Desde que los gemelos empezaron el instituto ando traspuesta como dama decimonónica jartita de vinagre.
Que peleen Díaz y Rodríguez no me renueva, porque solo sirve para que los machistas piensen que las mujeres siempre andamos a la gresca.
Que la señora del rodillo -en Chiclana- haya matado a su marido mientras dormía tampoco es que me lleve muy lejos porque habrá muchos que se circunscriban al hecho de que nosotras también matamos.
He intentado informarme y hay pocas mujeres asesinas. Rara avis frente a los asesinos de la violencia de género que se cuentan por decenas, año tras año.
No me invento nada, la Historia se cuenta con prensa, fotos y testimonios.
Sabemos lo que pasó si alguien se preocupa de contárnoslo, documentándolo para preservarlo.
Ahora vamos a la caza y captura no de lo mejorable, sino del “atrapasillones” que no hay como intentar salir de la crisis apuñalando por la espalda. Todo el mundo parece en estado de exaltación y no hay como despistarte un segundo en un semáforo para que te pongan vestidita de limpio.
Miramos los cielos plagados de incógnitas, mientras lo cercano nos da igual desbrozando la Ley a nuestro antojo.
Somos los niños capados del ayer y seremos los ancianos atrapados del mañana, con la diferencia entre nosotros y nuestros abuelos de que ahora no pintamos nada, absolutamente nada.
Nos van a devorar en dos bocados los que nos pisan los talones, en esta tragicomedia en que se ha convertido lo que creímos nuestra vida, que puede que no sea más que un show de Truman con móviles incorporados y amigos imaginarios.
Las mujeres matan igual que conducen, trabajan o dan puñaladas traperas, en un mundo que es igualmente redondo para todos. Solo la Historia nos demuestra que la trilla de conceptos conlleva el cambio de mentalidades, e igual que los nazis prepararon a generaciones para ejecutar sin fallos “la solución final”, a esta sociedad nuestra se la preparó durante décadas para considerar inferior a la mujer, para poder manejarla, doblegarla y usarla.
Cuando nos hemos levantado en razones nos han dado un palo en la cabeza y cuando se ha institucionalizado la penalización de esas conductas, han buscado con astucia la rendija suelta en una viuda negra o en una presunta asesina.
La pandereta es lo que tiene que por poco que la muevas, suena. Hay muchos intereses en conflicto. Muchas moscas y moscardones que se nutren de las desgracias ajenas, muchos miserables escondidos en armarios empotrados y muchas hijas de vecino sacando tajada. Lo razonable en una fauna tan compleja. Porque el hacer tabla rasa de conductas, de individuos y de opiniones solo lleva a la solución final de aspirar Zitrón de una alcachofa vieja.
No dejen que les engañen, piensen que no cuesta. Saquen sus propias opiniones y discutan, apasiónense por lo que sea. No en las barras de bar, sino en la terracitas con el sol por montera y la tele puesta con el ‘Sálvame’ escuchándose sola ella, que para eso es sorda y ciega. No lo seamos nosotros, encerrados en una piña debajo del mar sin sentir nada, sin que nos llegue nada más que el pienso que nos sirven los que manejan la pecera, haciendo que seamos nosotros -encima- los que saquemos la podredumbre de los fondos enlodados.
Ya no se puede hablar sin saber quién te estará escuchando, porque Kiko Hernández ha hecho Máster de ello y se jacta de ser el más grande, sin que Villarejos le pueda sacar los colores, ni enseñarle nada. DIARIO Bahía de Cádiz