Hemos convertido la paternidad responsable en un día de fiesta. Así nos va. Los niños se nos desbordan como ríos sedientos de destrucción sin límites, ni presas.
No ha sido de un día para otro, sino que hemos pasado del control exhaustivo de mi generación al síndrome del emperador de los coetáneos a mis hijos pequeños.
La oscilación sociológica ha funcionado a la perfección para regalarnos niños díscolos a los que fuimos hijos sometidos.
Fíjense que antes la agenda del hijo la dictaban sus padres y ahora la de los padres, los menores. Hemos querido ser los más y hemos terminado en caricatura. Los de mi generación sabían el coste de sacar los pies del plato, el miedo al adulto, el respeto obligado a sus normas. Ahora saben manejar cualquier dispositivo electrónico, pero la empatía, el respeto o la educación no están en su vocabulario. En primaria, los padres de niños problemáticos se pelean a dentelladas con los profesores para sacarlos de un aprieto, en el instituto van a partes de expulsión por día sin que muchos ni se den por aludidos. Los de mi generación que soportamos estoicamente la disciplina marcial, ahora alucinamos con el desparpajo de menores que si osas llevarles la contraria la emprenden contigo incluso con violencia. No solo verbal, no crean.
Si eres monoparental las cosas se complican llegándose el caso de amigas mías obligadas a pedir órdenes de alejamiento de sus propios hijos. Ahora se excusa la adolescencia como si fuera un virus letal o la capa de los elfos, que los protege de todo mal haciéndolos inmunes al castigo. Nunca parecen que les afecten las consecuencias de sus actos, así que tenemos el binomio perfecto de padres jodidos y niños descerebrados.
Gente que pasados los 40 (ojo que ahora se está engendrando con casi 50 con lo que eso conllevará de brecha generacional en el futuro) ya no sabe cómo manejar a niños de 12.
Hasta que llegan al Bachillerato vamos a guerra limpia porque lo que nuestros padres solucionaban a bofetón rampante ahora lo zanjamos con terapia, charlas compadreras y mucho psicólogo. Lo mismo tenemos lo que nos merecemos en conjunto como sociedad avanzada que educa más en frikadas que en clasicismo, que prima a pequeños dictadores antes que ancianos desfavorecidos, o que se desloma por dar lo que ellos no tuvieron queriendo igualar en pamplinas.
Lo mismo es el péndulo de Poe que nos tiene bien atados de pies y manos sin que sepamos cómo ha sido, ni en qué hemos fallado, entendiendo que tarde o temprano nos rajará las tripas sin que a nadie le importe, porque nuestros parlamentos son silenciosos, poco más que una plegaria invocada al viento. Es cuestión de tiempo, que el acero baje oscilando sobre nuestro cuerpo.
Somos la siguiente generación en postrarse en los asientos de eskay de cualquier geriátrico, con dictadores que ahora amamantamos con nuestros pechos. Futuro muy negro para el que tenga la suerte de verlo. DIARIO Bahía de Cádiz