Somos animales de costumbre, seres vivientes como los cuadrúpedos, insectos o cualquier especie que se mueva sobre la faz de la tierra. Marionetas que danzan al ritmo interpretado desde cualquier instancia de poder, títeres impulsados por hilos que se mueven con intención de dominio.
Somos de lunes y días de entre semana, de días festivos y fines de semana, de Semana Santa y Navidad, agazapados en el redil que nos dejan, que fácil les ha sido al poder, dominar a esta grey sacrificada y maleada, abusada y desesperada.
No basta un feliz Navidad, no es suficiente desear parabienes para el año por venir, mientras no se recojan las cadenas que nos atan, mientras se coarta la libertad no de expresión, que esa la hemos conquistado, hablo de la libertad de ser felices, de ver a nuestros hijos realizados, de saber que al finalizar el período de estudios universitarios, académicos, industriales o lo que se elija, habrá futuro para ellos.
Como puede ser feliz el padre o la madre cuyos hijos tengan por destino ir haciéndose viejos encadenados a un día a día agotador, unos hijos que cargan con frustraciones, heridas que les infiere un sistema donde solo algunos pueden vivir con la libertad del libre albedrío.
Será angustioso leer en estos días palabras tan acerbas, pero tampoco estamos como para cubrir de sutilezas la rugosidad de una situación que va a peor.
Alguien tendrá que poner un hasta aquí, mejor sería hacerlo entre todos, reclamar unidos la parte de la humanidad que nos toca para moldearla a nuestra manera, no esperar que nos la entreguen inservible, formada por las migajas que sobran, nos están robando no solo la dignidad, nos están dejando sin identidad, estamos pasando a formar el universo de los excluidos de todo, de los que solo se usan cuando se necesitan para estampar una firma sobre un referéndum o para formarnos como peones asalariados de la mendicidad, ante las urnas de votaciones.
Ni Dios, ni el Papa, ni monarcas que viven una vida muelle a costa de la angustia de sus súbditos, nadie, solo nosotros mismos que somos los que aplastados por la carga nos despedazamos, somos los que tenemos que rechazar enérgicamente todo aquello que amenace a nuestra integridad del mismo modo que nosotros tenemos que rescatar los derechos que nos han arrebatado.
Si me conocen bien, sabrán que a pesar de que mis palabras siempre tienden a enfocarse por el lado poético, como humana consciente y sensible de las situaciones que se viven, acato como en este momento, los fantasmas de mi rebeldía interior, dejándoles fluir en libertad.
Porque libertad no es solo ir y venir sin pedir permiso, es mucho más profundo, es vivir sin que nos obliguen a ir con la cabeza baja, es ver que nuestros hijos tienen un trabajo que les permite formar una familia o hacer aquello que más les apetezca, libertad no es solo tomar un vuelo e irse al fin del mundo, es más grande que eso y más existencial, es saber que se tiene asegurada la salud, la alimentación, la educación, la vida. DIARIO Bahía de Cádiz