“Ahora, el antisemitismo. Él es el culpable. Ya dije de qué modo esa terrible campaña, que nos hace retroceder miles de años, indigna mis ansias de fraternidad, mi afán de tolerancia y de emancipación humana”. (Émile Zola)
Resulta sorprendente y en ocasiones muy clarificador de la división que existe, en esta nación, entre los que admiramos a un pueblo, el judío, que pese a estar sometido a la incomprensión, el desprecio, las acusaciones falsas, la envidia y el odio de muchos de los pueblos y naciones en los que residieron, sin tener en cuenta las aportaciones con las que esta cultura ha venido enriqueciendo a aquellos colectivos humanos con los que han convivido durante siglos; y el concepto de los que están empeñados en satanizarlos sólo porqué, desde hace siglos, se han visto obligados a sufrir persecuciones, destierros y finalmente el más de los horrorosos genocidios, perpetrado contra su raza por los sicarios de Hitler. Es posible que, en parte, sea debido a la mala conciencia que todavía queda por la vergonzosa expulsión de los judíos españoles, en 1492, muy relacionada, por cierto, con la creación de otra de las vergüenzas con las que tenemos que convivir, la famosa Inquisición, precisamente encargada de reprimir a aquellos que se hubieran convertido al judaísmo.
Lo llamativo es que, siendo un pueblo en el que los principios socialistas siguen arraigados, donde las comunidades se han ido organizando en Kibutz, asentamientos en los que sus habitantes tienen obligaciones comunes, la propiedad compartida de las tierras, los salarios igualitarios, la rotación de puestos y el cooperar en las tareas sociales; unido a un judaísmo secular que los convierte en un pueblo religioso de fe firme y costumbres sobrias, disciplinado y siempre dispuesto a los sacrificios que la comunidad les exija para defender la nación de los ataques a los que van siendo sometidos por parte de sus vecinos árabes que, a pesar de las derrotas a las que han sido sometidos, siguen empeñados tercamente en destruir la nación judía; no sabemos si por simples mandatos religiosos procedentes del islamismo radical o por la envidia que sienten al comprobar que, una nación joven, sin apenas recursos, sólo con su tesón, su valor y su deseo de independencia, ha sido capaz, en pocos años, de convertir un desierto en un vergel y un país indefenso en uno de los mejor armados de todo el oriente medio.
Una magnífica educación pública y un sistema ingeniosos y adelantado de colonización de la tierra, de forma comunitaria, mediante “comunas voluntarias”, al más puro estilo comunista bien entendido; han convertido, aunque haya a quienes les pese, al estado de Israel en un ejemplo de lo que es capaz de hacer un pueblo cuando se lo somete a presión y se le niega el derecho a vivir, si dispone de una fe firme, el instinto de supervivencia y la inteligencia para convertir su carencias en factores de superación y fe en su destino. Hoy en día, Europa, debería rendirle un tributo de admiración, convertirse en su aliado más firme y considerarlo un país estratégico y único baluarte de occidente como muro de contención y vanguardia de la defensa contra la, cada día más evidente, amenaza que la radicalización del fanatismo islamista y los movimientos que buscan la unión de todos los países musulmanes para enfrentarse, en una violenta yihad islámica, (contra lo que, para ellos no son mas que “los infieles” a los que sus libros santos les piden que exterminen), suponen para la civilización occidental..
Ello no obstante, parece que, tanto en España como en muchos países comunitarios existe la tendencia, la absurda idea de que, Israel, un país de apenas 8 millones de habitantes, sin apenas agua, rodeado de países hostiles y objetivo fijo del Islam, constituye un problema para la paz de aquella región. Sin intentar comprender su especial modo de ser, sin admitir que ha sido un pueblo masacrado y que, por ello, su afán de superar las adversidades lo ha enfortecido y le ha hecho aprender, a fuerza de recibir golpes, que si no se hace respetar militarmente, no tiene medio alguno de mantenerse independiente entre tantos enemigos, que sólo esperan a que de signos de debilidad para lanzarse sobre él y hacerlo desaparecer. Los EE.UU de América saben, por propia experiencia, lo que le deben al estado de Israel y, por ello, mantienen una vigilancia constante dispuestos a, en el caso necesario, poder acudir en su defensa.
En España, por el contrario, tanto el Gobierno como, curiosamente, las izquierdas parece que se han empeñado en convertir a los judíos en nuestros enemigos. La admiración por los palestinos, especialmente por los terroristas que se empeñan en perturbar la paz atacando a Israel con cohetes, parece que los tiene subyugados y, tanto en nuestras declaraciones oficiales de reproche contra la acciones defensivas de los judíos, como en sus ofertas de ayuda a Palestina, parece ser que es en lo único que Gobierno e izquierdas han encontrado un cierto acuerdo.
Nos preguntamos si, quienes se muestran tan hostiles con los judíos, se han planteado en algún momento la importancia estratégica del pueblo judío como avanzadilla de la civilización, en medio de naciones teocráticas, que mantienen costumbres medievales, que no respetan los derechos de las mujeres y que siguen practicando leyes que amparan los abusos contra las niñas, la extirpación del clítoris, la esclavitud, la dependencia absoluta del hombre, el corte de las manos a los ladrones y otras lindezas semejantes. Resulta curioso que las feministas, estas que se levantan como hidras enfurecidas cada vez que aparece algún signo de machismo, que permanezcan impasibles y no se pronuncien de forma contundente contra estas prácticas, que no se personen ante la Corte internacional denunciando tales costumbres o que no inicien una cruzada, por ejemplo en Irán, pidiendo que los imanes deroguen la sharía en beneficio de la liberación de las mujeres musulmanas de su esclavitud y dependencia de los hombres.
Resulta una incongruencia que nuestras izquierdas, aquellas que piden la participación de las mujeres en la política, su igualdad en derechos y obligaciones con los hombres, cuotas en los consejos de administración de las empresas y toda una serie de beneficios para la mujeres, entre los cuales un plus de discriminación “positiva” a favor de ellas y en detrimento de los hombres; en cuanto se trata de elegir los “amigos” a los que hay que favorecer, se han decidido por los palestinos del señor Arafat o de Hamas y, por el contrario rechazan por militaristas ( más militarista que Rusia, antes y ahora, no creo que haya muchas y, sin embargo estos comunistas la miran con embeleso) al pueblo israelí que puede que sea, hoy en día, el que sigue practicando el genuino socialismo en su país. Pero, señores, esto de pedirles coherencia a estos señores de la “divine gauche” es tanto como intentar pedirle peras al olmo.
Nos deberíamos preguntar lo que hacen en Palestina con toda la ayuda internacional que van recibiendo y, al mismo tiempo, que nos explicaran de dónde reciben el dinero y las armas que utilizan en atacar a Israel. Es obvio que, si como sus enemigos los judíos, se hubieran dedicado a hacer rentables los territorios que ocupan, a dales una mayor educación a sus hijos, en lugar de enviarlos a tirar bombas a los israelíes, y a adquirir maquinaria y técnica para buscar agua en sus territorios y, aprender se sus vecinos a sacar el mejor rendimiento de la tierra, es posible que no tuvieran necesidad de disputarles su territorio a los judíos y fueran capaces de hacer las paces con ellos. Mientras sólo se dediquen a tirar bombas ya saben, van a seguir en la miseria y recibir represalias por los daños que causen. Claro que pedirles a nuestros conciudadanos de la izquierda que sepan razonar, que calculen los efectos de sus acciones o que distingan lo que conviene o no al país es como pretender sacar agua de una roca. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos pasmados el comportamiento de nuestra izquierda con los judíos.