No sé si han ido a pedir cita al ambulatorio, pero es de risa. Me hacía falta una radiografía y la máquina estaba averiada. “Llame a este teléfono y ya le diremos cuándo puede venir a pedir cita”, me vinieron a decir, a modo de réplica a mi cara alucinada.
La vida es más fácil cuando estamos conectados. No hablo de la pirada que está las 24 horas encariñándose con los de GH sino de la normalidad de poder pedir cita médica vía internet y que te la den sin hacerte ir varias veces a una oficina. Tampoco estaría mal ver a tu médico por skype y no tener que hacer piernas. O que te mandaran las medicinas directamente desde la farmacia -una vez prescritas informáticamente- vía dron. Eso mejoraría la vida de muchos enfermos y sobre todo de cuidadores agotados.
Pero hay mucho escéptico que dice que eso quita trabajo. Como con las gasolineras nuevas -que no sé si ya las han catado- en las que te sirves tu diesel sin que haya nadie para incordiarte o limpiarte las ventanillas. Tampoco –es verdad- nadie te ayuda si te hace falta algo como saber por dónde se le mete el aceite al coche, ni con esos recurrentes lavabos que en los viajes infinitos hacen evacuarse la fatiga y el cansancio a golpe de vejiga desocupada.
La rutina está cambiando ante nuestras narices y no les puedo decir que me disguste. Internet es una herramienta que usada bien da para mucho, porque te permite independencia. Para los introvertidos -como yo misma- te da la facilidad de no tener que interactuar con demasiada gente.
En un futuro muy cercano créanme- nos cuidarán los robots, no sé si humanizados en su aspecto, pero seguro que incansables porque tendrán autonomía ilimitada y fortaleza para levantarnos y asearnos. Lo mismo –los que tengamos ahorrillos- nos compraremos un exoesqueleto a modo de viejo rico de Prometheus.
Lo ideal sería tener una vejez digna con la que podernos ir a hacer unas puñetas al otro barrio cuando nos diera la gana, pero ya les digo yo que esa cuita va para largo porque la muerte libremente asignada en propiedad -en este país- está maldita.
Como les decía nuestra realidad va cambiando, si se dan cuenta sobre todo para ganar fortunas que es el origen de todo avance o ruptura. Cuando soplan vientos de cambios con presidentes altivos que solo insuflan su ego a modo de niños de cinco años, los paseantes seguimos esperando milagros como que las mareas se abran evitando ahogados o que las traslaciones migratorias solo sean para guiris ricos y aburridos.
No sé si ustedes querrían vivir cien años peleándose con su cuerpo, viendo cómo se pliegan sus deseos a lo mínimo. Pero igual nos renuevan con piezas de titanio, nos cambian la piel y los cartílagos por otros elaborados en un laboratorio. No sé si quiero vivir cien años sin Sombra que me mime, ni sol que me guarde por mucho que la ciencia avance y mi cuerpo aguante. DIARIO Bahía de Cádiz