales, que les hacen comportarse de forma absurda.
Tampoco al olmo se le puede pedir peras. Me refiero, a esos padres, que instruyen a sus hijos, haciéndoles ver, lo valioso que es, actuar de acuerdo con las leyes morales y éticas que la conciencia dicta y desean inculcarles, que una vida horrada y trabajo digno, les hará sentirse satisfechos y lograr así las metas que se propongan. Cuando, hay padres o mentores), que quebrantan esas reglas, dando mal ejemplo. Un comportamiento hipócrita, que hará, se sientan decepcionados y frustrados quienes siguen sus consejos.
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Prestemos atención, a las lamentaciones propias de un anciano, doliéndose de las enfermedades que le afectan y le hacen sentirse desventurado. Uno, que mientras gozó de salud, la vida le sonrió y pudo hacerle frente a las adversidades, sin que le causara daños graves. Ahora, ya anciano, aquellos mismos contratiempos le impiden seguir una vida normal, debido a que sus heridas, no se cierran y les deja mal parado. Por ello, no es raro, que más de uno de ellos se queje, y ponga la mirada en el cielo en busca de consuelo, para sus desdichas. ¡Oíd su plegaria, más llena de rabia que de clemencia, cuando habla con su señor:
Maldita sea, mi estrella, que amaneció reluciente y me proporcionaba esperanzas e ilusiones, sin embargo, ahora apenas su luz me llega ni consuelo siento, por tanto quebranto. Por lo que antes de que la oscuridad en mí se haga, apetecería que este mal que me aqueja, antes de dejarme a ciegas pusiera fin a mi vida. Y si aún, dentro de mí queda, algún resquicio de vida y gozo, merecería la pena perderlas, con tal de no seguir contemplando, como la vida se me va rematando.
Tal es mi tristeza y decepción que me importaría morir antes que soportar este yugo que el cielo me obliga llevar. Justo, cuando mis fuerzas y gozos merman, viéndolos fenecer lentamente.
¿Tan graves han sido mis yerros, ¡oh dios santo!, que vivir me has permitido, con largueza todos “tantos” años, para ahora recibir a cambio, castigo de tal tamaño? ¡Ahora, que mi cuerpo flaquea y mis fuerzas me abandonan! No entiendo mi dios, que ofensas y pecados, os haya podido infringir, para ocasionarme tanto agravio! ¿Por qué siendo tu mi señor, al quien tanto he amado, me causes este daño?
¡Mira cuán grande es mi decepción, y ante brutal desengaño!, que a pedirte me atrevo, que de nuevo, no me reencarnes, para evitar así, que el afilado tridente de belcebú, ese ángel maldito, que a los infiernos mandaste, continúe aguijoneándome. DIARIO Bahía de Cádiz