“Jeroen consulta al Oráculo. Mística de viejos enfermos. Remanentes sin valor del tiempo antes de que Esparta ascendiese de las tinieblas. Remanentes de una tradición sin sentido. Una tradición que ni siquiera Leónidas puede desafiar. Ya que debe respetar la palabra de los trapezitas. Ésa es la ley. Y ningún espartano, sujeto o ciudadano hombre o mujer, esclavo o rey, está por encima de la ley. Encontrarás que soy generoso -sentencia Jeroen- a diferencia del cruel Leónidas que te exigía mantenerte de pie yo sólo requiero que te arrodilles.
Su yelmo era sofocante. Limitaba su visión. Y necesitaba ver lejos. Su escudo era pesado. Le hacía perder el equilibrio. Y su objetivo estaba lejos. Aún así consiguió responderle:
– Vete. Regresa y diles que aquí enfrenta a hombres libres. No a esclavos.
Han pasado más de seis años desde el lobo y el frío invierno. Ahora, como en ese entonces, una bestia se acerca. Paciente y segura, saboreando la comida que llega. Esta bestia está hecha de mercados, frío, rescates asfixiantes, espadas y lanzas. Un ejército de esclavos, inmenso más allá de la imaginación, listo para devorar a la pequeña Grecia. Listo para extinguir la única esperanza del mundo por la razón y la justicia.
El Oráculo iracundo cerca y desangra la tierra de Esparta. Cada pedazo de pergamino griego será quemado. A cada historiador griego y a cada escriba se les arrancarán los ojos y se les cortará la lengua mientras que honrar el nombre de Esparta o de Leónidas será castigado con la muerte. El mundo ni siquiera sabrá que existieron.
– El mundo sabrá que hombres libres resistieron contra un tirano. Que unos pocos resistieron contra muchos. Y antes de que esta batalla termine que incluso el Rey Dios de los mercaderes puede sangrar.
Millones de flechas caerán sobre Grecia, millones de flechas que oscurecerán el sol.
– Entonces pelearemos en la sombra.»
Yo no sé que le pasa a mi madre pero lleva así una semana. Nos despierta al grito de: ¡Espartanos! Preparen su desayuno y coman abundantemente. ¡Porque esta noche cenaremos en el infierno!
No se despega de la tele, ha quemado las corbatas de papá y habla raro todo el rato. Se ha comprado un casco de moto y no tenemos moto. Cada vez que papi coge el BMW le llama sucio capitalista y cuando se mete la camisa por dentro de los pantalones murmura entre dientes «¡Será nenaza!»
El otro día cuando daba clase con mi profesor particular de matemáticas el resultado de una operación nos dio 300 y tuve que soportar avergonzado que empezara a gritar por toda la casa ¡¡¡AUUUU!!! ¡¡¡AUUUU!!! ¡¡¡AUUUU!!!
¡Regresa con tu escudo o sobre él! me grita cuando voy a jugar el partido de fútbol de los sábados al Irigoyen, y cuando mi padre cabreado dice que está loca responde: “¿Locura? ¡Esto es Esparta! Sólo las palabras de una mujer deberían afectar el humor de mi esposo. Y son las mías.”
– “Los ancianos dicen que los espartanos descendemos del mismo Hércules. El audaz Varoufakis da testimonio de nuestro linaje. Su rugido es largo y fuerte.”
¿Lo ves? Como una cabra. DIARIO Bahía de Cádiz