Cae en Melilla una mafia que transportaba personas como si fueran ganado. Los metían en los bajos fondos de los coches porque -para ellos- no valían más que el dinero que les reportaban.
Miramos en las noticias (con ojos de Manga) realidades que no nos son afines, mientras nuestros hijos se disfrazan para ir al mundo que le hemos empaquetado nosotros. Nos preocupamos del bilingüismo, de que no sufran acoso mientras el mundo va girando para donde le da la gana.
La rueda de la fortuna es ciega y loca, por eso las pitonisas -mirándonos entre las líneas de la mano o en la hendidura de las cartas- no pueden ver cómo se va a reflejar nuestro futuro en la cara oculta de la luna.
Los mausoleos de los cementerios no nos dicen nada porque ya su esplendor enmudeció hace mucho, sirviendo ahora solo de cagadero de palomas y desahogo de ratas.
Las estatuas de museos no nos enseñan más que el tiempo es lo único que prevalece además de las cucarachas que son inmunes a todo lo que no sean ellas mismas.
Ir en los bajos de un coche para buscarte la vida -encontrando la muerte- no es plato de gusto un lunes por la mañana. Pero por nuestra negación a verlo como propio nos quejamos de tener trabajo y tenernos que levantar temprano.
Nos gusta soñar con imposibles donde somos la estrella del último reality que nos enchufan, encumbrados y jartitos de millones de euros. Como los narcos que hasta que no cayeron, se creían invencibles.
Como los de la mafia que trata con personas como si fueran ganado, apilados para tener un futuro donde llevarse algo a la boca algo que no sean sus propias babas y su lengua. Pero el paraíso nos los pinta muy bien y creemos que solo atravesar frontera ya seremos libres, viviremos en paz y lo que más no preocupará será la crisis catalana que ya está demodé y desteñida porque- ya les dije- el tiempo es devorador omnímodo.
Si han visto alguna peli de manga sabrán que los ojos son más falsos que una moneda de 3 euros. Son ojos de mirar otra realidad, la que quisiéremos, la de que los ilegales tengan trabajo estable, la de que estando en el bajo de un camión no te asfixies o te hieles o te caigas. Yo también uso los ojos manga porque hay días que la realidad aplasta como las toneladas de un camión sobre las espaldas. Días en que todo se te viene encima y la angustia te devora por completo.
Te ves solo, abrumado y perdido en una selva donde tus congéneres son tratados como ganado propicio para el matadero y los precios, el consumo y la publicidad son los reyes del cacharraje.
Ya nos enfrentamos a otra Navidad puesta en escena en octubre, ya nos enranciamos la boca de turrones y golosinas, para pasado enero volver a tensar la cuerda de adelgazamientos, gimnasios y dietas.
Vueltas y más vueltas que da la rueda, hundiéndonos la cabeza a cada horcajada. Solo que no lo vemos, porque no queremos.
Las tapias de los cementerios podrían contarnos muchas historias, también los pañales de geriátrico o los caretos -partidos en dos- de grandes monstruos de la historia humana, como emperadores, dictadores y otros deleites de rebuscadores de arena y ladrones de estropicios cavernarios que no hay como creerte dueño de todo para hacer fortuna. Fortuna de quita y pon, porque nadie consiguió volver cuando ya se había ido y por muchos rezos o por mucho dinero o por mucho poder, todos se convirtieron en astillas de huesos con carne podrida y cerebro muerto.
Ha caído una mafia en Melilla que traficaba con humanos, tratándolos como ganado. No es un videojuego, ni un reality, es cucharada de palo en el ojo del tuerto. DIARIO Bahía de Cádiz