No hay nada como ser diferente a la manada para ponerte en el pecho una diana. En la Audiencia Provincial de Cádiz se condenó hace dos años a dos infantes de Marina por agredir sexualmente a un novato con una botella. Ahora el Supremo ha confirmado la condena. Según los hechos demostrados, se pusieron de acuerdo para hacerlo porque la víctima era diferente (de buena familia de oficiales) y ellos entendían que allí estaba de más entre” tan buena tropa”. Así que no se les ocurrió otra cosa que hacérselo ver intimidándole con una botella erguida al grito de “vamos a violarlo”.
Lo de la Carrasco me suena a lo mismo, porque todo el mundo ha corrido a posicionarse al lado de ella y hasta los que hace nada se bufaban en arameo, ahora entonan el mea culpa cuando lo mismo, dentro de unas semanas vuelven a la carga diciendo que las cosas no son así porque no ha presentado pruebas irrefutables. Mientras, habrá pasado un tiempo maravilloso en que las audiencias habrán estallado y los ranking que dan de comer a las grandes compañías ya habrán hecho su trabajo, porque la verdad o la mentira qué más da en comparación a eso. Esto es un circo y nos tocan música y ya -como perritos bien amaestrados- bailamos con las patitas encogidas enarbolando una sonrisa.
No digo que hubiese o que no, sino que estoy harta de vapuleos gentilicios, de ondas expansivas y de que ganen dinero a mansalva entrando a robar a casa de ancianos enfermos con el pretexto de que son de asistencia social. Nos hemos convertido en masa cárnica sin cara ni objetivos, sin carencias, ni deseos más que los que nos impulsan con publicidad subliminal y ondas televisivas.
Las redes no son otra cosa que aviadero de voluntades de espermatozoides que intentan la carrera final de triunfar en este mundo tan perecedero que hay quienes intentar hacernos ver que yéndose a una cabaña se vive mejor que en la gran urbe rodeada de focos y admiradores platónicos. Luego ves la realidad de libros que se han escrito y serán best seller, de películas de Oscars y de gente que vive para el aquí y el ahora. Con un millón de euros por contar lo que no se contado en muchos años.
No están las bocas que lo oyeron, ni los ojos que no hicieron nada más que quejarse en público, porque quizás la violencia estaba permitida bajo techo o porque quizás todos echaban culpa a la menor edad y la inconsciencia. En el momento que es, se debe atajar de raíz sin ninguna duda. Si ha pasado, llorarlo no sirve más que de liberación lenta como el fertilizante universal que dura tantos años como regados. No hay condena cuando se traviste un delito de espectáculo, sino dinero por ganar a manos llenas. DIARIO Bahía de Cádiz