Yo en el maletero llevo un mercadillo, pero ni cogollos de mariguana, ni un muerto como el que encontraron las Fuerzas de Seguridad el otro día en Girona.
Con los tiempos Covid no solo hay quien estafa a ancianitos o usa a su hija (muy menor de edad) para pasar droga, sino que también delinquen a base de bien camuflándose tras la mascarilla.
A Abdelaziz, un taxista de Ceuta, le sablearon la recaudación de todo el día. Y es que el perpetrador lo llevó por media ciudad hasta insertarle un cuchillo de cocina en mitad del costado derecho, en cuanto vio la ocasión de atracarlo.
Se ha salvado porque no peleó y porque tiene sangre de salmón navegando en mares norteños. No se hizo un Tom Cruise, porque quería celebrar el fin del Ramadán comiendo en familia. Y bien que hizo, porque la vida de los que queremos vale más que nada.
El que lo atracó iba con mascarilla y capucha alzada, etiqueta a la que nos hemos acostumbrado en estos tiempos en que unos se corren las juergas en cualquier parte y otros no nos quitamos el miedo del cuerpo.
Hoy hemos desayunado con la noticia de que una anciana ha fallecido después de haberse puesto las dos dosis de vacuna. Lo supieron porque iban a intervenirla y le hicieron un PCR. Estaba infectada de Covid, solo que no cursaba con síntomas.
Así que el miedo nos acecha cosechando nuestras fobias. Y ellos -los negacionistas, los cabezas huecas- siguen como si nada pasara, porque en su mundo ideal no existe más que el yo y el gran Vacío, donde todos los demás les dan exactamente igual.
Puede que en el maletero lleve un paraguas, una chaqueta, una bufanda, una silla de playa y una sombrilla. Puede que lleve un carrito plegable y unos pulpos de sujeción. Aceite para el motor y una buena colección de bolsas de plástico plegadas (y contenidas) en una bolsa de superior tamaño. Puede que también lleve mascarillas de repuesto, pero ni cogollos, ni un muerto. Mi padre -que ronda los ochenta y muchos -dice que tengo cosas de abuela, sin acordarse cuando mi maletero le saca de más de un problema.
No sé si están tan hartos -como yo- de los vaivenes políticos y de que donde hoy digan una cosa, mañana se quejen. No el todo vale, ni el poner una banderilla a un taxista que trasiega cuerpos como los de Amazon cajas con flechas dobladas. Tampoco el hombre enterrado en su propio maletero creo que estuviera muy de acuerdo con su destino, máxime cuando seguro que ni contaron con él para llevarlo a cabo. Del de los cogollos y la niña, solo puedo considerarlo de la talla mental de los fiesteros, porque ha condenado a su hija a un centro de acogida si no encuentran familia que pueda quedarse con ella. ¿Les parece qué puede haber mayor tragedia? DIARIO Bahía de Cádiz